Ultraderecha, LGTBfobia y desmemoria
Siete días después de que abriese sus puertas, en la madrugada del domingo, el centro LGTBI de Barcelona era atacado por neonazis.
Esto se puede afirmar por medio de los símbolos que dejaron marcados en los cristales del centro... En los que quedaron sin dañar, dado que la gran mayoría los rompieron a pedradas, e incluso lanzaron una valla de obra contra la puerta. Los eslóganes que dejaron pintados los agresores fueron "Estáis muertos", "Fuck LGTBI".
El lunes, decenas de personas se agolpaban frente al edificio donde ocurrieron los hechos para protestar contra la LGTBfobia. Incluso la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, pronunció un discurso que sólo puedo tildar de responsable, realista y humano.
Sí, la labor de una alcaldesa consciente de la realidad de la sociedad y defensora de la democracia debe ser responder tajantemente contra estos ataques. No hacerlo sería negligente.
Este incidente ocurre después de una serie de episodios similares, que aunque en muchos casos son ignorados o poco atendidos por los grandes medios, tampoco cuentan con gran difusión dentro de las redes sociales.
En diciembre de 2018, la policía encuentra muerto en su piso a Fernando Lumbreras, primer presidente de Lambda Valencia (Col·lectiu de lesbianes, gais, transsexuals i bisexuals). Según los informes presentaba graves signos de violencia por todo su cuerpo. Fueron los mismos vecinos los que avisaron a las autoridades al escuchar ruidos que les asustaron en el domicilio del activista.
En Enero de este mismo año, un joven gay era agredido en el metro de Barcelona por cuatro hombres. Éstos comenzaron a increparle, burlándose de su sexualidad, hasta que terminaron por agredirle también físicamente.
Días después, el presidente del Observatorio contra la Homofobia, Eugeni Rodríguez, alertaba sobre un repunte de los ataques LGTBfóbicos, y advertía que el metro es uno de los lugares donde más agresiones se producen.
Estos son sólo algunos ejemplos de la violencia que las personas del colectivo atraviesan en España, en 2019.
Tenemos leyes en varios ayuntamientos que garantizan los derechos de las personas LGTBI, fuimos de los primeros países en legalizar el matrimonio homosexual... Pero no es suficiente.
Las leyes son importantes, son un reconocimiento formal y oficial al que agarrarnos para defender nuestros derechos; o denunciar los casos en los que se vean vulnerados.
Sin embargo, el cambio debe venir motivado por la transformación social. Tenemos que incidir en la necesidad de que se respete a las personas del colectivo LGTBI no porque exista una ley que lo diga, sino porque son personas.
El hecho de que nuestra identidad sexual o de género sea aún motivo de discriminación o de violencia, manifiesta que el estigma sigue vivo.
Las lesbianas siguen cargando con estereotipos que van desde la "camionera" hasta el "tú no pareces lesbiana". Los hombres gays son aceptados cuando su pluma es inexistente, pero no cuando presentan gestos o comportamientos afeminados. Las personas trans no sólo son el grupo más afectado por la discriminación dentro del colectivo, sino que además cargan con una serie de ataques cotidianos que son agresivos. Son muchos y muchas las que ven como se les llama por el nombre que ya no usan, cómo se les cuestiona su género permanentemente desde las instituciones...
Los y las bisexuales siguen siendo vistas como personas poco decididas, confusas, que no saben lo que quieren.
Todos estos comentarios, comportamientos, y estereotipos fomentan un clima de violencia hacia el colectivo que empapa todos los estratos de la sociedad. Desde los funcionarios de las instituciones, hasta los ultras que tiran piedras contra centros municipales.
El problema de todo esto es que a la mayoría no le parece importante. Esa mayoría está ocupada excusando comentarios aún homófobos con "yo no soy homófobo, tengo un primo que es mariquita". Y no. No podemos seguir permitiendo que nos insulten por quiénes somos, o lo que nos gusta.
Las personas LGTBI merecemos dejar de ser cuestionadas, atacadas y acosadas por nuestra identidad. Al igual que la misoginia, el machismo es la fuente de los ataques homófobos, bífobos y tránsfobos.
Si enfrentamos los crímenes machistas contra las mujeres, debemos hacer lo mismo con los ataques contra el colectivo LGTBI. La resistencia feminista ya asumió allá por los setenta que estas eran dos luchas hermanadas por la liberación. No perdamos la memoria, y no apartemos la vista. El silencio nos hace cómplices.
"Tenemos que hacer esto (la revolución) porque no podemos seguir siendo invisibles. No debemos estar avergonzadas de lo que somos. Tenemos que mostrarle al mundo que somos muchas. Que hay muchas personas como nosotras ahí afuera". Sylvia Rivera, activista LGTBI, mujer trans latina.