Talento versus poder: El síndrome de Procusto en el fútbol
Formamos parte de una sociedad en la que no faltan individuos que tienden a condenar el talento y el éxito ajenos y para ello no dudan en tomar medidas para coartar o cortar su desarrollo en beneficio propio. Las razones de esa actitud pueden ser de distinto tipo: la envidia, el miedo a ser prescindibles, el temor a perder su cuota de poder, la prepotencia o, simplemente, la incapacidad de reconocer el talento de los miembros de su equipo. Estas actitudes son claras muestras de personas carentes de empatía, que juzgan permanentemente a sus colaboradores y que, en lugar de buscar su excelencia, merman las capacidades de aquellos, suprimen lo que no encaja en su esquema mental, e impiden que aflore la singularidad y brillantez de cada persona.
Comportamientos propios de un estilo de liderazgo débil que puede derivar en tóxico. Es lo que se conoce, desde la mitología griega, por síndrome de Procusto, un posadero que tenía una casa en la que ofrecía alojamiento al viajero solitario al que invitaba a descansar. Mientras éste dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta, Procusto la acostaba en una cama corta y procedía a cortarle las partes de su cuerpo que sobresalían; si, por el contrario, era la víctima de menor longitud que la cama, Procusto la estiraba hasta descoyuntarla para que se adaptase a la medida.
Afortunadamente, no hay muchos individuos tan desaprensivos como el personaje mitológico, aunque sí hay bastantes que se le parecen en su actitud porque mantienen un gran empeño en agradar a los demás. Pero al interactuar durante un tiempo con ellos nos damos cuenta de que es mejor no tenerlos muy cerca. Son individuos que, al principio, muestran su mejor actitud y comportamiento pero luego pretenden que los que les rodean se sometan a sus órdenes y pensamientos para alcanzar sus intereses, o les coartan su creatividad y talento para evitar que les hagan sombra, de la misma forma que Procusto adaptaba el tamaño de sus víctimas al de la cama.
El síndrome de Procusto está en todos los ámbitos de la vida: educacional, familiar, político, laboral y, cómo no, también en el deportivo, donde no escasean conflictos que surgen al abrigo de este síndrome, que tienen como protagonistas a presidentes, entrenadores y a los propios deportistas. Recordemos a este respecto la relación entre Guardiola y el expresidente azulgrana, Sandro Rosell. Era público y notorio que al expresidente le importunaba el protagonismo y la notoriedad de Guardiola como estandarte del barcelonismo, así como asumir que el presidente más votado en la historia del Barça estuviera a la sombra de su entrenador. Es factible pensar que para tener el club a la medida que deseaba, Rosell mantuviera esa mala relación para que, finalmente, Guardiola se viera, de alguna manera, forzado a abandonar el FC Barcelona.
Otra tumultuosa relación que podria explicarse en términos del síndrome de Procusto fue la de Mourinho y André Villa-Boas. Contratado por Mou para trabajar con él en el Oporto, Villa-Boas lo siguió a Londres y a Milán, donde pidió a Mourinho más responsabilidades, a lo que éste se negó y provocó el regreso del colaborador al Oporto donde cosechó enormes éxitos deportivos, a pesar del boicot y del desprecio público de Mourinho a su buen trabajo.
Sin embargo, los peores conflictos "Procustos" los encontramos entre entrenadores y jugadores. Son muchos los casos de deportistas que han dejado el equipo como consecuencia de la envidia del entrenador por el protagonismo de su jugador, aunque también se da la situación inversa cuando el jugador tiene de facto más poder que el entrenador. Y Mourinho nuevamente nos sirve de ejemplo, esta vez por las muestras de soberbia que dejó en su paso por el Real Madrid. Bien conocidos fueron sus desencuentros con varios jugadores de la plantilla, entre ellos Casillas y Ronaldo. Mientras que al primero fue, poco a poco, amputándole su cuota de poder hasta finalmente sentarlo en el banquillo de los suplentes, con el segundo encontró la horma de su zapato. Fue el jugador quien adoptó el papel de Procusto y Mourinho el de víctima propiciatoria, al no satisfacer las exigencias del delantero en cuanto a estilo de juego.
Pero también se dan situaciones similares entre jugadores, como la salida de Ibrahimovic del FC Barcelona por presuntas presiones de Messi para lograr adecuar el sistema de juego a sus deseos, al que finalmente accedió Guardiola.
El problema de los "Procustos" que hay en el mundo del fútbol, y en otras esferas profesionales, es que, tarde o temprano, ellos mismos terminan siendo las víctimas del síndrome pues, normalmente, las medidas que adoptan en aras de su beneficio personal suelen ser contrarias al interés del equipo. Ahora bien, siempre puede haber quien admire sus reprochables formas de adocenar un equipo a un esquema mental previo y, de ahí, que muchos de ellos salgan de un equipo para ser fichados por otro, haciendo de Procusto un paradigma de nuestro tiempo.