¿Se avecina una nueva crisis?
La economía española desacelera. Pese a poseer unos niveles de crecimiento superiores a la media de la UE, la brecha de crecimiento se está reduciendo progresivamente. La pregunta es: ¿Qué está haciendo el Gobierno para evitarla?
Muchos son los titulares en estos días alertaban sobre una futura recesión económica mundial. La economía mundial continua su crecimiento, pero muchos de los países que lideran y aportan a ese crecimiento ya comienzan a mostrar signos de desaceleración económica. Casos como el de Estados Unidos y la curva de tipos invertida, o China, con un exceso de deuda externa, parecen indicar una inminente recesión económica global, aunque ahora vamos a centrarnos en España.
Si bien España sigue mostrando un crecimiento superior a los países de la Zona Euro, signos como las ventas minoristas y mayoristas, las cuales se han reducido contrastablemente con el mes pasado; o signos como el sector líder de la economía española, el turismo, el cual se ha reducido en un 5% frente al año pasado; o por otro lado, la fuga de capital y empresas por las tensiones con Cataluña y la incertidumbre en el escenario político, son una serie de indicadores que muestran una desaceleración en la economía española.
Como digo, pese a continuar con una media de crecimiento muy superior al resto de países que conforman la Unión Europea, esta brecha de crecimiento es cada vez menor. La economía española se está desacelerando y esto ha comenzado a alarmar a muchos economistas, que miran aterrados una inminente crisis económica en España.
Peor es el caso si miramos a la confianza económica en España, pues pese a no caer por debajo de los 100 puntos, en los últimos meses ha registrado su peor lectura desde el año pasado. Este indicador muestra cómo la ciudadanía comienza a ver una economía española vulnerable y debilitada. Algo obvio si entendemos que el sentimiento en España y la percepción de una mayoría de la ciudadanía es que todavía seguimos sin salir del escollo que provocó la crisis de 2008.
Aunque sea cierto y la economía española, con motivo del ciclo económico, esté comenzando a debilitarse, hay signos, como el empleo, que pese a apreciarse una ralentización en la economía, no podemos achacarlos como muestras empíricas de una desaceleración económica. A la finalización del mes de agosto, la destrucción de empleo ha sido tremendamente abultada, rompiendo máximos históricos. No obstante, no debemos olvidar que estamos hablando de que el sector que más empleo demanda durante los meses de julio y agosto, a su vez, es el sector con mayor estacionalidad en el empleo; es decir, el empleador que más demanda de empleos tiene durante los meses de verano, también es el empleador que más contratos de corta duración posee.
No es nada nuevo que hablemos de cuáles son los meses de mayor actividad económica para el sector turístico en España. Con el cierre del verano, la actividad económica en el sector turístico español cae notablemente, en comparación con los meses de verano. Por ello, y como siempre ha ocurrido en España, el mes de septiembre siempre ha sido un mes en el que el empleo se ha visto gravemente perjudicado.
Como digo, justificar una futura recesión económica por una destrucción de empleo en el sector servicios en España y en el cierre de agosto, por muy abultada que sea esa destrucción, no es una muestra clara de que se avecina una crisis. Sin embargo, otros datos que, pese a tener un mayor impacto en la economía española, no se toman en cuenta, sí pueden estar augurando una recesión, mientras el Gobierno mira a otro lado.
Sí, es la deuda de lo que hablo. Una deuda externa que posee España y que sobrepasa el 100% de nuestro Producto Interior Bruto (PIB). Una deuda que nos persigue y que, pese a ser advertidos por la Unión Europea por sobrepasar el ratio de deuda que permite el tratado de estabilidad de la UE, sigue sin reducirse y sin encaminarse al objetivo de déficit. Muchos economistas hablan de la deuda como si fuese el menor de los problemas, diciendo abiertamente que un incremento ilimitado de la deuda no es un problema para la economía nacional.
Hablar de la deuda de un modo tan irresponsable como lo hizo Eduardo Garzón, el responsable económico y hermano del líder de Izquierda Unida, es una completa barbarie, así como una irresponsabilidad. Estamos hablando del inicio de una futura recesión económica y, en lugar de idear planes de contingencia y elaborar un colchón financiero como sugería el Fondo Monetario Internacional (FMI), este aboga por seguir engordando nuestra deuda desmedidamente, con el único fin de seguir aplicando políticas expansivas.
Esto es una completa barbarie para le economía nacional. Estamos hablando de la deuda pública, del dinero con el que se financia nuestro país, y en lugar de aplicar políticas que aboguen por una austeridad y por una reserva monetaria para poder hacer frente a una recesión, se está proponiendo el engrosamiento de una deuda que únicamente traerá consigo problemas de refinanciación, de incremento en la prima de riesgo y de escasez en el supuesto que se dé un nuevo contexto de crisis económica.
En resumen, mientras vemos cómo la economía española decrece y la actividad económica se reduce, el Gobierno sigue centrando sus esfuerzos en la destrucción de empleo, dejando la deuda como un tema secundario. Esto nos va a pasar factura en el futuro, pues ante posibles shocks económicos, los países con una elevada deuda se van a ver más vulnerables, así como afectados, por estos determinados sucesos económicos.
En fin, tampoco nos podemos sorprender, pues seguimos viendo un Gobierno que, en lugar de preocuparse por lo verdaderamente importante del aspecto económico del país, sigue centrando gran parte de su atención a la destrucción del Valle de los Caídos, así como la exhumación del cadáver del dictador. Pero bueno, como decía Thomas Sowell, "se ha mezclado la economía y la política, mientras hay muchos políticos que no saben de economía". Una realidad muy apreciable en nuestro país, indistintamente del partido político al que pertenezcan.