Tras dejar la píldora superé mi depresión y recuperé el apetito sexual
Tengo 27 años y, al igual que muchas otras mujeres, poco después de tener la regla por primera vez, me recetaron la píldora anticonceptiva. Si me hubieran preguntado hace unos años, habría afirmado que nunca había experimentado efectos secundarios. Al contrario, me encantaba, porque me dotaba de autonomía reproductiva y mejoraba el estado de mi piel, que era muy propensa al acné.
Hace cinco meses decidí dejar la píldora por dos motivos: un 65% fue porque se me olvidó ir a la farmacia y un 35% porque tenía curiosidad de saber si mi cuerpo sería capaz de menstruar por sí mismo.
Resulta que, tras haber pasado media vida tomando la píldora, dejarla ha sido una auténtica revelación. Esto me ha hecho preguntarme por qué he pasado media vida tratando de convencerme a mí misma de que los síntomas mentales y físicos que experimentaba eran "naturales", incluso aunque se tratara de algunos de los efectos secundarios más comunes de la píldora.
Lo primero que experimenté tras dejar la píldora, en mi caso, la combinada, fue una suerte de despertar sexual. Nunca he considerado que sea asexual ni nada por el estilo: mi libido aumentaba con la emoción del noviazgo o después de tomarme varios chupitos de tequila. Pero pasadas unas semanas, eso cambió drásticamente: cualquier cosa hacía despertar mi instinto sexual, con una fuerza que nunca antes había sentido.
De un día para otro, mis niveles de lubricación subieron de cero a "papaya madura" y, para alguien como yo, que llevaba años sintiéndome incómoda al mantener relaciones sexuales, ya que a veces era doloroso debido a la falta de lubricación, esto era una maravilla. El cambio fue tan notorio que me llegué a preguntar si me pasaba algo, hasta que comencé a leer varios testimonios de otras mujeres cuyo deseo sexual había desaparecido por el uso de la píldora anticonceptiva.
A la par, ocurrió otra cosa curiosa. De repente me sentía feliz. Ahora mismo soy feliz sin necesidad de que ocurra algo espectacular, y estoy bastante segura de que mañana también lo seré. Dejar la píldora resultó estimulante para mi salud mental, como esa maravillosa sensación de cuando la brisa nos acaricia las piernas al ponernos pantalones cortos después de un largo invierno.
Poco después de comenzar con este método anticonceptivo, me diagnosticaron depresión, algo que no parece tan extraño si tenemos en cuenta que un estudio reciente reveló que las mujeres que toman la píldora anticonceptiva tienen un 23% más de posibilidades de tener depresión. Otros métodos anticonceptivos hormonales presentan un riesgo aún mayor.
He pasado gran parte de mi vida adulta luchando contra rachas frecuentes de depresión, cambios de humor, ansiedad, fatiga y confusión mental continua. Pero nunca me había sentido tan segura, motivada y feliz como ahora, tras haber dejado la píldora.
Además de devolverme el apetito sexual y aumentar mi positividad, dejar la píldora me ha ayudado a perder peso. No es nada especialmente significativo, ya que nunca he tenido sobrepeso pero, al igual que la mayoría de las mujeres, siempre me he preocupado en exceso por esas partes del cuerpo con un poco más de grasa. Ahora, sin necesidad de haber hecho cambios en mi dieta ni en mi rutina de ejercicio, tengo abdominales y masa muscular magra en aquellas zonas en las que antes se acumulaba la grasa.
El único inconveniente que he percibido tras dejar la píldora ha sido una leve reaparición de acné y piel grasa. Aunque resulta algo frustrante, prefiero tener que lidiar con algunos granitos si eso conlleva estabilidad emocional, energía, seguridad y deseo sexual.
Sé que no todas las mujeres pueden tomar la decisión de no tomar la píldora, y que habrá otras muchas que, aunque la dejen, no disfrutarán de los mismos beneficios (lo siento).
No me malinterpretéis: aunque mi experiencia ha sido positiva, estoy totalmente en contra de limitar el acceso a la píldora o cualquier otro método anticonceptivo. (Ya que estamos, si tenéis cualquier pregunta o preocupación en relación con este método anticonceptivo, consultad a un médico)
En mi caso, dejar la píldora ha sido fortalecedor a la par que alarmante. ¿Por qué no lo hice antes? Al igual que muchas mujeres con mi edad, he pasado gran parte de mi vida adulta bajo el efecto de hormonas sintéticas. No sabía cómo era la vida sin ellas, de modo que nunca relacioné mis síntomas con la píldora.
