¿Qué ha pasado y qué pasará con Corea del Norte?
Ya no hay ningún género de duda respecto al enorme peligro que supone la intensa actividad nuclear de Corea del Norte. Si antes la preocupación de los Estados Unidos se limitaba a la seguridad de sus aliados y bases en la región, ahora la mayor potencia mundial se preocupa sobre todo por su propia población, ya al alcance del arsenal nuclear del régimen norcoreano. Y, si bien es cierto que no existen datos fidedignos sobre si Corea del Norte dispone de todos los elementos necesarios para lanzar el fatídico misil, diversas fuentes confirman que con él el régimen podría incluso llegar a devastar la ciudad de Nueva York, entre otras.
Por más que parezca un tanto insólito, el régimen de Corea del Norte solo está negociando. Lo cierto es que la negociación no tiene por qué llevarse a cabo en una mesa ni mucho menos implicar largas horas de diálogo, pues esta no consiste en convencer a nadie de la propia posición sino más bien en trabajar para que la mejor alternativa para la otra parte sea exactamente la que conviene a la primera. En este caso, con el desarrollo de un arma nuclear de estas características, Corea del Norte suprime la efectividad de todas las posibles opciones de los Estados Unidos o de la comunidad internacional de doblegar al régimen u obligarlo a cumplir lo dictado. Al menos, de momento.
Los expertos coinciden en afirmar que todas las alternativas de los Estados Unidos en la gestión de esta crisis en este momento son malas, cuando no pésimas. Si el país norteamericano ataca a Corea del Norte puede sufrir un ataque nuclear, así como sus aliados de la zona, por lo que no es una opción para nada viable. Ello implica que, mientras que los demás países tienen que obedecer las reglas establecidas por la comunidad internacional, Corea del Norte ha conseguido exonerarse con la mera adquisición del arma nuclear de alcance intercontinental. En este sentido, la decisión de Corea del Norte de desarrollar su arsenal nuclear no debe sino enmarcarse en la necesidad de aumentar su poder de negociación, pues no cabe la menor duda de que cualquier ataque por parte del régimen norcoreano implicaría su propia desaparición. Y todos sabemos que el régimen norcoreano está obsesionado, sobre todo, con su propia supervivencia; de ahí su decisión de conseguir un arsenal nuclear muy disuasorio a toda costa.
La adquisición de un arsenal nuclear tan importante implicará, en el futuro, que las mayores potencias mundiales y la comunidad internacional en su conjunto tengan que sentarse con el régimen norcoreano para definir las próximas reglas del juego. El motivo es muy sencillo: no se adoptan decisiones al margen de potencias nucleares peligrosas. Y este es el verdadero fundamento del derecho a veto que ostentan los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Dicho esto, caminamos hacia un poder de veto de facto por parte de Corea del Norte en lo que se refiere a todas las decisiones que la afectan. El régimen norcoreano podrá siempre ―y quizás con éxito― amenazar con una eventual guerra nuclear, lo que será creíble y tampoco resultará tan desproporcionado teniendo en cuenta la reputación que se ha labrado el líder norcoreano. No en vano la efectividad de una amenaza en el marco de una negociación radica en estos dos aspectos: su credibilidad y proporcionalidad. Por esta razón, no es nada descabellado pensar que el protagonismo de Corea del Norte ganará progresivamente peso en el tablero internacional.
Por mucho que nos pese, de momento Corea del Norte ha ganado el pulso a la comunidad internacional, y especialmente a los Estados Unidos. En este sentido, le urge a ésta crear alternativas para aumentar su poder de negociación frente al régimen norcoreano, ya que de lo contrario tendrá que entronarlo como nuevo miembro necesario e intocable. Algo que, a todas luces, no parece muy buena idea.