Revacunar contra la covid será necesario, lo que nadie sabe es cómo y cuándo

Revacunar contra la covid será necesario, lo que nadie sabe es cómo y cuándo

No hay consenso científico ni ideológico sobre los siguientes pasos contra el coronavirus, mientras los datos en España se acercan ya a la inmunidad de rebaño.

skaman306 via Getty Images

Dos declaraciones, una mundial y otra doméstica, han reabierto el debate sobre el futuro inmediato de las vacunas contra el coronavirus. La primera, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ruega a los países con altos ingresos una moratoria, al menos hasta finales de septiembre, para administrar una tercera dosis de refuerzo de las distintas fórmulas autorizadas, con el fin de asegurar las primeras dosis a países de ingresos bajos. La segunda viene de boca de la ministra de Ciencia, Diana Morant, quien ha confirmado que nos tendremos que vacunar “muchas más veces” contra el SARS-CoV-2. No sabemos cómo ni cuándo, pero el blindaje es aún insuficiente.

Hace dos semanas, en Onda Cero, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, dijo que “nos tendremos que vacunar cada año y todo apunta a que será necesaria una tercera dosis de refuerzo”. El viernes, de nuevo Morant confirmó que no habrá tercera dosis hasta que la ciencia lo recomiende, pero ya la presidenta de la Comunidad de Madrid, la conservadora Isabel Díaz Ayuso, estaba afirmando que es partidaria de una tercera dosis “a los grupos vulnerables, acompañando la campaña de la gripe”.

¿Cómo lo hacemos, entonces? ¿Por qué vía apostamos? ¿Qué es lo necesario, lo científicamente razonable, lo humanamente justo en la revacunación? Cuando España ronda el 60% de población completamente vacunada y aspira a sobrepasar el ansiado límite del 70% al final del verano -lo recomendado por la Unión Europea-, tiene el reto de diseñar el resto del sistema de protección: los menores, las posibles terceras pautas para ganar en cobertura y si es o no necesaria una vacunación anual para combatir el virus. El mismo desafío que tiene todo el mundo desarrollado y para el que, a día de hoy, no hay ni respuestas ni escenarios claros.

Sin embargo, los expertos coinciden: no hay datos concluyentes que permitan dibujar una estrategia perfecta, que confirmen que esas son las apuestas acertadas. El virus es demasiado nuevo, las vacunas están recién estrenadas si las comparamos con el rodaje ordinario de otros compuestos y no hay pruebas de inmunidad que constaten hasta dónde dura la protección de las fórmulas, cuándo se acaba y con qué frecuencia hay que volver a inyectarlas.

Margarita Cañizares, doctora especialista en Atención Primaria y antigua coordinadora de campañas estacionales en el área sanitaria de Sevilla, reconoce que la pregunta de si hace falta un tercer pinchazo y, sobre todo, si tendremos que ir al ambulatorio año a año a por la vacuna, es “una cuestión que la ciencia está ansiosa por responder pero, hoy por hoy, no puede hacerlo”. “Sabemos que con el paso del tiempo hay una disminución en la protección de los vacunados, no sólo con las vacunas disponibles en España [Moderna, Pfizer, Janssen y AstraZeneca], sino con las autorizadas en otros lugares, como la rusa o la china”, reconoce.

“Los datos indican una fuerte inmunidad al menos en los primeros meses después de la vacunación, lo que indica la posibilidad de una fuerte inmunidad a largo plazo. Se habla de al menos seis meses de protección, otros estudios preliminares dicen 12, pero eso ya es afinar con pocos datos, realmente. No sabemos los plazos. Lo que sí sabemos es que tenemos vacunas buenas y fiables y, por tanto, deberían ser duraderas, pero concretar más es temerario ahora”, argumenta.

Explica Cañizares que, aparte de la la duración de la inmunidad, hay otro factor esencial para determinar la frecuencia optima de las vacunaciones: “la necesidad de actualizar el contenido de las fórmulas ya disponibles ante mutaciones”. Los laboratorios están pendientes de las nuevas delta o lambda para adaptar las vacunas, sin que haya habido por ahora necesidad de alterar las fórmulas clásicas, por así llamarlas, porque funcionan en un elevado porcentaje.

