Ramoncín: el que sabe, puede

Ramoncín: el que sabe, puede

La vida de José Ramón Julio Márquez Martínez cambió el día que decidió contestar a un anuncio en una revista: “Se busca cantante para grupo de Vallecas".

El cantante Ramoncín en un evento en 2016.Eduardo Parra via Getty Images

Aunque a los 16 ya había formado un grupo en su barrio, la vida de José Ramón Julio Márquez Martínez, Ramoncín, cambió el día que decidió contestar a un anuncio que el guitarrista Jero Ramiro había publicado en la revista Disco Express: “Se busca cantante para grupo de Vallecas. No importa que sea muy bueno, pero que se lo monte bien en el escenario”. Apenas dos años después, en 1978, ya era un personaje popular. Todavía lo sigue siendo.

Tras más de cuatro décadas de carrera, la mirada del cantante madrileño sobre lo que ocurre a su alrededor no ha perdido ni una dioptría. Quizás porque, a pesar del tiempo transcurrido, las cosas no han cambiado tanto. Su canción El rey del pollo frito es un un buen ejemplo, aunque mucha gente no hiciera una lectura correcta de la letra cuando se publicó en el disco Ramoncín y W.C.?

“Hubo quien se quedó con el título y me lo atribuyeron como apelativo”, explica. “Al principio me molestaba bastante, luego me sirvió para distinguirme. Hoy en día, si escribiera esa canción, tendría que utilizar el plural porque personajes como Trump, Putin o Bolsonaro son los que describía la canción en el año 78”.

De las ocho composiciones de aquel álbum, la mayoría retrataban con acidez la España de la Transición: Paga a tu hombre, sobre el machismo; Noche de cinco horas es el relato del asesinato de una mujer; El loco de la calle larga, describe la situación de los enfermos mentales; El rey del pollo frito tiene al populismo de fondo y Marica de terciopelo, denuncia la homofobia.

“De todas, la que pensé que podía tener más controversia fue Marica de terciopelo, pero como Francisco Umbral y Gonzalo Torrente Ballester escribieron que era un espectacular poema en métrica libre y que se veía que lo había escrito alguien que debía pasarse la vida leyendo a Baudelaire, no hubo tanto lío. Hoy en día dudo de las posibilidades que tendría un chaval de 22 años para ir a cantarla a un programa de televisión con una audiencia de 18 millones de personas”.

Con un rombo pintado en su ojo derecho, el pelo mucho más corto de lo habitual en esa época, vestido de negro, Ramoncín alcanza la popularidad en poquísimo tiempo. Una aparición en el programa Dos por dos que presentan Mercedes Milá e Isabel Tenaille, termina por auparle a a la fama.

“Ahora es muy difícil impactar de esa manera, abres tu ordenador o tu teléfono y pinchas en lo que interesa. Entonces no. En marzo del 78, te metían directamente en las casas. Mientras la gente cenaba aparecía un tipo cantando y dedicando su actuación a los que estaban en la cárcel porque todavía no se había aprobado la Constitución. A la mañana siguiente, todo el mundo sabía que existías. Nada más salir en la tele fuimos a tocar a París durante una semana. A la vuelta, paramos en Fuentarrabía, entramos en un txoko y se hizo un silencio… Me habían reconocido. Fue algo muy impactante. Durante algún tiempo tuve que salir a la calle con unas gafas y un bigote a lo Groucho Marx. Luego me di cuenta de que era una gilipollez, que lo mejor era ir por la calle con la cabeza bien alta”.

Tras Barriobajero, su primer disco en solitario, en el que también debuta como productor, Ramón ficha en 1981 por Hispavox. La que durante los 60 y 70 había sido la discográfica más importante de España inicia, bajo la dirección de José Luis Gil, una profunda renovación de su catálogo, con la incorporación de Alaska y Los Pegamoides, Radio Futura o Nacha Pop.

“Hispavox arrastraba mucho prestigio. Por allí andaba todavía gente como Rafael Trabucchelli. La compañía y yo nos entendimos perfectamente. Convivíamos dos generaciones. Por los pasillos te encontrabas con Raphael y con Nacha Pop. Las primeras grabaciones de Luz Casal las hizo allí. Me dejaron el estudio una noche y produje cuatro temas que luego no les gustaron aunque con los años acabaron fichándola. Había un ambiente estupendo, sobre todo si eras una persona tan inquieta como yo…”.

El debut con la compañía de la calle Torrelaguna no puede ser más prometedor. Para muchos críticos, Arañando la ciudad sigue siendo el mejor trabajo de Ramoncín.

“No estoy de acuerdo. Es muy relativo. Aparte de Hormigón, mujeres y alcohol, había maravillosas canciones, que sigo tocando en directo como Ángel de cuero o Reina de la noche, pero la producción deja mucho que desear. Sin embargo, es el sonido de aquel momento. Comprendo que fue un impacto, un disco muy elaborado, con una campaña de promoción de la hostia, una portada preciosa… Sin embargo, no soporta que se diga que fue el mejor de mi carrera. En el último, por ejemplo, hay temas mejores. Creo que es una reducción del arte que no me ha gustado nunca”.

Entre 1978 y 1990, el artista publica una docena de discos, dos libros, actúa en una obra de teatro y en cuatro películas y recorre varias veces España. Incluso ha conseguido que el mítico Brian May tocara en Como un susurro. Llega el momento de plantearse un cambio en el ritmo de trabajo.

Con un poco de suerte, ahora se venden 4.000 copias y se llega al número uno con 2.500

“De pronto un día te preguntas: ¿acaso formo parte de una cadena de montaje? Era imposible seguir haciendo las cosas así. Paré en el 92 después de vender casi 400.000 copias de Al límite, vivo y salvaje, un doble disco en directo. Una locura. Con un poco de suerte, ahora se venden 4.000 y se llega al número uno con 2.500. A partir de ahí, hice televisión, presenté el programa Lingo y compuse el álbum Miedo a soñar. Desde entonces, solo grabo canciones cuando tengo algo que decir. No porque esté de moda o porque se vaya a vender más, sino porque tenga algo que contar. Esa es ahora mi norma”.

Algunas de sus opiniones le han situado más de una vez en el ojo del huracán, en el centro de la polémica. Consciente de que no se puede gustar a todo el mundo, Ramoncín considera un halago que lo tachen de controvertido.

Esa es la finalidad del arte. ¿Qué significa que eres controvertido? Que provocas debate, una conversación entre la gente, unos a favor y otros en contra, sobre lo que haces. Creo que no conozco ningún artista que no haya sido controvertido. Menos mal”.

De no haber contestado aquel anuncio en Disco Express, probablemente sería astrofísico porque le entusiasma el estudio del Universo, hasta el punto de preguntar de vez en cuando a sus amigos: ”¿Sabéis a qué velocidad gira la Tierra alrededor del Sol?”. Siempre ha observado con detalle todo lo que ocurre a su alrededor. De joven, devoraba los tomos de la colección Los Juglares de la Editorial Júcar, la revistar Star, o los autores de la Generación Beat. Ramoncín sigue sin perder esa curiosidad porque, como solía repetir su abuelo, el que sabe, puede.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).