Ucrania: ¿De verdad puede acabar la guerra en este año?
Su ministro de Defensa reclama a Occidente un esfuerzo en armamento para liquidar en 2023 la ocupación. ¿Pero cómo están ahora las cosas y qué escenarios se prevén?
Viernes, 13 de enero. Oleksii Reznikov, ministro de Defensa de Ucrania, concede desde Kiev una entrevista a la BBC en la que afirma que si su país sigue recibiendo armamento occidental, si a los exitosos sistemas multicohetes HIMARS de Estados Unidos se suman tanques y aviones de combate, antes de que acabe el año la invasión rusa estará acabada. Es, a la vez, una previsión optimista y una reclamación exigente. “Armas, armas, armas”, como resume siempre el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko.
La verdad es que, cuando arranca el 2023, a un mes largo de que la guerra cumpla su primer año, las previsiones de que se acabe no son optimistas. Hasta el ministro, que se supone que debe subir la moral de su tropa, no se plantea nada mejor hasta que esté acabando el año. No es para menos. Rusos y ucranianos llevan sobre sus espaldas el peso del desgaste de una guerra que, creía Moscú, se resolvería en 48 horas. Tras los avances impresionantes de las tropas ucranianas en verano, en Jarkov y alrededores, y, de nuevo, tras la recuperación de Jersón en noviembre, lo que quedan son días de toma y daca, de frío, hielo y barro, de pequeños avances y retrocesos que, a esta hora, aún no sabemos si incluye la estratégica villa de Soledar.
Los combates se siguen concentrando en esa zona, en el este del país, en la región de Donetsk. Según el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), con base en Estados Unidos, “la probable captura de Soledar por parte de las fuerzas rusas (...) no es un desarrollo operacionalmente significativo y es poco probable que presagie un inminente cerco ruso de Bakhmut” o Bajmut, que es la ciudad importante que persiguen los rusos. “Todas las pruebas disponibles indican que las fuerzas ucranianas ya no mantienen una defensa organizada en Soledar. La declaración del 12 de enero del presidente ucraniano Volodimir Zelenski de que las fuerzas ucranianas mantienen posiciones en Soledar puede estar refiriéndose a posiciones defensivas cercanas, pero no en Soledar”, zanja.
La BBC sostiene que para llegar a Bakhmut es “como caerse por el precipicio de la civilización”, tal es su destrucción tras meses de asedio, que las autoridades de Kiev comparan con la batalla de Verdún, en la Primera Guerra Mundial. Zelenski habla de “escenas apocalípticas”. No, se se puede decir que es igual un pueblo más que un pueblo menos, en una guerra que arrastra la muerte de 6.952 personas y 11.144 víctimas civiles (al menos 400, niños); esos son los casos verificados por Naciones Unidas. Quedan muchos, muchos más por aclarar. Se calcula que cada bando ha perdido, a su vez, unos 100.000 soldados, según datos de la inteligencia de Estados Unidos.
Lo que está claro es que Vladimir Putin no se rinde en su afán expansionista. El día 11, admitió que la situación en Ucrania es difícil y nombró a un nuevo comandante de la invasión; Valery Gerasimov es el hombre fuerte ahora. La falta de avances, o los avances menores, son los que han provocado el cambio, pero el Kremlin lo justifica en que quiere acometer “la ampliación de la magnitud de los objetivos a cumplir y la necesidad de la organización de una cooperación más estrecha entre las diferentes tropas del Ejército ruso”. Hay analistas que temen que eso implique un retorno a los ataques a la capital, Kiev, o incluso una nueva ofensiva por tierra desde Bielorrusia, donde hay concentración de tropas rusas para unas maniobras, pese a todo, notablemente menor que cuando el 24 de febrero pasado comenzó la invasión.
La OTAN, por ahora, descarta una implicación mayor de Minsk en la guerra y hay que tener en cuenta que no ha habido movimientos ofensivos desde esa frontera en casi un año. ¿Habrá ataque desde Bielorrusia? ¿Será una estrategia para que los rumores lleven a Ucrania a movilizar en esa zona a sus soldados, dejando descubiertas otras? ¿Nada de eso? ¿Todo a la vez? La cabeza de Putin lo guarda. Sí hay informaciones de las Inteligencias de EEUU y Reino Unido que constatan que Moscú está quemando munición a espuertas y por eso ha contactado con Irán y Corea del Norte para ampliar sus reservas. Si Ucrania depende de Occidente, Putin sólo puede recuperar cierta holgura con ayuda externa.
