Una salida para Venezuela
La autoproclamación de Juan Guaidó como nuevo presidente de los venezolanos en una operación orquestada con los Estados Unidos, y de estos muy probablemente con Colombia y una parte de los gobiernos continentales -aprovechando la visita del Secretario de Estado Pompeo a Bogotá-, no tiene ningún tipo de presentación democrática y mucho menos después de los ofrecimientos y proclamas de Trump. Hoy por hoy, también para Venezuela, no puede existir un gobierno legítimo que no se derive de la voluntad popular libremente expresada en las urnas, y mucho más en ese país después de la intentona militar de Cardona en 2001, con el apoyo de G. W. Bush y de Aznar.
Sin embargo, por otro lado, hasta cuando el pueblo venezolano podrá resistir la deriva autoritaria, la represión sistemática y la diáspora de un exilio que ya supone un drama humanitario y que afecta al 10 % de su población según Naciones Unidas. Un poder presidencial, el de Maduro, derivado de una consulta como la de 2013 llena de irregularidades y sospechas -para empezar el impedimento constitucional a su propia presentación-, renovada en otra consulta como la de mayo pasado, sin presencia de la oposición, que no ha pasado los estándares democráticos, ni ha sido reconocida por algunos miembros de la comunidad internacional, entre ellos la UE y Naciones Unidas.
Los niveles de desabastecimiento que ya afecta al 80 % de la "cesta básica", la crisis política, institucional y el enfrentamiento civil desde hace seis años, llevan a Venezuela a eso que llaman los expertos como "Estados fallidos", en dónde cualquier salida negociada si no hay una firma posición mediadora por parte de la comunidad internacional, como ya se ha visto en sucesivas iniciativas, están condenadas al fracaso.
Ha llegado el momento de una recomposición total en ese país que tenga como base un pacto político y social amplío en donde las distintas fuerzas políticas tengan cabida, con una mediación firme por parte de Naciones Unidas y/o de la OEA, con el acompañamiento del grupo de países que va a establecer a tal efecto la UE. Esta situación de emergencia nacional, caldo de cultivo propicio para un cruento enfrentamiento civil, reuniría todas las exigencias contempladas en los artículos 6 y 7 de la Carta de Naciones Unidas, para poner en marcha los mecanismos de mediación o, incluso, la utilización legítima de la fuerza, que propicie la puesta poner en marcha de un proceso que desemboque en una inevitable consulta democrática; cosa que no ocurriría después que Rusia y China hayan tomado partido por Maduro.
Después del estrepitoso fracaso de las anteriores iniciativas de mediación y diálogo, es necesario abrir nuevas alternativas más sólidas e independientes, pero a la vez firmes y decididas, por parte de la comunidad internacional que propicien una salida democrática de acuerdo y de entendimiento entre dos proyectos nacionales condenados -antes o después- a entenderse en ámbitos fundamentales como son la recomposición política, el déficit público y monetario, la distribución eficiente de los productos básicos, la nueva política energética, y la seguridad física y existencial que es la principal inquietud ciudadana. Todas estas cuestiones y la iniciativa que proponemos redundan en la imprescindible viabilidad de Venezuela como nación y como Estado fundamental en la región.
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