La médica no descarta la necesidad, cuando se aclaren los estudios, de una dosis extra de recuerdo, algo nada inusual en el mundo de la inmunización. Por ejemplo, la vacuna contra la gripe necesita un refuerzo cada año, y la vacuna contra la difteria y el tétanos, cada 10 años. Esperanzada, confía en que lo que hoy es un mal endémico se convierta en uno “erradicado o casi”, como ocurre con el sarampión o la polio. “Se va lo más letal, queda lo más residual. Ese es el escenario más previsible”.

“Ahora mismo, los primeros estudios sostienen que las vacunas presentes son suficientemente efectivas para las variantes nuevas y tenemos una cosa clara: lo que nos han suministrado hasta ahora las farmacéuticas está sirviendo para lo importante: salvar un estadio de enfermedad grave, de hospitalizaciones y de muertes. Los casos de reinfección han sido anecdóticos”, constata. 

Esta semana se ha conocido un informe español que afirma que los anticuerpos efectivos contra el coronavirus permanecen estables siete meses después de haber pasado la infección. El 71% de los participantes en un estudio de ISGlobal, que habían pasado la infección de forma leve o asintomática, conservaban niveles estables de anticuerpos neutralizantes al terminar ese periodo.

La OMS explica que hay estudios que llevan dos años -como el que desde diciembre está llevando ya a cabo Pfizer, con una muestra fundamentalmente israelí- hasta determinar “preliminarmente” lo que protege o no una vacuna en el tiempo. Los niveles, añaden, dependen de dos factores: las defensas de cada persona y la carga viral que se recibe. Y no sólo hay que reparar en los anticuerpos, sino en los llamados linfocitos t, que destruyen las células infectadas.

Hasta que los investigadores sepan con certeza cómo medir la inmunidad inducida por la vacuna, no habrá un camino claro. Una primera decisión, más sencilla, puede ser la de apostar por una tercera dosis que aumente la protección en personas especialmente vulnerables, pero desde luego, por ahora, no de forma generalizada, como sí pide Pfizer, lo que levanta sospechas sobre movimientos especulativos por parte de las farmacéuticas. La firma ha pedido permiso para dar esa tercera dosis en EEUU e Israel -donde ya se está poniendo a los mayores de 60 años-.

Con las estimaciones de beneficios de las farmacéuticas al alza, pese a que apenas estén suministrando a países pobres (11% de las dosis de Pfizer, 0,3% de las de Moderna), el debate ideológico es tan importante como el puramente médico. Expandir la cobertura todo lo posible, aunque no sea total, o mejorar hasta el máximo el blindaje en quien se lo puede pagar.

La Comisión Europea ha despejado el camino de la tercera dosis al atribuir la decisión a cada Estado, y limitarse a sugerir tener en cuenta las evidencias científicas, pero algunos países del club comunitario como Alemania y Francia, o desde fuera, como el Reino Unido, ya han anunciado el inicio en septiembre de una nueva ronda de vacunaciones. La protección de los de casa pesa sobre el bien general.

Un poco para todos

El virólogo belga Marc van Ranst sostiene que “no hay evidencias” de que esa tercera pauta sea “absolutamente necesaria hoy” y menos “para toda la población”, pero sí abre la puerta a inyecciones puntuales, revisando caso a caso y poniendo el foco “en mayores y personas con dolencias severas” en las que incluso un covid-19 leve puede causar problemas serios.

Durante los próximos años, dice, necesitaremos vacunas “para hacer frente a las variantes problemáticas que surjan y ayudar al sistema inmunológico de las personas a recordar el virus”, pero, “no necesitaremos un pinchazo anual, ya que nuestros cuerpos acumularán suficiente memoria inmunológica para combatir el virus”.

