Un golpe de estado con tractores
Todo esto no transmite una buena imagen de los murcianos, al margen del ecocidio monstruoso que se está cometiendo con el Mar Menor.
Desde febrero de 1981 la frase “sacar los tanques a la calle” se ha vinculado a un golpe de estado, pero en 2017 aquello de “los tanques por la diagonal” en Cataluña amplió su significado en el imaginario popular. En cualquiera de los casos la idea de un tanque en una calle remite a una manifestación agresiva de poder para cambiar las cosas o mantenerlas como están. Cuando el poder quiere forzar o normalizar una situación saca los tanques a la calle sin consultas ni permisos pero hay otros poderes y otros medios de imponer un statu quo.
Murcia fue tomada el 5 de abril de 2017 por 506 tractores y 159 camiones, entre ellos 90 trailers. En aquel momento era evidente la degradación del Mar Menor y ya estaba claro que la principal causa, por delante del turismo, eran los vertidos de salmuera, fertilizantes y productos fitosanitarios generados por las empresas agrícolas que durante la última década han multiplicado de manera descontrolada los regadíos intensivos en el campo de Cartagena. La anterior consejera de Agricultura era Adela Martínez Cachá, que había afirmado en 2015 que había que “crear un lobby” con las asociaciones agrarias. el 5 de abril de 2017 aquel lobby ordenó a sus empleados que condujesen los tractores y camiones por la autovía que une el Mar Menor con Murcia. La imagen debió ser sensacional, todos esos monstruos a baja velocidad por la recta infinita que cruza un campo de Cartagena que, durante milenios fue seco y ahora es un vergel artificial.
La jugada fue brillante. Para aquel día las asociaciones de defensa del Mar Menor habían convocado una manifestación. Las empresas agrícolas quisieron sumarse y se les permitió. Cuando desplegaron su ejército de John Deere y Pegasos en la arteria principal de la Ciudad –Gran Vía- y sus calles colindantes los ecologistas entendieron que les habían tomado el pelo, y con ellos el resto de una ciudadanía que fue secuestrada por unos empresarios a los que esos días se podía ver en los restaurantes del centro manteniendo reuniones relajadas. Al segundo día pidieron un rescate: la ministra de agricultura debía venir a Murcia a hablar con ellos. Cuando tienes medio millón de rehenes puedes pedir lo que quieras. La ministra no vino, mantuvo la dignidad del gobierno ante el chantaje, pero negociaron con el ministerio.
El Gobierno no hizo nada. El alcalde, José Ballesta, sí hizo declaraciones acusando a los empresarios de forzar a la ciudadanía. Los empresarios no hicieron caso y siguieron pagando a sus empleados para que mantuviesen los tractores en la Gran Vía. La imagen era de una película posapocalíptica pero no tenía nada de ficción. La gente del centro no podía sacar sus coches del garaje, los camiones de reparto no llegaban a los comercios. Era un verdadero golpe de estado contra la ciudadanía murciana.
Tres días después se fueron y el Mar Menor siguió igual. El Gobierno regional hacía suaves declaraciones de intenciones pero a lo largo de este tiempo, casi dos años, ha ocurrido algo doloroso. Entre mis amigos de FB está Paco Consuelo, carnicero en el Mercado de Verónicas y activista reconocido. Cada domingo se iba al Mar Menor y colgaba vídeos de vertidos en la Rambla del Albujón o en las playas de Los Urrutias. Si yo, que soy un mindudi, desde mi casa veía en tiempo real que eso estaba ocurriendo ¿no lo veía el SEPRONA?
Todo esto no transmite una buena imagen de los murcianos, al margen del ecocidio monstruoso que se está cometiendo con el mar pero quisiera recordar que la ciudadanía se ha levantado otras veces, y ahí está lo de las vías, que nos llevó a las televisiones de todo el mundo. Aquí, como en tantas ocasiones, es necesario citar el verso de Miguel Hernández y recordar que somos huertanos de dinamita.
No está todo perdido pero el Gobierno Regional debe decidir cómo va a pasar a la historia.