¿Por qué se rescató a Bankia con dinero público? ¿Era necesaria esta intervención?
En 2012 la firma conocida anteriormente como Caja Madrid, actual Bankia, entraba en una situación de bancarrota. Para evitar la barbarie, el Gobierno español llevó a cabo una intervención monetaria que salvó a la entidad de la presentación oficial de quiebra. ¿Actuó bien el Gobierno con el rescate? ¿Por qué era necesaria esta intervención?
En los últimos años, muchas voces han mostrado su indignación y su desacuerdo ante la actuación del Gobierno con el rescate y reestructuración de esta entidad bancaria, así como con la aceptación, por parte del Gobierno, de una recompra de acciones a un precio inferior al prestado por la nación. A simple vista, en un mundo donde todas las empresas tengan el mismo peso, esta actuación es altamente comprensible. Ahora, en el mundo real, existen suficientes razones que llevaron al anterior Gobierno a tomar medidas con la entidad bancaria.
Para esto, únicamente nos vamos a remontar al 2008. Y sí, vamos a echar la vista atrás, al 2008, pues en ese año ocurrió uno de los mayores desastres económicos que se vivió en Estados Unidos, pero que sucumbió la economía a nivel mundial y provocó una de las mayores crisis económicas de la historia. Como hemos comentado, un 15 de septiembre, la gran firma bancaria, Lehman Brothers, anunciaba formalmente su quiebra como entidad bancaria ante los organismos pertinentes en los Estados Unidos. Tras una exitosa y dilatada trayectoria como una de las firmas bancarias de mayor envergadura, esta anunciaba el cierre y cese de la actividad por una manifestada quiebra que, posteriormente, sacudiría, como hemos dicho, la economía global.
Tras la noticia por parte de la directiva de la firma, la economía de una gran cantidad de países que poseían deuda, así como otro tipo de relaciones con la firma, entraban en un debacle que estaba resquebrajando por completo la economía global. Además, las principales firmas de banca a nivel global entraron en una espiral bajista que les llevó a rozar mínimos históricos en cuestión de días. El miedo que desencadenó y el auge de desconfianza ante las entidades de crédito se extendía por minutos. Tal era la envergadura del desastre económico que la rareza se manifestaba cuando alguna institución financiera se mostraba impasible y no arrastrada ante semejante barbarie.
Como digo, una situación que llevó a la economía a la quiebra y que dejó una recesión de las que todavía, a día de hoy, siguen sucumbiendo a determinados países. Los excesos de un banco y la mala actuación en la compra y distribución de activos derivados complejos, desencadenó unas turbulencias que arrastraron al mundo, en su conjunto. Si bien, "la culpa no era del Gobierno", si no que era de Lehman por la actuación que se había llevado a cabo, la imposibilidad de rescate, a pesar de los intentos de la Reserva Federal, arrastró a millones de personas a pérdidas incalculables que, posteriormente, originarían la gran depresión. Para muchos, una buena actuación por parte de la Reserva Federal, para otros, una irresponsabilidad al dejarla quebrar.
Lo mismo ocurrió con Bankia en 2012. La entidad financiera, con la intención de evitar la bancarrota y evitar lo que le ocurrió a Lehman Brothers, solicitó un rescate financiero al Gobierno español, con el único fin de salvar la bancarrota de la entidad. Esto es importante, pues el rescate iba directamente enfocado al rescate de una gran compañía y que llevaba una larga trayectoria como suministradora de crédito a las empresas españolas. Tras la aprobación del Gobierno, las ayudas se materializaron y el Gobierno inyectó cerca de 18.000 millones de euros a la entidad, salvando a esta de una quiebra inminente y la pérdida que todo ello conllevaba.
Tras el suceso, empezaron a surgir todas esas polémicas que, al comienzo del artículo, he ido nombrando y que generaban un malestar en la sociedad civil del país, pues no veían una actitud justa y responsable del Gobierno con una entidad, la cual estaba atravesando una situación irreversible por su mala actuación. Pese a lo que opinaban estos, debo decir que fue la mejor decisión que su pudo llevar a cabo, en ese momento. Recalco "en ese momento", pues si es cierto que de haberse llevado medidas preventivas -que ya las hay-, esto podía haberse evitado.
