Vacunación, ciencia y pánico social
Con la reciente paralización de la vacuna de AstraZeneca hemos podido comprobar cómo el pánico se extiende rápidamente entre la sociedad.
El cerebro humano está diseñado para sobrevivir. Los acontecimientos negativos producen en casi todo el mundo un aumento inmediato de la alerta y nuestro sistema se pone a elaborar estrategias para intentar aplacar dicho evento o, al menos, para soportarlo de la mejor manera posible. Por eso, el pensamiento racional es un gran aliado para conseguir adaptarse mejor y resistir más eficazmente a los eventos negativos.
Con la reciente paralización de la vacuna de AstraZeneca hemos podido comprobar cómo el pánico se extiende rápidamente entre la sociedad, donde el pensamiento acientífico y las distorsiones campan a sus anchas. Se hace necesario explicar que el hecho de que dos eventos se produzcan juntos no quiere decir que uno sea causa del otro, ni siquiera que correlacionen.
En casos como el de la vacuna de AstraZeneca se puede ver perfectamente este sesgo que se produce en nuestra mente con relación a los eventos negativos: ¿a alguien se la ha ocurrido relacionar los casos de gente que duerme bien después de la vacuna o que se siente más vigorosa después de su administración? ¿Qué diríamos de alguien que afirmara que la vacuna de AstraZeneca es causa de un descenso en su nivel de colesterol, por ejemplo? Seguramente diríamos que esa persona no sabe de lo que habla. Pero cuando esa relación pone en relación un evento neutro (vacuna) con otro negativo (trombo) nuestro cerebro automáticamente y de un modo irracional liga ambos eventos, aunque no tengan mayor relación, y a pesar de las recomendaciones de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).
El sesgo cum hoc ergo propter hoc explica a la perfección lo que hemos relatado en el párrafo anterior. Por no hablar de que el hecho de que los medios de comunicación estén monitoreando constantemente la vacunación y que pongan el foco en eventos negativos con relación temporal con la vacuna nos lleva a sobredimensionar el hecho. Para esto es necesario, aunque no suficiente, poner los datos sobre la mesa. Y esos datos dicen que el porcentaje de eventos trombóticos en vacunados de AstraZeneca es infinitamente inferior que el que se da en población general.
Si los Gobiernos deciden paralizar la vacuna se produce una especie de eureka en el pensamiento —tenía razón, la vacuna es nociva— y cuando la EMA afirma que no entiende la razón de la paralización se produce otro pensamiento —la EMA está comprada, hay intereses farmacéuticos— encaminado sencillamente a confirmar nuestra premisa de partida —las vacunas son nocivas—. Es decir, no se cuestiona la decisión de paralizar la vacunación y se buscan argumentos para contravenir a los organismos sanitarios que afirman que no se paralice. Nuestro cerebro actúa por los mismos motivos en ambos casos: establecer relaciones de causalidad que confirmen que, efectivamente, teníamos razón.
Atendiendo a los datos, de cada 10 personas que reciban el aviso para vacunarse frente a la covid-19 siete aceptarán la vacuna sin dilación, una se opondrá a ella y dos vacilarán sobre si se vacunan o no. Dicha decisión individual de vacunarse, según la OMS, es compleja y debe contextualizarse en tiempo, espacio y vacuna disponible; viéndose influenciada por la conveniencia, complacencia y confianza con la misma. La conveniencia hace relación a que la vacuna sea accesible físicamente, asequible económicamente y disponible. La complacencia aboga por una elevada percepción de riesgo de padecer dicha enfermedad prevenible mediante vacunación junto con ausencia de otras prioridades en salud. Mientras que la confianza debe ocurrir no solo con el producto biológico en sí mismo, sino también con el programa de vacunación y establecimiento de grupos prioritarios a vacunar, el modo y lugar de administración de la vacuna.
A día de hoy se han desarrollado y estudiado múltiples vacunas frente a la covid-19, que se han mostrado no solo eficaces sino también seguras, progresivamente accesibles y disponibles en el entorno europeo. La pandemia prosigue su curso, con más de 190 países afectados, 124 millones de personas infectadas en todo el mundo, lo que supone una elevada expectativa social y una relevante percepción de riesgo de sufrir la enfermedad que sería prevenible mediante vacunación.
Finalmente más de 17 millones de personas ya han recibido como mínimo una dosis vacunal, pero ocurren unos 50 casos de trombosis, hecho que supone la interrupción temporal de su uso de manera cautelar en diferentes países hasta que las agencias reguladoras establecen su relación causal. Este hecho pone en tela de juicio todo un programa de vacunación europeo por la confianza o desconfianza en el mismo. ¿Cuántos casos de trombosis genera la infección por covid-19 mientras no administramos la vacuna? ¿Cuántos casos de infección estamos dejando de evitar gracias a la vacuna? El principio de precaución se instaura, pero la infodemia masiva sigue su curso de crecimiento exponencial y debemos clarificar los sucesos. De acuerdo con los datos disponibles, la Agencia Europea de Medicamentos concluye que no existe un aumento de número de acontecimientos tromboembólicos en las personas vacunadas respecto a las no vacunadas; así como ni siquiera se contempla actualmente la restricción del uso de la vacuna en pacientes con factores de riesgo para trombosis.
Debemos pensar que en el pasado han ocurrido fenómenos similares al pánico social que se está generando con determinadas vacunas: falsas ideas o rumores sin fundamento científico sobre eventuales efectos negativos como el desarrollo de trastorno del espectro autista en pacientes vacunados frente al virus del Sarampión o el desarrollo de leucemia en pacientes vacunados frente al virus de Hepatitis B. Tanto la vacuna del sarampión como la de Hepatitis B se emplean en nuestros centros de salud y hospitales con total confianza y seguridad como lo hacen y lo harán las vacunas contra la covid-19; aunque el principio de precaución estará siempre presente para velar por el bienestar social así como el rigor y evidencia científica.
La inmunidad o protección comunitaria son necesarias con vacunas convenientes, complacientes y confiables. Pero solo con una humanidad compartida venceremos dicha amenaza compartida. Es una cuestión de responsabilidad que está en las manos de todos. Hagámoslo posible.