Vacunación a dos velocidades: "Nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo"
El mecanismo COVAX y los retos de inmunizar a toda la población mundial.
Hasta la fecha -y sin visos de que la cosa cambie- la mayoría de las dosis de vacuna contra el coronavirus se quedan en el primer mundo. La pandemia ha acentuado todavía más las desigualdades entre países de primera y de segunda, los que se pueden permitir asumir los costes para frenarla y los que no. Nunca antes se había invertido tanto ni tan rápido en investigar contra una amenaza global de estas características, pero ahora, el reto de esta gran crisis sanitaria pasa por lograr una distribución equitativa y solidaria de los tratamientos.
Para ello, la Alianza Gavi para las Vacunas (Gavi), la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto con la Agencia de la ONU para los derechos de los menores (UNICEF) pusieron en marcha el mecanismo COVAX, un sistema que busca garantizar un acceso rápido, justo y proporcional a las vacunas contra la covid-19, con independencia de los recursos de quienes las reciban y en qué lugar del mundo se encuentren.
El objetivo es distribuir 2.000 millones de dosis en 2021, sobre todo en los países más pobres, e inmunizar al 27% de sus ciudadanos. “Nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo”, repiten desde Naciones Unidas. Sin embargo, en la práctica la tarea se complica.
Los países con más recursos disponen de las herramientas para encargar por adelantado grandes cantidades de vacunas, lo que da lugar a que sus poblaciones sean las primeras de la lista en ser inoculadas cuando las farmacéuticas dan luz verde a la entrega de dosis. Mientras, a la cola, esperan 171 naciones -casi dos tercios de la población mundial- cuyas economías comprometidas dependen de la solidaridad del resto.
“Nos encontramos con una tensión creciente y evidente entre la demanda de vacunas y las disponibles por el enorme cuello de botella que hay en la producción”, comenta Raquel González, responsable de Relaciones Externas de Médicos Sin Fronteras. “Es decir, se han hecho unos esfuerzos extraordinarios e históricos para conseguir una vacuna en menos de un año desde que comenzó oficialmente la pandemia, pero el cuello de producción es enorme porque todas las leyes de propiedad intelectual siguen haciendo funcionar la fabricación y producción de vacunas de la manera habitual: en modo de monopolio”, añade.
Vacunación a dos velocidades
“Las farmaceúticas que han conseguido llegar a tener una vacuna fabrican hasta donde pueden, tienen las plantas de producción que tienen o hacen acuerdos bilaterales con otras en función de sus criterios, pero esto supone una vacunación a dos velocidades. Hay acopio de vacunas por parte de países que tienen el músculo financiero para poder permitirse la compra con el desequilibrio directo de una gran parte de estados que ni siquiera van a acceder a ellas este 2021”, reconoce.
Según un estudio de la Universidad de Duke, el 16% de la población mundial que habita en países de rentas altas está acumulando más del 50% de las inyectables disponibles y de las que se van a producir. “Nuestra petición al Gobierno español, y al resto de países es que muestren su apoyo a la histórica solicitud presentada en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por India y Sudáfrica el pasado 2 de octubre para renunciar a algunos derechos de propiedad intelectual relacionados con el tratamiento de la COVID-19 mientras dure la pandemia”, explica González.
“En ella se pide una exención a los miembros de la OMC para que no tengan que implementar, aplicar o hacer cumplir ciertas obligaciones relacionadas con los productos y tecnologías covid-19 como derechos de autor, diseño industrial o patentes”, añade. “Es una alternativa porque no hay mucho más allá del COVAX y aunque está muy bien, también tiene sus limitaciones”, apunta.
La financiación y distribución como desafíos
La principal es el déficit de financiación. Para dar cobertura a esta macro operación se requieren unos 659 millones de dólares -543 millones de euros aproximadamente- tanto para la adquisición y distribución de las vacunas, como para test de diagnóstico y suministros fundamentales que permitan llevar a cabo la inmunización (frigoríficos, trajes de protección, formación del personal sanitario o campañas de información).
“Por todo ello, pedimos a los gobiernos que incrementen y garanticen una financiación que pueda fortalecer los sistemas logísticos y de vacunación en los países de ingresos bajos y medios-bajos”, reclaman desde UNICEF.
“Debido a la inmensa demanda mundial, no todo el mundo podrá recibir la vacuna al mismo tiempo. Podría llevar meses, e incluso años, producir dosis suficientes para todas las personas. Para garantizar que el despliegue comience en todos los países durante los primeros 100 días de 2021, es imprescindible que los gobiernos que han vacunado a sus propios trabajadores sanitarios y población de riesgo compartan vacunas a través de COVAX para que otros estados puedan hacer lo mismo”, sostienen.
“En segundo lugar que COVAX esté completamente financiado para que los apoyos económicos y técnicos estén a disposición de los países de ingresos medios y bajos y estos puedan administrar las inyectables. Y por último, que los fabricantes distribuyan de manera equitativa el limitado suministro de vacunas; que compartan los datos de seguridad, eficacia y fabricación con la OMS para la revisión regulatoria y de políticas; que aumenten y maximicen la producción; y que transfieran tecnología a otros fabricantes que puedan contribuir a aumentar el suministro global”, añaden.
A día de hoy, Somalia, Jordania, Ghana, Costa de Marfil, Honduras y El Salvador ya han recibido dosis gracias a este mecanismo, pero el camino hacia la equidad vacunal no ha hecho más que empezar y COVAX, señalan desde la propia OMS, no promete ser la panacea.