El sonado rescate, no solo salvó a la compañía, si no que salvó a los miles y miles de depositantes que tenían su crédito y su patrimonio con la icónica firma bancaria. Unos depósitos a los que el Gobierno hubiese tenido que enfrentarse de no haberse rescatado y que habrían supuesto mucho más capital del que se dio, en aquel entonces, al banco; pues el Fondo de Garantía de Depósitos tiene la responsabilidad de cubrir todos esos depósitos, en un máximo de 100.000 euros. Con la salvación de la entidad, también se salvó el crédito del que gozaban miles de empresas en el país y que permitía que estas continuasen con su actividad, pues de haber quebrado, el cese de esta era inminente.
Además, gracias al rescate, miles de familias que tenían todo en la entidad, fueron rescatadas y con ello, por ende, su dinero y su patrimonio. Por otro lado, otro de los aspectos fundamentales que salvó el rescate del Gobierno fue la confianza de los consumidores y el cese de la actividad económica en momentos de recesión, pues gracias a ello, no se produjo una desconfianza masiva en el sistema bancario español, la cual hubiese generado un gran impacto negativo en nuestra economía. Como último ejemplo de lo que representó el rescate está la continuidad de la actividad de un banco que, además de crédito, suponía una alternativa dentro del sector bancario, lo que también aportaba un factor de competitividad en el sector y que convertía a este en un sector menos monopolizado.
Como digo, una serie de ventajas que poco han sido tenidas en cuenta, pues únicamente vemos una actitud pesimista por parte de los ciudadanos, en lugar de valorar los innumerables argumentos sobre los que se sustentaba el rescate bancario. Para poner al lector más en situación, la quiebra habría supuesto una pérdida para el estado, solo en el rescate, total o parcial, de depósitos de unos 60.000 millones de euros y que, de igual manera, hubiesen tenido que afrontarse con fondos públicos. Es decir, este rescate puede verse, con estos datos puestos sobre la mesa, de dos formas, en primer lugar, un rescate que costó 18.000 millones a los ciudadanos, o, en segundo lugar, una actuación que descontó la necesidad de un rescate que nos habría supuesto el triple de lo pagado inicialmente en el rescate.
Obviamente, esto se puede ver de muchas formas. No hay una verdad empírica que diga la mejor solución a llevar a cabo en este tipo de situaciones, aunque sí cabe recordar la gran inestabilidad económica que se habría desencadenado si la entidad no hubiese sido rescatada. Además, desde la quiebra, la directiva del banco fue destituida de inmediato; la reestructuración, con un reajuste a la baja de la plantilla en un 30%; y por último, los accionistas perdieron su inversión, por lo que no hubo, tampoco, favoritismos hacia españoles ricos y concentradores de capital. En resumen, no hubo casos de corrupción en la intervención, pese a que muchos achaquen favoritismos para la banca en la devolución del capital prestado. Debemos entender que tampoco interesaba tener los activos de Bankia en la cartera del Gobierno para siempre.
No es mi intención mentir. ¿Podrían haberse aplicado, previamente, restricciones y limitaciones al sector financiero español? ¿Podría haberse actuado de manera consecuente con la banca y haberla liquidado de otra forma? ¿Podría haberse aplicado unas medidas legales distintas y que favoreciesen los intereses del cliente? Todas estas preguntas rondan nuestra mente cuando pensamos en el caso de Bankia. Quizá podrían haber tomado decisiones mejores y que hubiesen evitado caer en esos excesos que nos llevaron a la gran depresión. Sin embargo, en el punto de no retorno en el que se encontraba, tanto el país, los interesados, así como el banco, la decisión del Gobierno de llevar a cabo un rescate fue una de las decisiones mejor tomadas y que nos evitaron caer en un nuevo "Lehman" que, únicamente, habría conllevado sucesos catastróficos en nuestra economía.