¿Qué es la descarbonización y por qué es básico para salvar el planeta?
António Guterres: "Existen herramientas para poder transformar la economía mundial y que el planeta se desenganche de los combustibles fósiles, principales responsables del sobrecalentamiento”.
Ha sido uno de los temas clave durante la Cumbre del Clima en Madrid, la del Consejo Europeo en Bélgica, y continúa siendo uno de los grandes retos del futuro. Concretamente, el principal objetivo en el horizonte 2020-2050 para intentar frenar el impacto de la crisis que sufre el planeta. Se trata de la descarbonización profunda de la economía global para conseguir la neutralidad climática. Hablando claro: eliminar dicho mineral –el carbono– de la producción eléctrica y que ésta se base en energías alternativas y limpias para reducir drásticamente las emisiones, de manera que sólo se emitan las que la Tierra es capaz de absorber.
Esta misma semana, a pesar de que la UE daba el pistoletazo de salida al Pacto Verde de Von der Leyen a través de un acuerdo de emisiones cero para 2050, éste no resultaba finalmente vinculante para las partes debido a un veto con nombre propio que boicoteaba la unanimidad: Polonia. El escepticismo de Varsovia ponía trabas a más de nueve horas de intensa negociación entre líderes para sentar bases comunes. Una reserva que empaña el plan histórico asumido por la Unión Europea.
Ya durante el primer acto de apertura de la COP25, el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, no dudó en sacar el asunto a relucir y admitía sentirse “frustrado” por la lentitud con que se avanza en la lucha contra la emergencia climática a pesar de que, a día de hoy, “existen herramientas para poder transformar la economía mundial y que el planeta se desenganche de los combustibles fósiles, principales responsables de los gases invernadero del sobrecalentamiento”.
¿Pero, cómo conseguirlo?
“Los ministros dicen que están en camino de cumplir con los objetivos climáticos, pero el mundo está mal gobernado en general”, afirmaba rotundo en un panel de expertos el director de la red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, Jeffrey Sachs. “No estamos alcanzando, ni remotamente, ninguno de los objetivos para llegar a la descarbonización de la economía”, remataba.
Los Estados llevan tiempo comprometiéndose en esta materia, pero lo cierto es que hasta la fecha los avances han sido mínimos. Precisamente el Acuerdo de París, adoptado en 2015 y cuya implementación entrará en vigor en apenas unas semanas –el 1 de enero del próximo año–, establece el marco de referencia para desarrollar una política energética cuyo objetivo es contener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2°C. Sin embargo, las previsiones, si no se implementan políticas de manera urgente, son pésimas.
Además, la Agenda 2030 suscrita por más de 150 jefes de Estado y de Gobierno durante la Cumbre del Desarrollo Sostenible también reconoce entre sus 17 objetivos, el de garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todas las personas.
En el papel, queda claro. Pero ¿y la práctica? Guterres aprovechaba su primera ponencia en la COP25 para concretar la teoría y pasar del debate sobre el objetivo climático a la estrategia que permita alcanzarlo, proponiendo medidas concretas como eliminar los subsidios multimillonarios que los Gobiernos dan a los combustibles fósiles, poner precio a las emisiones de dióxido de carbono, o que no se construyan más plantas de carbón a partir de 2020.
El Secretario General de la ONU ponía además en el foco al G-20, que, en total, acumula más del 75% de todas las emisiones globales y cuyos miembros –una gran mayoría– todavía no han asumido la meta de la neutralidad climática.
Gas natural y biomasa como principales alternativas
¿Cómo sería un sistema de energía completamente libre de CO2? “Hay que electrificar todo lo posible”, afirmaba Sachs en la COP.
Una de las alternativas es la electricidad renovable –eólica, fotovoltaica y algo de biomasa –es decir, materia orgánica originada en un proceso biológico, espontáneo o provocado–. Para la Asociación Mundial de Bioenergía (WBA) esta última opción es la mayor fuente de energía a nivel mundial.
Según su presidente, es imprescindible que el próximo desarrollo tecnológico “importante” en el sector de la biomasa se centre en la agricultura y los residuos siguiendo el ejemplo de Brasil, uno de los tres principales productores mundiales de biomasa sostenible.
