Preocúpate menos
La preocupación es la más fútil de todas las actividades del cerebro y quizá la única que solo ofrece desventajas. Es la que menos placer te da y la que más dolor te causa. Es entregar algo tan preciado como tu mente a algo tan nefasto como un problema. Es dar lo mejor de ti a la peor de las causas. Es como vestirse de gala para luego rebozarse en el barro.
A día de hoy, todavía no le he encontrado una sola ventaja.
La gente que más triunfa suele ser aquella que mejor gestiona la preocupación. Dado que gestionarla es importante para despejar tu camino hacia el éxito, te voy a dar tres consejos de cara a ese fin.
Primero. Sé consciente de que lo imaginado siempre es más terrorífico que lo real. El miedo es por naturaleza apocalíptico. Del abanico de opciones, siempre se concentra en la más nefasta, lo cual es un problema, porque la imaginación agranda aún más ese abanico, por lo que lo malo se convierte en terrible y lo terrible en espeluznante. Sin embargo, no debes prestarle atención por un motivo: el miedo te embarca en un ominoso viaje que, cuanto más dura, más se aleja de la realidad. Si estás preocupado porque tu madre no contesta al teléfono, y de las dos hipótesis una es que le hayan robado el móvil, saqueado el apartamento, maniatado y amordazado y la otra es que el móvil se quedó sin batería, quédate con la segunda.
Cuando te encuentres ante un hipotético problema, no des alas a tu mente.
Segundo: recanaliza tu preocupación.
Permítete escuchar esa preocupación sólo en dos casos: cuando vayas a realizar una acción para poner fin al problema, o para planear esa acción. Si es tarde y no puedes hacer nada para resolver tu problema, anota en un papel tres cosas que vayas a hacer para resolver el problema al día siguiente nada más levantarte. Pero escríbelas sólo con una condición: prométete desconectar tu mente en el periodo inerte, esto es, el tiempo existente entre que anotas esas tres acciones y cuando las llevarás a cabo.
El mero hecho de saber que tienes un plan y que lo has anotado tendrá un efecto tranquilizador.
Y tercero: sé consciente de que el 99 por ciento de las preocupaciones son por cosas que nunca van a producirse, y el 1 por ciento restante siempre se acaba resolviendo. Todo se acaba resolviendo, más tarde o más temprano. El planeta tiene un poder inexplicable de reencauzar sus aguas, igual que la vida lo tiene de reencauzar los problemas. Te lo puedo demostrar con un simple ejercicio. Si tomas una hoja completamente en blanco, haces una lista de todas las preocupaciones que has tenido desde que eras niño y luego empiezas a borrar todas aquellas que ya no existen, lo más probable es que la hoja vuelva a quedar completamente en blanco. Ni siquiera una de ellas se ha mantenido. ¿Por qué? Porque las preocupaciones son por naturaleza pasajeras. Vienen y se van. Sin embargo, cuando estamos ante ellas, las vemos como permanentes.
La próxima vez que te sobrevenga una preocupación, contémplala como un reloj de arena que acaba de ser volteado. Puede que su fin llegue en horas, minutos o segundos, pero no cabe duda de que el tiempo juega en su contra.
Entender esto reducirá tu sufrimiento.
#88peldaños
Si el problema tiene solución, no hay de qué preocuparse. Si no la tiene, ¿de qué sirve hacerlo?
@ANXO