Pasos atrás en igualdad: ¡Qué pena!
En los últimos tiempos estamos estamos asistiendo a una revisión en materia igualdad reprochable y muy preocupante.
La columnista británica Caitlin Moran animaba a sus lectores en Cómo ser mujer, a subirse en un silla y gritar: ”¡Soy feminista!”.
La autora que vendió más de 500.000 ejemplares de este libro, argumenta con mucho humor, que esta afirmación es una de las más importantes que una mujer pronuncia en su vida. Remata este capítulo con una sentencia muy interesante y muy necesaria en estos días: “el propósito del feminismo no es hacer un tipo determinado de mujer”.
El feminismo, ese término que algunos intentan denostar, forma parte de mí y, por tanto, de mi manera de vivir, de trabajar y de orientar mi labor política.
Moran escribió este libro en 2011. Para esa fecha, en España, un gobierno de mi partido, un gobierno socialista, ya había aprobado la Ley de Igualdad de género (2007), una norma que junto a la Ley Orgánica de Protección Integral a las víctimas de violencia de género (2004), vinieron para corregir una realidad innegable: por mucho que lo reconozca nuestra Constitución, queda un largo camino, queda mucho por hacer para alcanzar la igualdad real que propugna el artículo 14 de nuestra Carta Magna.
Un camino que debemos recorrerlo de la mano, entre todos y todas, aprobando leyes que nos permitan acabar con la brecha salarial, con el techo de cristal, con el acoso, con el machismo, con la violencia de género. Un camino en el que las familias y la escuela puedan educar en igualdad, corregir los estereotipos machistas y denunciar públicamente.
Y es que cada día estoy más convencida, la igualdad no es la meta, es el camino que debemos recorrer junto a la justicia social y la libertad, así lo suscribo en mi perfil de Twitter desde hace años.
Sin embargo y a pesar de los grandes avances en estos años, en los últimos tiempos estamos estamos asistiendo a una revisión en materia igualdad reprochable y muy preocupante. Una situación que se está expandiendo en todos los ámbitos públicos, también en el local, con ataques a estos avances, a la visibilidad de los colectivos de mujeres, a la negación de la violencia de género como realidad.
Decía, ataques y pasos atrás que llegan desde la ultraderecha y con el silencio cómplice e incluso el acompañamiento silencioso de la derecha o de centro, si prefieren que usemos su propio eufemismo.
Al menos así ha pasado en Córdoba, donde la suma de las tres derechas impidió que el Ayuntamiento pudiera comprometerse a buscar soluciones.
Colectivos que trabajan en programas de prevención y atención a mujeres víctimas de la violencia de género se han quedado fuera del apoyo de la Junta de Andalucía, que curiosamente ha cambiado las normas a mitad de la convocatoria, y no van a poder realizar una tarea impagable y tan necesaria.
Tampoco se alcanzó un acuerdo para refrendar el trabajo de estos colectivos para el 8 de marzo. No conseguimos garantizar el apoyo en recursos y la cobertura económica que necesita el movimiento feminista organizado, para sacar a la calle el programa de actividades. No ven necesario trabajar de la mano para que en materia de igualdad no se dé ni un paso atrás.
Tras conocer el rechazo a este acuerdo, un “¡qué pena!” resonó en el salón de plenos de este Ayuntamiento, una exclamación que espero que hiriera la conciencia de al menos una parte de la bancada de la derecha y que refleja a la perfección la situación que estamos viviendo.
Es una pena que la igualdad no consiga la unanimidad suficiente, al igual que es una pena que los presupuestos municipales, la hoja de ruta con la que el gobierno municipal de PP y un Ciudadanos cada vez más descafeinado, quieren hacer avanzar a esta ciudad, carezca del necesario y obligatorio enfoque de género.
Y digo que es obligatorio porque durante mi mandato y como alcaldesa me encargué personalmente del Área de Igualdad. Me impliqué para que Córdoba contara con su segundo II Plan Transversal de Género, para el periodo 2019-2022. Un instrumento participado y de orientación estratégica de la política municipal con objetivos claros y hasta 140 medidas de actuación. Una de ellas es incorporar un anexo a la memoria de presupuesto con el informe de impacto de género que, hasta el momento, no conocemos y, sinceramente, no lo esperamos.
Es una pena que se intente retroceder en la lucha por la igualdad. Por eso, este 8 de marzo que se acerca se hace imprescindible responder con alegría y contundencia. Se cumplen 25 años de la Conferencia de Beijing que marcó un antes y un después en la agenda mundial de la igualdad. Naciones Unidas agrupa este año los actos bajo el lema: “Soy de la generación igualdad: por los derechos de las mujeres”.
Este 8 de marzo de 2020 quizá sea más necesario que nunca subirse a una silla, como apuntaba Caitlin Moran, a defender el feminismo sin apellidos, a salir a las calles para reivindicar la unidad por la igualdad real, contra el machismo en cualquier ámbito, por ocupar el lugar que merecemos y, sobre todo, contra los pasos atrás en igualdad, que desde la responsabilidad que nos ocupa, no vamos consentir.