Por el pueblo de Madrid
Madrid tiene la oportunidad de ser el escenario en el que se escriba su propia historia.
Cuando el 10 de marzo Isabel Díaz Ayuso consumó su última irresponsabilidad convocando elecciones en medio de una pandemia mundial, muchos pronosticaron que los comicios se convertirían en una suerte de batalla nacional. Madrid sería el escenario elegido por los aparatos de los grandes partidos nacionales para medir sus fuerzas. Nos advertían que la agenda nacional operaría como un inmenso agujero negro capaz de engullir a cualquiera que desafiara las reglas concurriendo a las elecciones con un proyecto netamente madrileño y con una candidata supuestamente menos conocida que el resto. A estas alturas no se si las recomendaciones eran malintencionadas o que simplemente Más Madrid y Mónica García en esta campaña hemos puesto contra las cuerdas a los agoreros, a los pesimistas y hasta la teoría de la relatividad.
Prometí mi cargo como diputado en 2019 “por el pueblo de Madrid” mientras decenas de señores encorbatados que llevaban 20 años calentando su escaño, se reían con sorna. En realidad nunca dejaron de hacerlo, ni cuando pedimos luz para la Cañada Real, ni cuando reclamamos las ayudas prometidas para la industria madrileña, ni tan siquiera cuando fuimos a ver el estado en el que habían quedado los invernaderos de la huerta fuenlabreña tras el paso de Filomena. Para ellos siempre hemos sido esos “regionalistas” sin región, porque a su juicio Madrid es España, España es Madrid y los madrileños unos seres invisibles que habitan un territorio en el que los ministerios, las consejerías, los tribunales de justicia y las sedes de las multinacionales tienen más derechos que el pueblo llano. Somos el atrezo de una ciudad global en la que la libertad de la que disfrutas depende de los billetes que acumula tu cartera.
Más Madrid ha logrado en dos años algo que va mucho más allá de la representación institucional: impulsar la centralidad de la política madrileña. En la historia democrática de nuestra región ha sido frecuente la utilización de nuestras instituciones para medrar en la política nacional, lo que sin duda ha contribuido a condenar al ostracismo los asuntos madrileños.
Esperanza Aguirre es probablemente el mayor exponente de esta particular forma de entender lo madrileño como un instrumento de oposición nacional frente al Gobierno de España y eventualmente frente a la dirección de su partido. Tanto fue así que tras la segunda derrota electoral de Mariano Rajoy en 2008, Aguirre estuvo a punto de disputar la presidencia del partido en aquel congreso de Valencia que organizó la trama Gürtel.
Esa forma de entender Madrid como vanguardia de la oposición nacional ha privado a los madrileños de tener una administración que se ocupara de sus asuntos. Así ha ocurrido también durante la presidencia de Ayuso, más preocupada por confrontar con Pedro Sánchez y desplazar a Pablo Casado que por gobernar para los madrileños.
Las fuerzas progresistas históricamente han defendido con demasiada tibieza nuestro autogobierno, concediéndole a la derecha la identificación con lo madrileño, quizás con la esperanza de que ello fuera recompensado por el electorado de otros territorios. Este reparto de papeles tan injusto les ha permitido avanzar sin oposición, consolidando una forma de entender nuestras instituciones y hasta una forma oficial de ser madrileño, que expulsa a la inmensa mayoría de los barrios y pueblos de la región.
Más Madrid ha nacido precisamente para acabar con ello, para dar voz a los millones de madrileños que se sienten parte del hilo democrático que atraviesa nuestra historia; madrileños que quieren vivir en comunidad, no en una guerra individual permanente; madrileños que quieren volver a sentir orgullo, que están cansados de que en su nombre se insulte a la inteligencia; madrileños que quieren vivir en armonía con el resto de España, que son conscientes de que cuando las cosas se ponen difíciles, solo lo público te salva.
Hoy 2 de mayo recordamos la revuelta popular que evitó la invasión francesa de Madrid. Hoy como ayer, Madrid tiene la oportunidad de ser el escenario en el que se escriba su propia historia.