“A lo largo de la vida, se establece una memoria inmune en el cuerpo, por lo que cada enfermedad contra la que se lucha crea, en un grado mayor o menor, un recuerdo de esa pelea y de lo que se debe hacer si aparece de nuevo (...). Eso significa que, cuando vuelva a encontrarse con la enfermedad, lo más probable es que su sistema inmunológico recuerde dicha pelea y responda mejor y sea más rápido. Por lo tanto, la infección no puede causar tanto daño antes de que el sistema inmunológico pueda superarla”.

En el caso de los mayores, su sistema inmunológico depende más de la memoria. “Para cuando su sistema inmunológico se ha dado cuenta de que no puede recordar cómo luchar contra el covid, el virus se ha escabullido y ha causado estragos. Por eso pensar en una dosis más para ellos no está mal”, asevera. Sin embargo, asume que, salvando esos casos, lo primordial es “una vacunación lo más masiva posible en el menor tiempo posible”, esto es, aboga por reducir las desigualdades de vacunación en el mundo, en el que el 80% de las dosis se han inoculado en países de ingresos medios o altos, mientras en África, por ejemplo, se llega sólo al 2% de la población.

“Necesitamos construir una memoria inmune colectiva, para todos en el mundo, para recordar el virus en todo el planeta y frenarlo. Algunas inyecciones para reforzar o lidiar con nuevas variantes pueden estar bien, pero es “urgente” una protección global, porque “es bueno para todos, en este mundo globalizado”.

“Hay muchos países que aún no han logrado ni vacunar a sus mayores”, se duele. Es uno de los argumentos de la OMS para que se dé prioridad a estos estados menos poderosos. “Necesitamos priorizar a los grupos de población en el orden adecuado para que la vacunación tenga el mayor impacto posible. Hay que decidir desde una perspectiva global y considerando que la prioridad deben tenerla los grupos de mayor riesgo”, explicaba ayer la responsable del Departamento de Inmunización de la OMS, Kate O’Brien.

Así, ante estos avances que los países con más ingresos quieren hacer para guardarse las espaldas, la entidad pide esperar, como mínimo, hasta septiembre. En paralelo, intenta avanzar con su programa COVAX, una iniciativa de colaboración mundial para acelerar el desarrollo y la producción de pruebas, tratamientos y vacunas contra el coronavirus y garantizar el acceso equitativo a ellas. El plan, por ahora, espera cubrir el 20% de la población mundial.

Nuestros compañeros del HuffPost Uk han planteado preguntas similares sobre el futuro de la vacunación a Daniel Altmann, inmunólogo del Imperial College de Londres, y su lectura de la situación es similar a la de sus colegas española y belga. Las vacunas existentes son “realmente potentes”, dice y, por los datos que ha visto, esperaría que cualquier persona completamente vacunada (es decir, alguien que haya recibido dos dosis o la monodosis de Johnson & Johnson) esté protegida durante dos años “como mínimo”.

“En términos de variantes actualmente conocidas, la evidencia actual nuevamente es que cualquiera que reciba dos dosis de vacuna tiene cobertura suficiente”, concluye, contundente.

Para saber cómo actuar en el futuro inmediato se necesitarán datos exactos sobre esa protección y sumar tres factores más sin los que proyectar una política sanitaria se asemejará a echar las cartas o consultar una bola de cristal: hay que ver el número de vacunados en el mundo para ver cómo se puede transmitir el virus, hay que analizar la evolución de esos virus y hay que vigilar los rebrotes, ver los tipos y en qué tipo de poblaciones se dan, ahonda.

España, dentro de la UE, tiene garantizadas sus partidas de vacunas, a dos o una dosis según firma, para 2022 y 2023, a través de contratos firmados con Pfizer/BionTech y Moderna que garantizan la producción y entrega en tiempo y forma y con componentes esenciales fabricados en Europa. Con Jansen y AstraZeneca no se han renovado. Bruselas incluye en sus nuevos contratos la posibilidad de vender o donar viales que no se necesiten a países no comunitarios que lo necesiten, a través del sistema Covax.

Este mismo jueves, el ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, ha anunciado en sus redes sociales la entrega de dosis a Perú, Paraguay, Guatemala o Nicaragua. Una mirada fuera que pone en contexto el peso que la pandemia supone más allá de nuestros ombligos.

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.