Un agosto con virus
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Un agosto con virus

La principal enseñanza que nos ha dejado el virus es la importancia de lo comunitario, de lo colectivo.

Río Guadalquivir. 

Llegó agosto, el mes por excelencia del descanso veraniego. Un periodo en el que las temperaturas altas, las imágenes de playas llenas, las celebraciones multitudinarias de fiestas populares e incluso los problemas de convivencia entre vecinos y residentes en las zonas turísticas, eran protagonistas de la actualidad informativa. Esta era la realidad de años atrás.

Este agosto no. Este mes todo apunta que será una prolongación de este verano extraño, al que hemos llegado después de un confinamiento inédito y del que salimos en fases. Un estío en el que los términos clave son “rebrotes”, “rastreadores”, “mascarillas” y en el que casi todo gira en torno al maldito covid-19.

Este virus se ha llevado miles de vidas por delante, esta es la principal tragedia. Este virus ha marcado nuestra primavera y también nuestro verano. Lo ha cambiado todo y sus dañinas consecuencias económicas, especialmente en ciudades muy dependientes del sector servicios, no nos abandonarán durante mucho tiempo.

Una vez superados los meses en los que la virulencia del covid-19 marcaba el paso, los meses en los que el mundo se debatía en cómo salir del estado de “shock” a la vez que se hacia frente a esta amenaza global, hay que marcar una hoja de ruta precisa. Con las enseñanzas que nos ha dejado esta pandemia, y especialmente desde las ciudades, las tareas están muy claras.

La principal enseñanza que nos ha dejado el virus es la importancia de lo comunitario, de lo colectivo. La lucha contra el coronaviurs es una tarea de todos y todas. Un sólo comportamiento irresponsable puede provocar un rebrote importante que, además de las consecuencias sanitarias, hace trizas cualquier intento de poder atraer a visitantes bajo la etiqueta de destino seguro.

Ahora más que nunca se nos exige que seamos “útiles” para conseguir la reconstrucción social y económica de Córdoba.

En Córdoba ya ha pasado. Un titular en medios nacionales e internacionales con términos como “rebrote”, “fiesta de graduación” y “jóvenes”, aderazado con cifras que superan los 100 contagios, ha puesto en Córdoba un foco mediático que no se merece nuestra ciudad ni por supuesto la mayoría de cordobeses que han cumplido escrupulosamente las reglas básicas de corresponsabilidad a las que estamos obligados.

Otro aviso que nos ha dejado muy claro este primer envite de la crisis sanitaria es que los servicios sociales son muy escasos para abordar la grave situación de muchas familias. Desde el Gobierno de España se ha puesto en marcha todo un escudo social con iniciativas históricas como el Ingreso Mínimo Vital, pero los ayuntamientos tienen mucho que mejorar. No nos podemos permitir ver de nuevo colas de familias para recoger alimentos, ni dejar la respuesta en manos de la solidaridad. Atender a los más vulnerables es una responsabilidad pública y ha quedado patente que hay que dar una respuesta mucho más eficaz. Los servicios públicos son nuestro mayor patrimonio, hay que cuidarlos más y fortalecerlos par a que cumplan con el objeto para el que se crearon.

Otra lección que nos a dejado el virus es que la diversificación económica es un seguro. Las distintas oportunidades económicas pueden evitar el brutal impacto en el mercado laboral que ha tenido la crisis sanitaria por la excesiva dependencia del sector servicios. Hay que ponerse las gafas de lejos para apostar, en el caso de Córdoba, por otros sectores como la logística, el emprendimiento e innovar en el comercio, la construcción y la agricultura, caminos que ya se habían iniciado y que no pueden frenarse.

Otra más, en materia de movilidad hay que avanzar mucho y con más ritmo. A nadie se le va a olvidar cómo el viandante recuperó y redescubrió su ciudad con las primeras medidas de alivio. Familias que paseaban y disfrutaban de la vía pública sin tráfico rodado. Se aplaudieron las peatonalizaciones puntuales que quizá deberían llegar para quedarse. La apuesta por la movilidad más sostenible, en la que siempre he creído, debe convertirse en prioridad.

En cuanto al debate político, hay algo que forma parte de mi manera de entender la política y que con esta crisis he confirmado: nuestros vecinos y vecinas nos piden unidad y consenso, que trabajemos desde la colaboración. Ahora más que nunca se nos exige que seamos “útiles” para conseguir la reconstrucción social y económica de Córdoba.

La principal enseñanza que nos ha dejado el virus es la importancia de lo comunitario, de lo colectivo.

En las numerosas reuniones que he mantenido, la búsqueda de acuerdos y la necesidad de sumar esfuerzos, ha sido una de los principales demandas. Mi respuesta, por desgracia, es que en el caso de Córdoba, al contrario que ha ocurrido en Sevilla, Madrid o Granada, el gobierno local de PP y Ciudadanos no ha dado ni el más mínimo margen para la colaboración de la oposición. Y miren que lo hemos intentado en numerosas ocasiones a lo largo de estos meses.

Supongo que eran directrices marcadas por los “estrategas de partido” que no llegan a comprender que con el acuerdo nadie pierde y gana Córdoba. No hay argumentos lógicos para defender otra opción. Esto tiene que cambiar, debe cambiar porque es lo que quieren los vecinos, que son a quienes nos debemos, y porque juntos somos más fuertes para enfrentarnos a una realidad social y económica durísima que aún no ha dado la cara definitivamente.

De todas las crisis hay que sacar aprendizajes y este virus nos han puesto el listón muy alto.

Llegó agosto, un agosto difícil y raro. Unas semanas  en la que nos toca estudiar, analizar, reflexionar y llegar a la vuelta al cole con todas estas lecciones aprendidas. Ese aprendizaje tiene que facilitarnos que arranquemos en septiembre con muchas más garantías de éxito, en un curso que se prevé complicado.