Papá luchando en Ucrania, mamá atrapada en Rusia: el drama de una familia separada por la guerra

Papá luchando en Ucrania, mamá atrapada en Rusia: el drama de una familia separada por la guerra

Andriy, pastor ortodoxo en Rusia, volvió hace unos días a su país, Ucrania, para defenderlo. Al otro lado de la frontera siguen su mujer y sus 4 hijos, con miedo, penuria y sin poder salir.

Una niña se gira ante el sonido de disparos, mientras sus padres la conducen hacia un lugar seguro, en Irpin, Ucrania, el 4 de marzo. Chris McGrath via Getty Images

Su historia seguramente no sea única, pero refleja a la perfección el drama que están sufriendo, de formas distintas pero por una misma causa, dos pueblos del este de Europa. Desde el pasado jueves, 24 de febrero, cuando Rusia invadió Ucrania, lanzó los primeros bombardeos y comenzó oficialmente la guerra, Andriy (nombre ficticio) supo que tenía que hacer algo por su país, Ucrania. Por eso lo primero que hizo fue salir de Rusia, donde vivía con su mujer y sus cuatro hijos –todos rusos–, cruzar la frontera hacia su país y presentarse voluntario para luchar en combate. 

Andriy, de 36 años, tomó la ruta contraria a la que hicieron muchos de sus compatriotas y llegó en coche a Ucrania el sábado, dos días después de que empezara la contienda. Desde el pasado miércoles entrena junto con un numeroso grupo de voluntarios dispuestos a plantar cara a las tropas de Vladimir Putin. De momento están “en reserva” hasta que los llamen, en un punto ubicado a unos 80 kilómetros de la central nuclear de Zaporiyia que este viernes ha sido ocupada por los rusos.

A los 18 años, Andriy hizo el servicio militar durante un año y medio como el resto de ucranianos, pero después no volvió a coger un arma. Conoció a su mujer, se casó y fundaron en Krasnodar (suroeste de Rusia) una iglesia ortodoxa de la que es pastor, además de un centro de rehabilitación para mujeres con problemas de alcoholismo y drogodependencia. Los cuatro niños de la pareja –de entre 2 y 12 años– son, en realidad, hijos biológicos de algunas de estas mujeres que quedaron huérfanos porque sus madres no pudieron superar su enfermedad.

Así lo cuenta desde Madrid la única hermana de Andriy, Iryna, bedel en un centro educativo de la capital española, que estos días no se despega del teléfono. Iryna crió prácticamente a Andriy –cinco años menor– cuando la madre de ambos tuvo que venirse a trabajar a España “para sacar adelante a la familia”. Después fue la propia Iryna la que se trasladó a España hace 21 años para cuidar a su madre, enferma de esclerosis múltiple. Ahora la mujer no acaba de creerse cómo la vida de su familia ha cambiado de forma tan radical de la noche a la mañana, y la pesadilla que sufren, desde tres países distintos, desde hace una semana. 

No sé si lo dice para tranquilizarme a mí o porque realmente lo piensa, pero le veo animado: dice que vamos a ganar, que esto va a terminar pronto

Iryna habla por teléfono con su hermano pequeño “cada dos horas”, y este le manda fotos, trata de calmarla y de infundirle ánimos. “No sé si lo dice para tranquilizarme a mí o porque realmente lo piensa, pero le veo animado: dice que vamos a ganar, que esto va a terminar pronto”, cuenta la mujer. 

“Yo le llamo todo el rato, necesito escucharlo”, explica. “Tenemos fe de que esta vez no le vamos a dar a este señor el gusto de bajar las armas. Estamos unidos para lo que venga”, asegura Iryna, contagiada por el optimismo de su hermano y por las muestras de apoyo y solidaridad que está mostrando el mundo con Ucrania. “La gente nos está apoyando; eso también hace que se nos levanten los ánimos”, admite.

Atrapados por la burocracia (y la guerra)

Cuando Andriy decidió salir de Rusia a luchar por su país, su primera idea fue que su mujer y sus hijos volaran de Rusia a España para estar más seguros. Ahora el espacio aéreo entre ambos países está cerrado, pero el problema no es tanto ese, sino el estatus administrativo de los niños de la pareja. Aunque dos de ellos sí han completado el proceso de adopción y son, legalmente, hijos de Andriy y su mujer, otros dos están todavía “en trámites”, y su relación se considera, de momento, de acogida. 

Allí no hay alarmas de fuego, no hay bombas, pero la situación también es insoportable

Esto significa, explica Iryna, que para poder viajar “tienen que pedir permiso a Rusia, y eso va a ser complicado”. “Ahora mismo no lo podemos conseguir”, lamenta. Son “muchos papeles” los que necesitan para formalizar el permiso, además de mucho dinero, dice, y todo esto en medio del caos y la tensión que también se viven dentro de los dominios de Putin.

  Varias familias salen de Ucrania en un tren hacia Polonia, el 3 de marzo de 2022, en Lviv.  Dan Kitwood via Getty Images

“Es muy difícil, mi cuñada no trabaja y tendría que ganar 80.000 rublos [700 euros], pero lo va a intentar”, cuenta Iryna. “Allí no hay alarmas de fuego, no hay bombas, pero la situación también es insoportable”, relata. “En la ciudad donde vivien, sacar dinero del banco es un problema, están arrasando las tiendas de comida, hay escasez de gasolina, la gente está asustada, a ella le da miedo salir a la calle. Putin allí es un dios. La situación es complicada”, resume.

Hace una semana nos dijo: ‘Tranquilos, esto no va a ir a más’. Ahora está convencida de que tiene que salir de ahí

Mientras que Andriy le transmite ánimos en sus conversaciones, la esposa de este va viéndolo cada vez más negro. “Hace una semana nos dijo: ‘Tranquilos, esto no va a ir a más’. Ahora está convencida de que tiene que salir de ahí. A los rusos también les está entrando miedo”, reconoce Iryna. “Pero ella sin los niños no se va a mover”.

Ahora la inquietud de Iryna se reparte. “Estamos muy preocupados por mi hermano, pero también por su familia, cómo van a pasar este tiempo, cuándo se van a juntar… Todo depende de cómo termine la guerra entre mi país y Rusia. Y no sé lo que va a pasar”, reflexiona. 

A su madre, ya muy mayor y enferma, no se han atrevido a contarle que su hijo pequeño se ha vuelto a Ucrania a combatir. 

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es