Un peligroso líder para la economía europea
El Brexit vuelve a ocupar todas las portadas de los principales medios de comunicación. Todas las miradas, en especial la de Bruselas, vuelven a centrarse en Reino Unido, pues Boris Johnson, el separatista radical, director de la campaña y fiel seguidor del Brexit, se proclama como nuevo sucesor de la fallida ex primera ministra Theresa May; la cual no supo sacar adelante un Brexit que Boris Johnson promete alcanzar “cueste lo que cueste”.
Y es que el nuevo primer ministro ha sido nombrado de forma oficial como nuevo líder británico tras el nombramiento que le hizo la reina Isabel II. Un líder que criticó la gestión de May en los trámites para la salida de Reino Unido de la Unión Europea y que, ahora, tras su nombramiento, promete encauzarlos nuevamente, logrando un nuevo pacto con Bruselas. El que un día fue alcalde de Londres tiene un objetivo claro en su llegada al poder: Sacar a Reino Unido de la Unión Europea.
No lo tendrá nada fácil, al menos respecto a Europa. Las fechas están definidas y la postura de la Unión Europea, según el organismo comunitario, se mantendrá inamovible ante la decisión de no pactar un nuevo acuerdo de salida para Reino Unido; un pacto que en el caso de Johnson sí ve viable. La idea de Boris Johnson, líder aplaudido por el presidente estadounidense, Donald Trump, es la de liderar el proyecto del Brexit, aunque el liderazgo conlleve un coste alto; el objetivo está claro y cualquier medio necesario será aceptable.
La postura proteccionista de Boris Johnson ha sido su principal característica desde la llegada de este hombre a la política. De entre las amenazas extremistas que presentaba la Unión Europea, Boris Johnson, por su condición de separatista, era una de ellas. Sus ansias de sacar a Reino Unido de Europa le superan; al igual que superaban a Theresa May –aunque en esta en menor medida–. Un tortuoso proceso que encadena ya una gran cuantía de meses y que, por otro lado, sigue lastrando la ingobernabilidad y la economía del país.
Como reconocía la ex directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y actual candidata a presidir el Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, el Brexit, entre otros fenómenos como la guerra comercial, era una de las principales amenazas para la economía global. Una economía global que se encontraba acechada por una desaceleración económica que ya hace mella en grandes economías como China, Alemania o el conjunto de países europeos –en estos últimos de forma más intensificada–. Los indicadores macroeconómicos ya muestran cifras más pesimistas y moderadas.
La economía empieza a perder fuelle. El dinamismo en los indicadores macroeconómicos que miden la salud de nuestra economía presentan grandes moderaciones e, incluso, contracciones. La industria, el consumo de energía, la producción, son indicadores que muestran grandes picos negativos en sus registros. Los PMIs ya muestran, en algunos casos, contracciones, y las exportaciones sufren un gran decremento, en contraste, por las tensiones comerciales que siguen lastrando el comercio global. Una situación que se hace cada vez más presente.
En el caso de Reino Unido la cosa no es distinta. Johnson pretende sacar a Reino Unido de la Unión Europea antes del 31 de octubre; con acuerdo o sin acuerdo. Una situación que preocupa bastante, pues estamos ante un hombre cargado de irresponsabilidad y al que la economía y lo que ocurra con ella le es igual. Según las estimaciones, sin Brexit, la economía británica no solo no se habría visto resentida, sino que hasta habría experimentado crecimientos que, por estar inmersa en el proceso separatista, no ha podido experimentar.
La cosa no está en lo que ha crecido la economía británica, que tampoco ha experimentado grandes crecimientos en su PIB, sino en cuanto podría haber crecido esta de no haberse iniciado el proceso de salida. Según las estimaciones realizadas por el tesoro de Inglaterra, la economía de Reino Unido, desde el inicio del Brexit, se ha visto con crecimientos muy moderados, cosechando su mayor crecimiento en el 0,5%. A su vez, otro de los problemas ha sido la pérdida del crecimiento potencial que provoca que la economía británica no crezca al ritmo que debía hacerlo. Según las mismas estimaciones, estas muestran un crecimiento potencial de un incremento del 2,5% al cosechado de no haber iniciado tal proceso. 2,5 puntos porcentuales que habrían elevado la economía británica y habrían aportado prosperidad a la ciudadanía.
Claro, la clave está en lo que decíamos: Reino Unido no se está fijando en los crecimientos que está perdiendo por la situación de incertidumbre que genera el Brexit en la economía, sino que se fija en que las cifras sigan mostrando saldos positivos, sean del tamaño y grado que sean. Mientras tanto, la economía sigue perdiendo potencial, que en el largo plazo, podría generar un problema al propio país. Una amenaza que ahora se intensifica, pues un Brexit más duro podría tener peores consecuencias para la deuda, la libra o la economía, que ya muestran malos registros desde que comenzó a darse la posibilidad de un Brexit sin acuerdos.
En resumen, y como siempre he dicho, la incertidumbre es uno de los mayores penalizadores de la economía. Ya estamos viendo lo que generan este tipo de tensiones y discursos a las economías en los países. La economía mundial continúa desacelerándose, acechada por el fin de un ciclo expansivo y una recesión que se avecina para el 2020. Añadir más tensiones al contexto podría dañar gravemente la economía, adelantando situaciones para el país cono la recesión anticipada. Reino Unido, liderado por Boris Johnson, debe jugar bien sus cartas; una mala jugada y los efectos podrían acabar con la economía británica.