Tuve que lidiar con depresión, cambios de humor y falta de apetito sexual durante muchos años. El hecho de que estas condiciones sean "normales" para las mujeres se refuerza constantemente en nuestra sociedad, por lo que simplemente acepté que por naturaleza era una chica triste y sin ganas de sexo.
Con los años, me ofrecieron diferentes soluciones, como antidepresivos, terapia o lubricante. Sin embargo, nadie me hizo plantearme que la culpa de todo la tenía algo tan aparentemente inocuo como es la píldora. Y sospecho que esto le ocurre a muchas mujeres como yo.
Muchos estudios científicos demuestran que los métodos hormonales pueden tener efectos adversos, en especial entre mujeres jóvenes. No obstante, siempre se nos dice que no nos preocupemos y que es nuestra "mejor opción". Es más, a menudo, quien dice esto son hombres: médicos, científicos, políticos o nuestra propia pareja.
Llegados a este punto, cualquier intento de restarle importancia a los efectos secundarios de la píldora (independientemente de lo moderados o normales que puedan parecer) no es sino un intento sexista de robarle a las mujeres la validez de sus experiencias.
Y no sería la primera vez que la sociedad ha hecho oídos sordos a los inconvenientes de la píldora.
En los años 50, muy pocas mujeres en Estados Unidos estaban dispuestas a lidiar con los inevitables efectos secundarios de las primeras formas de píldora anticonceptiva, por lo que los científicos llevaron a cabo sus experimentos en mujeres pacientes de un centro de salud mental de Massachusetts y con estudiantes de medicina puertorriqueñas, que fueron amenazadas de expulsión si no obedecían. Incluso ante esa amenaza, muchas mujeres rechazaron participar en el estudio.
Dada la necesidad de experimentar en humanos, los científicos recurrieron a un vecindario pobre de San Juan (Puerto Rico), donde cientos de mujeres se mostraron dispuestas a probar un medicamento que les prometía no quedarse embarazadas. Nunca se les informó de que estaban participando en un experimento médico. Tres mujeres fallecieron durante el estudio y, pese a que el médico principal concluyó que la píldora tenía demasiados efectos adversos, fue lanzada al público.
La primera forma de píldora contenía 10 veces la cantidad de hormonas necesarias para prevenir el embarazo. Deberíamos estar agradecidas a esas mujeres que la probaron antes que nosotras por su sufrimiento durante las primeras fases de este medicamento. Pero, incluso a día de hoy, muchas mujeres siguen enfrentándose a una serie de efectos secundarios comunes, que incluyen cambios de humor, un descenso de la libido, náuseas, migrañas, aumento de peso y dolor en los pechos.
Aunque técnicamente las mujeres solo sean fértiles unos pocos días del mes, los hombres lo son los 365 días del año. En cambio, ha habido muy pocos avances en los métodos anticonceptivos para hombres. La última fórmula anticonceptiva para hombres tuvo un 96% de eficacia, pero el estudio se canceló. "¿Por qué?", os preguntaréis. Porque los hombres se quejaban de efectos secundarios tales como cambios de humor, acné y aumento de peso durante los ensayos clínicos, por lo que se consideró que el estudio era "demasiado arriesgado" como para seguir con él.
Cabe resaltar que las tasas de efectos secundarios durante este pequeño estudio eran relativamente elevadas en comparación con los efectos que se han registrado en el caso de las mujeres. Sin embargo, esto apesta a doble rasero.
No quiero restarle importancia al papel determinante que ha desempeñado la píldora en nuestra sociedad: nos ha dotado de autonomía reproductiva, ha preparado el camino para un aumento de mujeres trabajadoras, de educación, de salarios, y es un tratamiento legítimo para una gran cantidad de enfermedades.
Lo único que digo es que nos merecemos algo mejor. ¿Qué dice de nuestra sociedad el hecho de que ciertos riesgos graves, como la depresión, sean considerados aceptables, incluso por parte de quienes los sufren?
En mi caso, ahora es mi pareja quien se encarga de los métodos anticonceptivos, y él está más que feliz de consumar (perdón, compensar) mi nuevo deseo sexual con un gran suministro de condones.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.