Por qué es tan importante que Finlandia quiera entrar en la OTAN
Ha estado haciendo equilibrios entre Occidente y Rusia durante 80 años por supervivencia y pragmatismo y ahora hace lo mismo: protegerse porque la amenaza cambia.
La invasión de Ucrania ha tenido una consecuencia que no se esperaba Vladimir Putin: la unión de sus adversarios de Occidente, el redoblamiento de sus compromisos como bloque, justo cuando una de las razones de su ataque era aprovechar la debilidad de sus contrarios para tomar decisiones conjuntas de calado. Este jueves se ha confirmado una consecuencia más que parecía impensable: Finlandia anuncia formalmente que quiere entrar en la OTAN. Uno de los modelos mundiales de neutralidad que salta por los aires, ampliando el bloque atlántico, cambiando su política vieja de 80 años. Esta contienda está cambiando el mundo y este es uno de los ejemplos que lo constata.
La orden del Kremlin lo ha alterado todo. Finlandia es un país moderno preparado para entrar en la Alianza, porque cumple con los requerimientos necesarios. Los pasos protocolarios ya se están dando y el mes que viene, en la cumbre de la OTAN en Madrid, podría entrar formalmente, junto con Suecia, que también va a dar el paso, previsiblemente. Por el momento, sólo un país, Croacia, ha puesto pegas a adhesión su entrada. Nada de esto podría ni plantearse antes de 2022.
Durante décadas, Finlandia ha reforzado su estatus de neutralidad, sin dejar de invertir en defensa notablemente y manteniendo el servicio militar obligatorio (para todos los hombres de entre 18 y 60 años; las mujeres se pueden alistar voluntariamente). Se puede hablar de realismo, de pragmatismo, porque ha sabido mantenerse fuerte ante hipotéticas amenazas -de Occidente no las espera desde hace décadas- sin enemistarse con Rusia, la segunda potencia defensiva mundial y poseedora de armas nucleares y con la que comparte muchos kilómetros de frontera, 1.300 kilómetros. El giro será importante.
La invasión de Ucrania ha llevado, sin embargo, a que los mandatarios y los ciudadanos finlandeses hagan un replanteamiento radical de su posición neutral, pensando que pueden estar más protegidos si están en la OTAN e invocan el famoso artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, que establece que un ataque a un miembro representa un ataque a todas las naciones de la organización.
Esta ha sido la piedra angular de la Alianza desde que se fundó en 1949, como contrapeso a la Unión Soviética (URSS). Las encuestas lo han dejado claro: más de un 62% de los finlandeses dicen sí a la OTAN ahora, cuando en años previos la media era del 30%. El paso dado hoy por su Gobierno es una constatación del sentir popular, expresado también en el Parlamento.
Con la entrada de Finlandia en la OTAN se estará dibujando un nuevo escenario no sólo en la seguridad europea, sino mundial. Sólo tiene seis millones de habitantes, pero una posición geoestratégica de primer orden y 338.440 kilómetros cuadrados de extensión.
“La seguridad finlandesa siempre se ha basado en dos conceptos: en primer lugar, la geografía y la historia; en segundo lugar, el idealismo y el realismo”, ha afirmado a la CNN Alexander Stubb, ex primer ministro de Finlandia. Su posición siempre ha sido la de colaborar con Rusia, que es su vecino, aún sabiendo que es “la mayor amenaza realista” para su seguridad, insiste. Se han mantenido relaciones fluidas, correctas, y se ha cedido a sus exigencias de seguridad, manteniéndose al margen de organismos internacionales, por ejemplo, por mantener ese flanco calmado.
Durante décadas se han mantenido las distancias, pero el gesto de ir a por Ucrania, más las amenazas a Moldavia, más el ideario de mundo ruso que Putin defiende en sus discursos, han encendido todas las alarmas. “La OTAN se convierte en la opción pragmática”, concluye en su entrevista. O como decía a la BBC un representante de Reino Unido en la última cumbre de la Alianza en Bruselas, “neutralidad hoy no quiere decir nada más que lo que Putin quiera entender que es en cada momento. Y como nadie puede estar en su cabeza, sobre si respetará o no la etiqueta de neutralidad, pues nadie puede estar a salvo de su ataque”. Finlandia así lo ha entendido.
Su entrada en liza es importante para sí misma y para la zona por su frontera con Rusia y su acceso-amenaza a Putin, pero también por su potencial. Según datos de la Universidad Sueca de Defensa, de Estocolmo, cuenta con unos 280.000 soldados, bien armados y entrenados, que serían un importante aporte a la Alianza, no pequeño en el contexto europeo. Se les suman 900.000 reservistas. Las operaciones en el mar Báltico serían más sencillas, por la nueva costa sumada a la organización, lo que supondría un escudo importante para Letonia, Lituania y Estonia, parte del espacio postsoviético señalado por Putin.