Los ucranianos ya no saben cómo pedirlo. Quieren muy especialmente tanques Leopard, de los que Polonia se ha comprometido a enviar los primeros lotes. Las declaraciones de Reznikov vinieron acompañadas de unas polémicas declaraciones en las que decía que, de facto, Ucrania ya es miembro de la OTAN. Es usar el mismo discurso que emplea Rusia cuando acusa a la Alianza de armar a su enemigo, aunque no le dispare con personal propio. En Bruselas es un tema que se lleva con enorme precaución, en un intento de no internacionalizar más aún la guerra. El ansia de lograr medios puede acabar en algún roce con los amigos, también.
Las previsiones
Ese es el estado de la cuestión a mediados de enero. Lo que tenga por venir en lo que resta de año es absolutamente abierto. La invasión, el año pasado, fue una sorpresa; ahora es una certeza. Casi la única. Se sabe que hay guerra, pero no por dónde irá, ni hasta cuándo. Menos aún, quién podrá cantar victoria, si es que se puede.
Putin, salvo batallas puntuales, parece estar atrincherando sus fuerzas durante el invierno, a la espera de una nueva ofensiva. La primavera, el deshielo, se presenta como determinante. No sólo los rusos, todos necesitan una pausa, unos para reponerse de lo perdido y bloqueado -menos del 20% del territorio conquistado, cuatro regiones anexionadas formalmente pero no en la práctica- y otros, para eso y para recibir más ayuda y mantener la presión. Motivados, pese al bloqueo del invierno, siguen estando los ucranianos, según pulsa la prensa internacional en la zona.
Los ojos de los analistas -del ISW al Hudson Institute, por ejemplo- pasan, aparte de por Bakhmut, por las localidades de Kreminna y Svatove, en el Donbás. Los ucranianos están muy cerca de un gran avance, que arrojaría a las fuerzas rusas 60 kilómetros más allá, hasta la siguiente barrera natural, justo en el lugar donde empezó la ofensiva hace casi un año. Si se impone Kiev, se augura que se redoblarán los esfuerzos en la zona; difícil resistirse a un impulso así. Otra cosa es las fuerzas y los medios que tenga.
En el sur las cosas están más paradas, tras la recuperación de Jersón. “Cruzar hacia el lado este del río Dnipro para presionar los vulnerables enlaces viales y ferroviarios de Rusia hacia Crimea podría ser demasiado exigente. Pero nunca se puede descartar la posibilidad de que Kiev lance una nueva ofensiva sorpresa”, dice a la BBC Michael Clarke, director asociado del Instituto de Estudios Estratégicos, de Exeter.
Otra opción para Ucrania es Svatove: el éxito allí pondría en peligro todo el flanco norte de toda la línea del frente rusa. En esos tres puntos puede concentrarse el choque de estas semanas, hasta que mejore el tiempo. Luego será el momento del refuerzo. Putin ha admitido que alrededor de 50.000 de sus efectivos recién movilizados ya están en el frente y los otros 250.000 se están entrenando. Cuestión de tiempo. A la espera de más manos y munición, es complicado iniciar otras ofensivas. Entonces, sí tendrán oportunidad de una contraofensiva.
En las universidades como la de Harvard y tanques de pensamiento como el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) se avala la previsión de que las cosas van para largo. El invierno será difícil, los ataques rusos a la infraestructura ucraniana que querían romper la moral y la resistencia de la población han dejado el país mal, pero ha llegado ayuda, no se ha hundido, no se ha paralizado. Seguirán en ello, pero como desgaste. Las perspectivas de negociación son prácticamente nulas. No se descarta otra minitregua como la de la Navidad, pero con tan pocas garantías como aquella.
Las claves, dice el think-tank con sedes en Washington o Londres, están de nuevo en la ayuda exterior a Ucrania y, también en la oposición a Putin. El factor interno. Van de la mano: si los aliados bajan la guardia y rebajan su ayuda, Moscú se agrandará. Si la mantienen alta, si ponen recursos, habrá nuevas derrotas, complicadas de justificar en casa. Hasta que eso pase, más de lo mismo que en el último mes.
El analista Andrei Piontkovsky, ruso y afincado en EEUU, explica en sus publicaciones de Twitter que los ucranianos, a su entender, pueden ser más optimistas que todo eso, porque tienen dos cosas de las que Moscú carece: “motivación” -que a veces llama “determinación” o “coraje”-, “que no tiene precedentes en la historia de la guerra moderna”, y ayuda externa, porque “Occidente finalmente ha crecido para darse cuenta de la magnitud del desafío histórico al que se enfrenta”.
Prevé que haya batalla en Melitopol y, desde allí, los ucranianos puedan alcanzar el mar de Azov, cortando suministros y comunicaciones con Crimea, la península anexionada ilegalmente por Moscú en 2014. Y sostiene que la victoria final de Kiev puede llegar en primavera si los países de la OTAN aceleran de verdad su envío de munición.
Ni el Gobierno de Zelenski maneja esos plazos.