Patriotismo huero
Todos los días 10.000 trabajadores cruzan el paso fronterizo con Gibraltar.
Una vez más la derecha española ha respondido a banderazo limpio. Esta vez ha sido por el encuentro entre la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, y el ministro principal de Gibraltar. Fabian Picardo. Desde Madrid, a 650 kilómetros de distancia, el contencioso sobre el Peñón sólo se observa desde el prisma reduccionista de la soberanía, de la reivindicación de este enclave estratégico que nos arrebató la Pérfida Albión hace más de tres siglos como consecuencia de la Guerra de Sucesión por el trono vacante tras la muerte de Carlos II el Hechizado sin descendencia.
En el territorio, en el Campo de Gibraltar, la realidad tiene una dimensión bien distinta. Y más si cabe cuando el 1 de enero de 2021 acaba el periodo de transición que dará paso al Brexit y el confinamiento por la pandemia del covid, además de exigir una mayor colaboración por el bien común, ha retrasado los trabajos entre España y Reino Unido para regular las relaciones venideras a los dos lados de la verja en materia laboral, medio ambiente o cooperación policial y aduanera.
En las zonas fronterizas prima la convivencia y, en este caso, además la supervivencia. La colonia británica es el principal empleador de una comarca con una de las tasas de paro más altas de nuestro país, con el estigma del narcotráfico y la presión migratoria de África. Todos los días 10.000 trabajadores, además de otras tantas miles con ocupaciones domésticas sin contrato, cruzan el paso fronterizo. Con esta circunstancia, el Gobierno de España se tiene que sentar con quien sea con tal de garantizar la seguridad laboral de estos compatriotas, que se merecen una mirada menos miope de la derecha respecto a su futuro y el de sus familias con la salida efectiva de Reino Unido de la Unión Europea. También los propietarios de muchos comercios y establecimientos de restauración que quieren seguir contando con gibraltareños entre su clientela.
El contencioso histórico lleva tres siglos sin resolución sobre la mesa y habrá que dar los pasos necesarios para encarrilarlo. Pero ahora se trata de encontrar soluciones a los asuntos perentorios, de anteponer el bienestar de la gente de esta comarca, que tiene derecho a vivir y a convivir. Y esa priorización no supone ninguna renuncia a nada. Simplemente poner primero a las personas y no una suerte de patriotismo huero, estéril y frustrante.
Las derechas (PP, Ciudadanos y Vox) han solicitada la comparecencia de González Laya en el Congreso para hacer ruido y hacer flamear la bandera espasmódicamente. La aproximación del pensamiento conservador a lo que ocurre en el sur del sur es reduccionista y se construye sólo desde ínfulas patrioteras. Que los árboles de la recuperación de la soberanía, asunto que no se trató en ningún momento en el encuentro con el ministro principal, según la titular de Exteriores, no les impida ver el bosque del imprescindible entendimiento, que sean capaces de elevarse para entender que un espacio fronterizo puede y debe ser un área de prosperidad compartida.
La ministra y, por extensión, el Gobierno de España saben de la importancia de organizar bien el día después del Brexit. Tenemos que poner todo de nuestra parte para armonizar la cooperación en este enclave geoestratégico lleno de oportunidades, un trozo de España que demanda a gritos que su potencial se transforme de una vez por todas en alternativas para su ciudadanía a través de la educación, el empleo y la inversión pública.
El gabinete que preside Pedro Sánchez lo tiene claro y cuenta con un plan para el desarrollo integral del Campo de Gibraltar. Su aplicación estará contemplada en los presupuestos generales del Estado que presentará el Gobierno en las próximas semanas. Ahí tienen las derechas la ocasión de subirse a una apuesta real por esta comarca. Escribió Salustio que “es hermoso servir a la patria con hechos”. Es tiempo de hechos, no de palabrería que el viento se lleva.