Organizar mi boda me hace sentir que hemos viajado 50 años al pasado
Cuando me prometí el año pasado, pensaba que organizar la boda sería divertido, algo estresante en ocasiones y muy caro, sobre todo. Lo que no esperaba era lo incómoda que me iba a hacer sentir y lo trasnochada que está la industria de las bodas.
Todo empezó justo después de anunciar el compromiso. Mi prometido me pidió matrimonio en Disney World y cuando volví al trabajo me encontré un montón de mujeres haciendo fila en mi escritorio. Ahí empezaron las preguntas.
"¿Sabías que te lo iba a pedir? ¿Te sorprendió? ¿Lloraste?". Admití que sí que lo sabía y que no lloré. Para nada. De hecho, me dio por reírme. Mis respuestas fueron recibidas con caras educadas pero decepcionadas. Al fin y al cabo, había vivido "el sueño de cualquier mujer".
Mi madre descubrió que la gente también la quería felicitar a ella, ya que había hecho un trabajo excelente seleccionando para su hija única un hombre de buena fortuna en busca de esposa. En realidad, mi madre es tan poco romántica como yo y estaba feliz pero no extasiada.
Cuando mi nuevo estado dejó de ser una novedad, me sentí aliviada. A lo mejor me dejaban en paz y podía empezar a organizar mi boda en paz. Pues no fue así. Todo el proceso parecía estar sucediendo 50 años atrás. Tener un anillo en el dedo parecía decirle cosas sobre mí a la gente y todos esperaban que mostrara ser una mujer que no soy. La clase de mujer a la que le interesan las servilletas, la cubertería de plata y hacerle la cena a mi marido.
Algunas de las experiencias destacables que tuvieron lugar durante la elección del lugar de la celebración incluyen a coordinadores que solo me hablaban a mí, como si mi prometido no estuviera delante (porque, como hombre, al parecer a él no le tiene que importar), a una mujer que me recomendó que me asegurara de que mi prometido acudía a sus citas para ajustarse el traje y a los trabajadores del lugar de la celebración, que estaban perplejos por mi falta de interés en las fundas de las sillas. Parecían pensar que toda mi vida era un camino hacia este momento.
Cada vez que conozco gente nueva empieza la ronda de preguntas sobre la boda. ¿Me decepcionaba que no se hubiera vestido muy elegante para pedirme matrimonio? ¿Iba a adelgazar para el gran día? Más o menos una vez a la semana alguien me dice: "No me creo que no estés estresada". Falta más de un año para mi boda y a la gente le asombra que pueda pensar en otras cosas.
Organizar una boda ni se acerca a lo divertido que creía que sería. De hecho, siento que se me da mal, que soy una novia inadecuada porque no busco una boda particularmente tradicional. Tampoco es que esté organizando un rito pagano de unión de manos en el bosque. He reservado un buen lugar de celebración en un hotel y mi padre me va a acompañar al altar, pero estoy descartando tranquilamente cualquier tradición que no me guste. No voy a lanzar el ramo, y la idea de prometer honor y obediencia hizo que mi prometido se riera tanto que estuvo cerca de hiperventilar.
Estas decisiones parecen confundir inmensamente a mis conocidos bienintencionados, como si mi boda fuera "incorrecta" de algún modo. Así lo he sentido desde el principio, desde las primeras reacciones por tener un anillo de compromiso con un zafiro púrpura que suele recibir calificativos como "inusual" o el comentario de mi abuela, que es mi favorito: "muy grande". Me han dicho que no me ven casándome en un hotel, algo muy reconfortante cuando es precisamente el lugar que he reservado. También me he debido de confundir de novio, ya que tiene su propia opinión sobre su propia boda.
La sensación que me da el negocio de las bodas de lo poco adecuada que es mi boda va de la mano con el hecho de que toda mi identidad parece girar en torno a ella ahora. La gente se dirige a mí como "futura señora Whitney", algo que me provoca ganas de clavarles un tenedor en un ojo, sobre todo porque voy a combinar nuestros apellidos y pasaré a ser Elsmere-Whitney. Tampoco usaré lo de "señora". Mi prometido también tiene pensado combinar nuestros dos apellidos, pero esa es otra historia con otras reacciones de estupefacción. Muchos me preguntan cómo va la organización de la boda antes siquiera de preguntarme qué tal estoy yo y parece que se compadecen cuando ven que no tengo nada nuevo que contar.
Menos mal que tengo amigos y familiares sensatos que me preguntan qué tal va la organización de la boda, pero sin olvidarse de que mi personalidad va más allá de mi faceta como novia. De no ser por ellos, creo que me habría ido de matanza. No veo la hora de casarme con mi mejor amigo para oficializar nuestro equipo, pero también estoy ansiosa por casarme para dejar de sentirme como una novia horrible o como si hubiera viajado por accidente a 1955. Apretaré los dientes hasta entonces.
Después, espero poder seguir mi vida sin tener que dar explicaciones sobre mis planes reproductivos.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.