Una buena noticia: Cataluña bendice el diálogo
El PSC y ERC tienen la oportunidad de asentar una salida política al conflicto. Hay que celebrar que los catalanes apuesten por la conversación.
Los resultados de las elecciones catalanas son una buena noticia. Aunque, como casi siempre en la vida, la buena nueva va acompañada de otra mala: el importante auge de la extrema derecha. Vox irrumpe en el Parlament con 11 escaños y se convierte en la cuarta fuerza política de Cataluña. Pero lo cierto es que los ciudadanos han bendecido el diálogo por el que apuestan tanto el PSC —ganador de los comicios—, como ERC —segundo—. Toca conversar en la mesa entre Moncloa y Generalitat. Y eso es algo que hay que celebrar.
El conflicto político catalán solo tiene una salida sensata que no dinamite la convivencia: la negociación y el pacto. Solo mediante un acuerdo, España podrá estabilizar una situación que lleva una década enquistada y que imposibilita el normal funcionamiento de las instituciones. También de la propia política, perdida en un juego tóxico de vetos e insultos que atenta contra la base de la democracia: la aceptación y la inclusión en el tablero de quien piensa diferente.
El país se juega mucho, especialmente tras la crisis sanitaria y económica desatada por un virus que surgió en China hace algo más de un año y que demuestra que las fronteras no existen. España, y también Cataluña, debe gestionar en los próximos años una histórica lluvia de millones con sello europeo encaminada a modernizar un modelo productivo demasiado dependiente del turismo que la pandemia ha demostrado frágil en un mundo cada vez más competitivo.
La necesidad de contar con instituciones al servicio de los problemas de los ciudadanos es imperiosa. Toca gestionar y anteponer el día a día al simbolismo de una república imaginada. La aspiración de los independentistas es legítima, sin duda, pero esta no puede situarse por encima de quienes no quieren la secesión. No solo en Cataluña, sino en el resto de España. Este país es una casa común y todos tenemos derecho a decidir qué queremos ser y cómo queremos vivir.
Es la voluntad que subyace al consenso la que cambia la realidad. Por eso, cualquier salida, por difícil que parezca, debe producirse con arreglo a las normas vigentes y a las que pudieran nacer fruto de acuerdos políticos. Lejos de lo que creen muchos fanáticos del lazo amarillo, la mayoría de españoles desea vivir en paz con Cataluña por mucho ruido que haga la extrema derecha.
España no es Vox, ni mucho menos. Eso sí, el resto de partidos que invocan la unidad del país debe esforzarse en relatar que España es abierta, tolerante y orgullosa de su diversidad, porque basta recorrer el medio millón de kilómetros cuadrados que componen el país para darse cuenta de ello.
El reto del acuerdo es descomunal, porque la pulsión secesionista está hirviendo y es difícil acercarse a ella sin quemarse. La clave es qué tipo de acuerdo nacerá, si es que surge alguno, de la mesa de diálogo. Todas las fuerzas políticas, tanto en el Congreso como en el nuevo Parlament, están llamadas, por tanto, a sentarse en el diván. Los ciudadanos han hablado claro: hablen, pacten y gestionen. Una Constitución que nació del acuerdo no puede ser un problema para el acuerdo. Debe ser parte de la solución.
Creo que tanto los catalanes, como el resto de españoles, terminarán pronunciándose en algún momento sobre la independencia. No sé cuándo ni cómo, pero hasta entonces toca dar una oportunidad a una forma diferente de gestionar la crisis territorial. Quienes vivimos apesadumbrados por la ruptura de la convivencia agradecemos el resultado de anoche. Y esperamos que no sea en vano.
El Gobierno de coalición puede sentirse reforzado y el PSC especialmente satisfecho. Por el momento, la intención de Salvador Illa de postularse para intentar la investidura demuestra que los socialistas han aprendido del inmenso error de Inés Arrimadas.
Los votantes que han dado la victoria al exministro de Sanidad son casi los mismos que se la dieron a la líder naranja. El tremendo batacazo de Ciudadanos evidencia que los catalanes que no quieren la independencia quieren un diálogo al que Arrimadas se negó presa de su competición con el PP y con Vox.
Los populares también deben tomar nota del resultado. Alejandro Fernández ha evitado la desaparición del partido gracias a su gran campaña. Pero el PP inaugura un nuevo y preocupante suelo. Un partido que aspira a gobernar España no puede tener tan pocos apoyos en una comunidad tan importante. Espero que Pablo Casado no intente vestirse de nuevo de verde y apueste por ofrecer el diálogo que también negó su antecesor, porque los colores de la ultraderecha en el líder del PP solo le dan apariencia de Frankenstein. Y España no necesita más monstruos en política.