Un día en... el metro: así habla la gente en la calle del sobre el 10-N
En el suburbano se comparten carreras en el andén y confidencias en el vagón. También discusiones que tocan la política
La vida es un metro a punto de partir. Lo canta Joaquín Sabina hablando de Madrid, que este 2019 conmemora el centenario de su red de metro. El HuffPost ha hecho transbordo entre conversaciones cruzadas y carreras en el andén para comprobar si el 10-N se cuela en los vagones de la línea 1. Como lo ha hecho un cartel de un certamen de poesía que inicia una discusión sobre las lenguas de España y la plurinacionalidad del Estado...
- ”¿Y si se quiere presentar alguien que escriba en euskera?”, dice a su marido una señora, abrigo negro y anillos de oro.
- “Pues no puede. Las bases están claras: podrán concurrir quienes presenten su obra escrita en lengua española”, repite el hombre, que aparta la mirada de su periódico gratuito de papel para responder.
- ”¿Y el euskera no es una lengua española? Lo que hay en España es de los españoles, dicen”.
Y de pronto... ¡Bam! Debate de política territorial bajo tierra. La mujer insiste en que con “la visión centralista no se va a avanzar nunca en este país”. Y el hombre, en que si “con quien no quiere ser parte del país, tampoco”.
- “A ver qué sale el domingo, porque los fachitas están muy crecidos. ¡Qué miedo!”, zanja la mujer. Ella es sensible. Reconoce a la primera más naciones en España. A los socialistas, sin embargo, les costó más: tuvieron que añadir al programa electoral la referencia al Estado federal tras una queja del PSC. ¡Ay, el debate territorial!
- ”[...] Próxima estación...”, interrumpe la megafonía.
¡Clac! Las puertas se abren con una coordinación exquisita. Entran dos adolescentes que estudian bachillerato. No podrán votar el próximo domingo y, por eso, por sus bocas no sale ni una palabra sobre el tema.
- “Jo, tía. ¿Y no te ha vuelto a escribir?”, dice una.
- “No”.
El amor mueve esa conversación, tan intensa que parece que se va a parar el mundo. De pronto, una interrupción. Es quien no ha vuelto a escribir y una sonrisa se le pinta en su cara con bráckets.
- “Ah, perdona, es que no he visto ese mensaje. Estaba pendiente de Whatsapp, no de Instagram. Vamos a ir a estudiar a la biblioteca del Retiro, por si te quieres venir”.
La gente planea ratos, momentos, quién sabe si para evadirse de esta campaña electoral corta y zombie. Un señor manda un mensaje apoyado en una barra: “Claro pero no quiero llegar tarde al concierto”. A su lado, otro joven, pelo afro, duerme con la cabeza apoyada en esa misma barra. Abre los ojos para ver a dos mujeres que hablan fuerte.
- “Yo a mi madre le digo que nos hemos enfadado. Que ya se me pasará, pero... es que es muy fuerte”, dice una de ellas.
- “Ya, lo de tu cuñado y el crédito... A ver cómo lo arregla”, responde la otra.
Si hay algo que abunda en el metro, además de confidencias, son cascos de música. De todos los colores, tamaños y formas. Con cables e inalámbricos. De esos que se meten dentro del oído y de los que te tapan la oreja. La mayoría absoluta es abrumadora y evidencia la voluntad de los viajeros de sumergirse en su vida sin interrupciones: Que el ruido del 10-N no moleste.