La sustitución de carbón por gas natural es otra de las alternativas puesto que es capaz de reducir en el transporte terrestre hasta un 30% las emisiones de CO2. El consumo total de esta mezcla de hidrocarburos ha aumentado un 17% en los nueve primeros meses de 2019, alcanzando la cifra acumulada más alta registrada desde 2009, fundamentalmente por el incremento de la demanda para generación eléctrica, según Enagás.
‘Green New Deal’ a la Europea
El discurso de Guterres en la COP25 parece que caló y dio sus frutos. Contra todo pronóstico, ese mismo día conseguía que la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, se sumara al carro y acabara proponiendo la primera ley europea para hacer irreversible la neutralidad climática en la UE de cara al 2050. “En marzo propondremos la primera ley climática europea para hacer la transición climática irreversible, lo que supone dotar de una perspectiva climática a todos los sectores económicos para ir hacia una energía limpia, asequible y circular, diseñando una estrategia de biodiversidad”, aseguraba.
Los beneficios de estas fuentes renovables son muchos según los expertos, tanto de carácter medioambiental, en forma de reducción de emisiones, como de carácter económico, traducidos en generación de empleo, creación de nuevo tejido empresarial, reducción de la dependencia exterior y la mejora de la balanza de pagos. Un “Green New Deal”, emulando al plan de Roosevelt, en verde, es la nueva apuesta de Europa para alinear políticas medioambientales y servir de marco hacia una transición ecológica.
Los bosques, sumideros de carbono
Los bosques constituyen uno de los pilares básicos en la lucha contra la crisis climática y el logro de un desarrollo sostenible, ya que son los principales almacenadores de carbono del planeta. Sin embargo, la tala por razones agrícolas o para la construcción de infraestructura provoca que las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera se disparen.
Su protección es esencial puesto que funcionan como grandes sumideros y a la vez, crean paisajes resilientes regulando los flujos de agua, manteniendo el suelo para la agricultura y protegiendo las comunidades costeras contra los fenómenos meteorológicos extremos.
Economía circular, clave
Dotar de una perspectiva climática todos los sectores económicos para atajar esta emergencia es clave, y en ello, la economía circular tiene un papel fundamental. Éste sistema de aprovechamiento de recursos prima la reducción de los elementos y minimiza la producción al mínimo indispensable. Cuando es necesario hacer uso del producto, apuesta por la reutilización de aquellos que por sus propiedades no pueden volver al medio ambiente.
Es decir, el modelo aboga por utilizar la mayor parte de materiales biodegradables posibles en la fabricación de bienes de consumo –nutrientes biológicos- para que éstos puedan volver a la naturaleza sin causar daños medioambientales al agotar su vida útil. En los casos que no sea posible utilizar materiales eco-friendly –componentes electrónicos, metálicos, baterías…- se busca facilitar un desacople sencillo para darle una nueva vida reincorporándolos al ciclo de producción y componer una nueva pieza. Mientras que cuando esto se vuelve definitivamente imposible, se recicla de manera respetuosa con el medioambiente.
Está comprobado que la crisis climática y el uso de materiales están estrechamente relacionados. Circle Economy calcula que el 62% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (excluyendo las del uso de la tierra y la silvicultura) se liberan durante la extracción, el procesamiento y la fabricación de bienes para satisfacer las necesidades de la sociedad; y el 38% se emiten en la entrega y el uso de productos y servicios.
“No estamos aquí para encontrar excusas. Durante muchas décadas la especie humana ha estado en guerra con el planeta y el planeta ahora contraataca. Tenemos que dejar de luchar contra la naturaleza y la ciencia nos dice que es posible”, recalcaba Guterres durante la apertura de la COP25.
Han pasado dos semanas desde entonces y la Cumbre del Clima está a punto de poner punto y final. A tan sólo otras dos de que entre en vigor el Acuerdo de París, lo cierto es que el debate sobre su artículo 6, referido a los mercados de carbono, sigue siendo el escollo para alcanzar acuerdos y reducir considerablemente las emisiones a nivel global.