Ovejas de "bajas emisiones" y precio al CO2 de los alimentos: así combate Nueva Zelanda el cambio climático
El país será el primero del mundo en regular la agricultura en el mercado de emisiones.
Nueva Zelanda es uno de los países con mayor conciencia climática del planeta. Su primera ministra, Jacinda Ardern, no ha perdido un minuto desde que llegó al cargo a la hora de poner sobre la mesa la gran problemática de nuestro tiempo e ir dando pasos para tratar de frenar su impacto.
Tras haber aprobado una “ley de carbono 0”, Ardern se ha mostrado a favor de reconocer a los refugiados climáticos para procesar solicitudes de asilo, e incluso, no ha dudado en alentar a los jóvenes a continuar con sus huelgas estudiantiles en relación a este asunto.
Ahora, el Parlamento se propone poner precio al CO2 de los alimentos a partir de 2025 y regular, por primera vez en el mundo, la agricultura en el mercado de emisiones. Algo que no será fácil teniendo en cuenta que en el país habitan ni más ni menos que 34 millones de vacas y ovejas frente a los escasos cuatro que suman los humanos.
Precio a las emisiones de alimentos a partir de 2025
La ley, aprobada el pasado 22 de junio, es una ambiciosa reforma del mercado de derechos de emisión nacional, la principal herramienta que tiene Nueva Zelanda para mitigar los efectos del calentamiento global.
Según informa el Gobierno, éste habría llegado a un acuerdo con el sector agrícola a través de He Waka Eke Noa - la Asociación de acción climática del sector primario- para fijar los precios en función de las emisiones que generen sus productos. De esta manera, serán los granjeros quienes puedan examinar cuál es la fórmula menos perjudicial de desarrollar sus actividades.
Uno de los principales problemas que apuntan desde el sector hace referencia a la competitividad. Se quejan de que dicha regulación es inexistente en otros países, por lo que les produce un extracoste que deben asumir. Además, la medida también estudiará sancionar en caso de que se utilicen ciertos fertilizantes.
“La agricultura siempre ha sido la gran olvidada por los Gobiernos y ésta es una muy buena iniciativa”, comenta a El HuffPost Luis Ferreirim, responsable de Agricultura de Greenpeace. “En España, observamos muchas evidencias que demuestran que es uno de los sectores con mayor impacto ecológico en el planeta. No solo a nivel de emisiones sino también en los suelos o el agua”, añade.
El último informe del IPCC establece que el sector agoalimentario en su conjunto emite entre un 21% y un 37% de las dimensiones globales de gases de efecto invernadero. “En concreto, la ganadería industrial es, sin duda, la que más afecta a la huella de carbono”, destaca el experto.
Iniciativas innovadoras
Para tratar de frenar su impacto medioambiental, el pasado año Nueva Zelanda lanzó un programa genético con el objetivo de criar ovejas con una “baja emisión de metano”, uno de los gases que contribuyen al calentamiento del planeta.
“Este enfoque actualmente beneficiará a la industria ovina, que representa poco menos del 20% de las emisiones contaminantes de Nueva Zelanda”, contaba entonces Mark Aspin, el director general del Consorcio Pastoral de Investigación de Gases de Efecto Invernadero (PGGRC, siglas en inglés). En total, el 80% de las emisiones totales de metano en el país provienen del ganado vacuno y ovino.
“En materia de alimentos, a la cabeza de los más contaminantes se situarían las carnes rojas, seguidas de los lácteos. Entre el 65% y el 80% de la superficie agrícola mundial se utiliza para producir alimentos para animales. Es realmente importante”, explica Ferreirim. “Esta huella de carbono está, sobre todo, asociada al cambio de usos del suelo, normalmente a la deforestación y a la explotación en granja. Principalmente va ligada a los grandes animales rumiantes, que son los que más metano emiten”, apunta.
Con el fin de reducir estos gases, la organización Beef + Lamb New Zealand (B+LNZ) y el PGGRC implementaron el programa genético basado en las mediciones de “valores de crianza”, de manera que se identifican las características que se persigue potenciar para mejorar los rebaños.
Uno de estos valores cuantifica en el nivel de emisión de metano que cada ganadero implicado en el programa mide en una porción de su rebaño mediante unas “cámaras de acumulación” adaptables al remolcador de un camión que se desplaza hasta las granjas. Las ovejas pasan 50 minutos en estos espacios aisladas en dos sesiones que se realizan en un período de 14 días para determinar cuánto metano emite cada una de ellas.
“Hemos trabajado en esta investigación desde 2008. Las mediciones han sido probadas durante unos seis años y ajustadas para medir los genotipos de los ejemplares reproductores”, señalaba entonces Aspin.
Los resultados permitirán a los criadores seleccionar los carneros que tienen una menor nivel de emisiones y utilizarlos para la reproducción. Un proceso que dará resultados en un par de años, los que tarda cada uno de estos animales en desarrollarse “comercialmente”.
Rosalía Soley, portavoz de Ecologistas en Acción, valora las iniciativas adoptadas en esta materia y señala la necesidad de adoptar políticas en este ámbito que respeten los criterios ambientales. “El problema está en que el agronegocio tiene un gran peso en el sistema agroalimentario. Al final, tal y como está definido, este sistema pasa por una cadena de valor. No solo es el hecho de cultivar, que con la deforestación ya implica entre un 10 y un 15% de emisiones, sino que el procesamiento, el transporte y el empaquetado suman un 20% más y los desperdicios hasta un 4%”, matiza. Y esto, en referencia exclusivamente a las emisiones directas, sin contabilizar las indirectas.
“Lo que Nueva Zelanda plantea son buenas noticias, pero no debemos olvidarnos de la necesidad de concienciarnos con temas como la dieta. Consumimos cerca de 100 kilos de carne al año por persona y esa producción industrial lleva a la contaminación por nitratos. Hemos de tenerlo muy en cuenta”, añade Ferreirim.