También ampliaría su entrada una influencia inmensa de la OTAN en el norte de Europa, hasta el Ártico, una zona cada vez más importante desde el punto de vista geopolítico debido a sus recursos naturales, su ubicación estratégica y sus numerosas reivindicaciones territoriales, incluidas las de Rusia, Finlandia y Estados Unidos. Como ha dicho hoy el ministro de Exteriores de Finlandia, Pekka Haavisto, su país aportará “valor añadido” a la OTAN y la “fortalecería como futuro aliado”. Está listo, como ha dicho en otras ocasiones, para alcanzar el objetivo de la OTAN de dedicar el 2% de su Producto Interno Bruto a los gastos de Defensa en los próximos años.
Tanto Finlandia como Suecia, pese a su neutralidad, han tenido margen estos años para cooperar con las tropas de la Alianza y soldados finlandeses y suecos formaron parte de la operación en Afganistán liderada por la OTAN. Además, desde 2015 ambos países trabajan estrechamente con EEUU en capacitación y equipamiento, por lo que los cauces de comunicación y de entendimiento están más que engrasados, tienen armamento similar, todo se podría usar conjuntamente sin grandes diferencias en caso de una alianza mayor. Hace siete años, Finlandia y Suecia, de nuevo a la vez, acordaron una planificación de defensa conjunta con la OTAN. Crearon además un grupo de trabajo naval compartido.
Lo que cambia, radicalmente, es que al entrar en la OTAN sí se puede pedir la asistencia mutua ante una agresión. Y eso es hoy necesario ante la nueva Rusia. La tendrán, garantiza el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien lleva semanas insistiendo en que los dos estados serían recibidos con los brazos abiertos y que el proceso de ingreso podría ser bastante rápido.
Finlandia estaba en boca de todos desde el inicio de la guerra, pero no tanto por su cambio de política como por el modelo de neutralidad que hasta ahora representaba. Incluso se había barajado estas semanas para Ucrania, dentro del proceso de negociación con Rusia. La finlandización consistiría en la no-adhesión de Ucrania a la OTAN, pero subiendo su estatus de colaboración con la Alianza. Una relación parecida a la que tienen Finlandia y Suecia y que, en parte, venía marcada por las exigencias de Rusia.
Antes de que Putin invadiera Ucrania, dejó muy clara su denuncia de que la OTAN se había acercado demasiado a su país, demasiado rápido además, y debía volver a sus fronteras de la década de 1990, antes de que algunos países vecinos de Rusia o exestados soviéticos se unieran a la alianza militar. Fue una de las exigencias que envío a EEUU y a la OTAN en diciembre pasado, que no fueron aceptadas y que el mandatario vendió el pasado lunes, en el Día de la Victoria, como una mano tendida que nadie quiso tomar.
Actualmente, Rusia comparte unos 1.215 kilómetros de frontera terrestre con cinco miembros de la OTAN, según la alianza. Supone un 6% de sus fronteras totales, tan enormes. La adhesión de Finlandia significaría que una nación con la que Rusia comparte una frontera de 1.290 kilómetros pasaría a estar formalmente alineada militarmente con Washington. Obviamente, gracia no hace ninguna este paso en Moscú y lleva meses lanzando una campaña de desinformación contra Finlandia, preparando el terreno. El argumento, sorpresa, es que también en Helsinki hay nazis, recordando el pasado: el país participó en la Segunda Guerra Mundial luchando primero contra las potencias aliadas, principalmente contra la Unión Soviética, como un país colaborador del eje, y tras ser derrotada por la URSS, fue obligada a luchar contra Alemania.
Inteligencias como las de EEUU y Reino Unido sostienen que se pueden esperar violaciones de su espacio aéreo o perturbaciones en sus actividades en el mar, incluido el transporte marítimo, además de un aumento sus operaciones de Inteligencia contra el país y acciones de guerra híbrida, como pirateos informáticos. Hay preocupación por el tiempo de espera, el que pase entre el anuncio y la verdadera entrada, cuando ya pueda pedir amparo y protección si algo le pasa, pero hay ya compromisos con Washington y Londres -el último, ayer mismo- para estar protegidos.
El pasado abril, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, amenazó con el despliegue de “armas nucleares” en el Báltico si Suecia y Finlandia deciden ingresar en la Alianza Atlántica. “Habrá que reforzar a la agrupación de fuerzas de tierra, la defensa antiaérea, desplegar importantes fuerzas navales en las aguas del golfo de Finlandia”. “En ese caso ya no se podrá hablar de un Báltico sin armas nucleares. El equilibrio debe ser restablecido”, señaló.
Esta misma mañana, el Ministerio de Exteriores ruso ha emitido un comunicado en el que avisa de medidas de respuesta, incluidas técnico-militares, porque dice que la decisión histórica de apoyar el ingreso en la OTAN pone en peligro la estabilidad y seguridad en el norte de Europa. “El objetivo de la OTAN (...) es claro: proseguir su ampliación hacia las fronteras de Rusia, crear un nuevo flanco de amenaza militar para nuestro país”, denuncia la nota.
Está por ver cuáles serán los siguientes pasos de Rusia, cómo se concretan, una vez que sus propias intimidaciones se le han vuelto en contra. Mientras los combates siguen, el mundo cambia.