Tiempo de acuerdos
El Partido Popular prefiere seguir con su política de tierra quemada, obsesionado en el cuanto peor, mejor (supuestamente para ellos).
En circunstancias tan excepcionales como las que nos están tocando vivir, la sociedad espera de sus representantes públicos grandeza, altura de miras y generosidad. Superada con todas las cautelas posibles la emergencia sanitaria por el covid-19, llega el turno de la reconstrucción para reducir al mínimo la crisis economía y social por el impacto de esta pandemia. Gobierno, patronal y sindicatos han alcanzado esta semana un pacto fundamental para la reactivación económica. No es el primero alcanzado con los agentes sociales ni será el último. El Ejecutivo que preside Pedro Sánchez apuesta firmemente y con convicción por la vía del acuerdo como fórmula para encauzar el crecimiento y la generación de empleo y como carta de presentación ante los socios europeos para desbloquear el fondo extraordinario de recuperación. España se fortalece ante Bruselas con mensajes de unidad como éste.
No jugamos mucho dentro y fuera de nuestras fronteras. Por eso, resulta indispensable la cooperación y el concierto de todos los actores de nuestro espacio público en la consecución del objetivo: salir lo más pronto y lo mejor posible de la crisis que se cierne sobre nuestro país (y todo el mundo). Es el momento de la gran política, con mayúsculas, no de los regates cortes y de gestos banales para la galería. El enorme reto que tenemos por delante nos emplaza a trabajar por el bien común sin excusas y sin descanso. A todos y todas, sin excepción.
El consenso que necesita este país se ha resquebrajado por donde siempre: la derecha política. El Partido Popular prefiere seguir con su política de tierra quemada, obsesionado en el cuanto peor, mejor (supuestamente para ellos). Están poniendo todos los obstáculos posibles en la comisión de reconstrucción que está desarrollando en el Congreso y se ha desmarcado del documento suscrito con patronal y sindicatos. A diferencia de lo que ocurre en los países de nuestro entorno, el primer partido de la oposición no se suma a los consensos básicos que España requiere, desprecia el diálogo y la unidad de acción. Además, este nuevo acuerdo suscrito por los empresarios los deja más desubicados y más al descubierto si cabe.
No cambian. Mantienen en la derecha el mismo patrón de comportamiento destructivo de siempre. Ninguno de los grandes acuerdos de la democracia se han conseguido con ellos en la oposición. Cuando están en el Gobierno exigen a los demás una responsabilidad que luego ellos no se aplican cuando cambian las tornas. Extraña manera de concebir la lealtad, que no hay que olvidar que es un camino de ida y vuelta. Esta actitud retrata la doble moral y las aviesas intenciones de la formación que comanda Pablo Casado. Han afrontado esta pandemia con el único objetivo (por suerte, fallido) de derribar al Gobierno, todo lo demás ha sido secundario en el cuartel general popular de la madrileña calle Génova. Sus urgencias particulares han desplazado en su estrategia las necesidades de este país y su ciudadanía.
Eduardo Galeano decía que en la historia de los seres humanos “cada acto de destrucción encuentra una respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación”. Si el PP no se quiere sumar al pacto que exige este momento histórico, si sigue perseverando en la crispación y la división, si insiste en dinamitar puentes y despreocuparse del reto colectivo que se nos plantea, se encontrará más pronto con tarde con el clamor y el rechazo de la mayoría de la población española, que pide cooperación y consenso. Si no quiere colaborar, lo mínimo que puede hacer es echarse a un lado y no estorbar (por ejemplo, dejando de perjudicar la llegada del fondo extraordinario europeo tan necesario para nuestro futuro). Ineluctablemente, el acto de creación (de reconstrucción) saldrá adelante bajo la dirección de este Gobierno progresista. Mal que le pese a la derecha.