Pedir perdón con la boca pequeña (y torcida)
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El antinomismo es una secta religiosa que cree que si estás segura de tu salvación, por despreciables que sean tus acciones o tu vida, te salvarás. No es necesario realizar buenas obras o actuar rectamente; la mera fe te convierte en una de las elegidas.
La derecha y la extrema derecha (y medios de comunicación afines) son siempre y sin complejos antinomistas (su religión acostumbra llamarse «España»). La manera de hacer oposición de Pablo Casado lo es: el poder me corresponde por ser quien soy, porque soy del partido que soy, por mi fe y, por tanto, puedo hacer lo que sea para volverlo a detentar o ocupar. Desde siempre actúan así, y son transparentes.
Recordemos al antinomista por excelencia, a José María Aznar, repitiendo y repitiendo a Felipe González que se fuera, que se fuera, que se fuera; sin pedir nunca perdón por nada. O lo que Cristobal Montoro decía en mayo de 2010 a la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, cuando la diputada le reprochaba el tipo de oposición que hacía el PP: «Que caiga España que ya la levantaremos nosotros».
Pensamos en la presentación contumaz de Pedro Sánchez como un okupa en la Moncloa. Lo practica Albert Ribera y Ciudadanos, todo el PP, desde Casado a su lugarteniente, Teodoro García Egea, pasando por las personas que increparon a Sánchez antes y después del desfile militar en la Castellana del pasado 12 de octubre.
Considerar okupas determinadas formaciones o coaliciones políticas cuando llegan al poder (por ejemplo, Ada Colau) es un leitmotiv constante en la derecha. Marta Ferrusola, esposa de Jordi Pujol, no podía expresar mejor esta creencia o fe cuando en 2003, a raíz de la victoria del tripartito de Pasqual Maragall (que finiquitó veintitrés tres años de hegemonía pujolista y Convergente), decía que se sentía como si les hubieran entrado ladrones en casa.
Supongo que tiene relación con la forma fraudulenta y ofensiva con la que se expresan cuando no tienen más remedio que pedir perdón. Transcribo literalmente dos presuntas peticiones de perdón que tuvieron lugar el jueves 25 de octubre. La primera es la del presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes:
Destacan las palabras «indebida» (¿«indebida», señor Lesmes?; ¿no han dado ustedes motivos de sobra?), «sentir» (que es subjetivo: puedes sentir y ser sólo cosa tuya, que te engañen los sentimientos) y los subjuntivos «se hayan podido» y «podamos haber tenido». Traducido del politiqués (o jerga de la casta), sería:
Por otra parte, Lesmes sí puede hacer más que sentirlo: podría asumir o hacer asumir la responsabilidad, ¿alguna dimisión, algún cese, tal vez? Es toda una declaración de principios que dijera «no puedo más que sentirlo» en lugar de «no puedo menos que sentirlo».
Pasemos a las presuntas disculpas de Rodrigo Rato minutos antes de ingresar en prisión (en el módulo de «respeto», claro está, las palabras nunca engañan).
Ambos usan la tramposa palabra «sentir» (que ya se ha visto que insinúa que quizá eres una tiquismiquis), así como formas verbales recurrentes, ¡dale con los subjuntivos! Rato usa «haya podido cometer» y «hayan podido sentir». Podría haber dicho:
Aquellos medios que tanto proclaman que Rato ha tenido un gesto que le honra, podrían —entonces sí— tachar de honorable el primer y mínimo detalle de pedir perdón no se sabe si de verdad pero al menos sin tapujos.