¿Qué pasa en el sur de Ucrania? La posible nueva fase del conflicto
El aumento de la presión ucraniana en las zonas ocupadas del sur del país y el ataque a una base aérea en Crimea disparan las hipótesis sobre una contraofensiva de Kiev.
Bombazos en el patio trasero. Eso es lo que ha supuesto el ataque contra la base militar de Saki, en Crimea, el pasado 10 de agosto. La península fue anexionada por Rusia en 2014 tras un referéndum no reconocido internacionalmente y, hasta la fecha, había permanecido al margen del conflicto armado. Ahora parece que las cosas han cambiado.
El Ministerio de Defensa de Rusia se apresuró a informar en un comunicado que la explosión tuvo lugar en “un área de almacenamiento protegida” debido a un accidente, y que no había dañado ninguna aeronave ni causado víctimas mortales.
Pero en el siglo XXI es difícil que un comunicado pueda sustituir a los hechos. Las imágenes captadas por un satélite de la empresa Planet Lab mostraron que, al menos, siete aviones habían sido destruidos o seriamente dañados. El Instituto de Estudios para la Guerra (ISW por sus siglas en ingles), un think tank que monitorea el conflicto desde su inicio el pasado 24 de febrero, elevó la cifra a ocho.
La autoría del ataque aún es un misterio. El ISW ha confirmado que las armas ucranianas no tienen el rango de alcance suficiente para golpear Crimea, y se descarta que la Fuerza Aérea Ucraniana haya podido penetrar tanto sobre las zonas ocupadas por Rusia. La Agencia EFE, citando al New York Times, afirmaba este jueves que lo más plausible es que el movimiento hubiera sido llevado a cabo por fuerzas partisanas ucranianas.
Los turistas de Crimea, uno de los destinos de recreo favoritos de los rusos, comenzaron a huir en masa y no tardaron en colapsar las carreteras de vuelta a casa. La guerra llegó este miércoles a la península, y podría suponer mucho más que unas vacaciones truncadas.
¿Contraofensiva ucraniana?
Mientras que en el este los rusos continúan avanzando, aunque a un ritmo lento, los ucranianos podrían estar preparando algo en el frente sur de la contienda: concretamente en Jersón. En declaraciones a la revista Politico, dos oficiales del Gobierno aseguraron que el ataque en Crimea suponía el pistoletazo de salida para una contraofensiva que lleva semanas anunciándose.
Esta teoría gana fuerza si se analizan los informes del ISW sobre lo que ocurre en esa provincia sureña. Desde hace semanas, las tropas de Ucrania han mantenido una presión constante en ese frente, que fue uno de los primeros en ser conquistados por Rusia al principio de la invasión.
Las comunicaciones interceptadas a soldados rusos por los servicios de inteligencia ucranianos mientras hablaban con sus familiares desde esa zona dan fe de una fuerte confrontación. “Hace una semana, nuestro comandante de la compañía y su adjunto resultaron heridos, no se salvaron. Sus cuerpos fueron puestos en bolsas y enviados a alguna parte”, narraba un militar a su madre, según EFE. Al mismo tiempo, se quejan de la falta de órdenes claras por parte de sus superiores y de que hay “muchas víctimas” en el frente.
Los bombardeos contra depósitos de munición rusos y sus líneas de suministros se han intensificado en los últimos días, en lo que se entiende como una maniobra para debilitar a las tropas antes de lanzar la contraofensiva. En estos bombardeos estaría jugando un papel importante el armamento occidental, según el ISW, como las baterías de artillería HIMARS que Estados Unidos ha empezado a entregar a Kiev.
Los efectos de estos ataques ya se dejan notar, y según el ISW, aunque no se sabe cuándo empezará el ataque a gran escala, el desgaste en el liderazgo y la logística es más visible. Los rusos se han retirado de las primeras líneas en algunos puntos hacia posiciones defensivas.
Desde el principio de la invasión, Ucrania acabó con la vida de muchos altos mandos rusos debido a que se mantenían cerca del frente de batalla. Ahora, los oficiales están retirándose y cambiando la localización de sus centros de operaciones con el fin de permanecer fuera del alcance de los temidos HIMARS.
Equilibrismo arriesgado
Rusia ha sufrido, según cálculos del Pentágono recogidos por EFE, entre 70.000 y 80.000 bajas entre muertos y heridos desde que comenzó la invasión. Por contra, sigue teniendo un vasto poderío militar, y según el ISW el Kremlin recluta soldados sin descanso para suplir las pérdidas, a costa de que estas tropas tienen un entrenamiento y equipamiento más deficiente que el de los soldados profesionales.
Una ofensiva victoriosa en el sur supondría un balón de oxígeno para Kiev, que observa cómo pierde, poco a poco, el territorio que le queda en el Donbás, en el frente este del país.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, necesita esa victoria como agua de mayo para poder demostrar ante los suyos y ante el mundo que con el armamento occidental Ucrania es capaz de hacer retroceder a Rusia.
Supondría además un cambio en la iniciativa bélica, ya que Rusia seguramente tendría que invertir recursos en confrontar el avance ucraniano, que podría poner en peligro la predominancia rusa en el Mar Negro y amenazar el corredor terrestre entre Crimea y la Federación.
Pero si se descuida el frente del Donbás y la contraofensiva ucraniana queda en agua de borrajas, el presidente ruso Vladimir Putin podría conquistar lo que resta del Donbás ucraniano y anotarse un tanto político importante.
Putin echó su suerte al ordenar el comienzo de la “operación militar especial” que arrasa a sangre y fuego el país vecino. Ahora es a Ucrania a quién, de una u otra manera, le toca decidir si cruza el Rubicón.