Un precioso juguete renacentista
Me reconozco, antes que nada, polizón en la maravillosa barca de la Nao d´amores, uno de los grupos teatrales más valientes e inteligentes que hay en nuestra escena contemporánea. Como ya tuviéramos ocasión de recordar en este mismo blog a raíz del estreno de su Triunfo de amor de Juan del Enzina, la Nao d´amores, barquito firmemente capitaneado por Ana Zamora, nos invita a sumergirnos en los autores fundamentales de nuestro Renacimiento teatral: el propio Enzina, Lucas Fernández, el teatro sacro y mucho, mucho Gil Vicente. Siempre he tenido a Torres Naharro como el principal adversario escénico del portugués y el principal autor al que la Nao le debía una puesta en escena. Pues bien, han cumplido, y lo han hecho magníficamente.
La función resulta un juguete encantador en el que el espectador disfruta de una ingeniosa trama dispuesta por un maestro de nuestras tablas (el primer preceptista europeo en lengua vernácula) con un elenco apropiado, unos preciosos figurinismo y escenografía inspirados en pinturas de Arcimboldo, una serie de composiciones musicales de primera que se deben a la dirección musical de Alicia Lázaro, la otra pata de la Nao. Destacamos, entre otros, el precioso "Romance del rey don Bermudo".
El planteamiento escénico parte de la íntima relación entre los movimientos culturales entre España e Italia en el Renacimiento: commedia dell´arte, cuentan incluso con un asesor en estos terrenos, Fabio Mangolini, manierismo, situaciones del commediaall´improviso y de comedia erudita.
Uno de los principales valores de la obra es la inclusión de todos los personajes importantes con un número limitado de actores y músicos (Silvia Acosta, María Besant, Javier Carramiñana, Juan Messeguer, Belén Nieto, Alejandro Saá, María Alejandra Saturno, Isabel Zamora) que tienen que desdoblarse o triplicarse. Algunas de las escenas más francamente divertidas de la obra (la de los médicos, las de los hortelanos) salen precisamente del juego de dobletes (y tripletes) actorales, que hacen un ejercicio rayano al virtuosismo.
La coreografía de Javier García Ávila está muy bien trabajada y dota de una gran precisión escénica a la situación de los actores en los planos de representación. La iluminación del maestro Miguel Ángel Camacho funciona como subrayado del espacio escénico y transmite cálidas sensaciones actorales. La escenografía de Ricardo Vergne presenta un palio tradicional con tres cortinas de fondo (elemento escénico que se usaría en la época) en las que se representan respectivamente el frontispicio de la edición prínceps de la Propalladia (colección de obras completas de Torres) junto a la tipografía de la edición de Andrés de Burgos de 1545 (similares a las de mi portal de autor en la Biblioteca Cervantes Virtual), y unas bellas estampas laterales con motivos de Arcimboldo con diseño de estampación deIván San Martín. Estos diseños se funden con los figurines y atrezzo de Paco Cuero, Deborah Macías y Henar Montoya en un juego de trompe l´œil típico de los frescos renacentistas.
Es, en breve, una magnífica versión. Vayan a verla: la Comedia Aquilana resulta divertida, inteligente, lúdica, y, sobre todo, bella, muy bella.
Este post forma parte de los resultados del proyecto Primer Teatro Clásico Español.