Que reciban la segunda dosis, pero en la cárcel
Si hubiera malversado el dinero que ha costado la compra de sus 460 vacunas es probable que estuviéramos hablando de un delito.
Quiero saber el nombre y apellidos de la persona que ha retrasado su vacunación debido a que Manuel Villegas se coló en la fila y le quitó la vacuna. No ha sido el consejero de Salud murciano el único que lo ha hecho, pero como al saltarse la cola dijo “por mí y por todos mis compañeros” -y sus compañeros no eran los de la partida de mus, sino cuatrocientos sesenta funcionarios de su departamento-, permítaseme personalizar en él lo que han hecho alcaldes, concejales y consejeros de toda edad, partido y vulnerabilidad. Solicito una mínima investigación periodística, para que el titular no diga “Manuel Villegas recibe la vacuna antes de tiempo”, sino “Gabriel García, de 85 años, retrasa su vacunación por culpa de Manuel Villegas”, “El consejero de Salud murciano provoca que Rosario Martínez aún no haya sido vacunada” o simplemente “Manuel Villegas le roba la vacuna a Dolores González”.
Porque en este caso sí es posible saber la persona concreta perjudicada por la corrupción del consejero del PP. En la corrupción económica habitual es más complicado trazar una línea directa que una al ladrón con su víctima; todos recordamos esa cumbre de la economía política que sentenció Carmen Calvo: “manejamos dinero público, y el dinero público no es de nadie”. Pero en este caso esas vacunas, como las balas en las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, sí llevaban un nombre escrito: concretamente el de una persona que la necesitaba para proteger su salud más que Manuel Villegas, y que ahora deberá esperar para recibir el vial un tiempo que al consejero le pareció inasumible para él mismo. “No, es que eran vacunas que sobraban”, se ha dicho. ¿Vacunas que sobraban? ¿“Vacunas” y “sobrar” en la misma frase en medio de la tercera ola? ¿Hemos perdido la vergüenza?
Es curioso: si Manuel Villegas hubiera malversado el dinero que ha costado la compra de sus cuatrocientas sesenta vacunas es probable que estuviéramos hablando de un delito. Como lo que ha malversado son las cuatrocientas sesenta vacunas una vez compradas, la falta sólo ha tenido responsabilidades políticas. Y ni siquiera las han pagado todos los que han actuado igual. Una vez más: la pandemia está siendo la prueba del algodón que nos permite saber si vivimos en el salvaje Oeste o si España, a pesar de todo, resulta ser al final una sociedad. No es una guerra, pero debemos actuar como un ejército. Ignoro si existe fuera de la justicia militar el delito de traición, pero aquí y ahora, a 23 de enero de 2021 en España, pocas palabras califican mejor a estos gobernantes públicos que “traidores”. Y a los traidores se les hace algo más que aceptar sus dimisiones o cesarlos.
Al calor de este escándalo se ha desatado un interesantísimo debate moral: ¿debemos permitir que estos políticos reciban quince días después la segunda dosis, o, por el contrario, han de volver a su lugar en la cola y recomenzar su proceso de inmunización con una nueva primera dosis cuando les toque? Hay argumentos de peso en cada una de las dos posturas. Pero me atrevo a proponer una solución que puede desatascar la cuestión. Permitamos que Manuel Villegas reciba su segunda dosis, ¡pero en la cárcel!, -instalaciones en donde deberán permanecer hasta que el último ciudadano español, el que cierre la lista de los cuarenta y siete millones, haya recibido su segunda dosis-. Sólo entonces se le permitirá reintegrarse en la sociedad para realizar alguna actividad laboral, de tipo privado, claro, habida cuenta la inhabilitación eterna para ejercer cargos públicos que debería pesar sobre él.