"Nosotros escuchamos a Neil Armstrong antes que nadie": los españoles que participaron en la misión Apolo 11
Con motivo del estreno de 'First Man', dos de los españoles que participaron en la misión rememoran cómo fue llevar al primer hombre a la Luna.
"Cuando Armstrong dijo desde la Luna que habían aterrizado, nosotros lo escuchamos antes que nadie". Quienes hablan son Carlos González y José Manuel Grandela, dos de los españoles que participaron, "en una posición de privilegio", en la misión de la NASA que cambió la Historia: Apolo 11. El gran público ha olvidado o desconoce su participación pero sin ellos la gran gesta de poner al primer hombre en la Luna habría sido imposible.
González ha sido director durante cuatro décadas del Madrid Deep Space Communications Complex (MDSCC), una instalación situada en Robledo de Chavela (Madrid) encargada, entonces y ahora, de facilitar las comunicaciones entre las naves y sus tripulantes y los centros de control en la Tierra. "Cuando el Apolo 11 llegó a la Luna yo era un veterano, porque había sido contratado para la misión Apolo 7", rememora. Su compañero, Grandela, recuerda que fue contratado "con 23 años" y que tardó meses en enterarse de algo: "No entendí la importancia de lo que había pasado en mi vida hasta meses después: yo era un humilde ingeniero de comunicaciones en una misión propia de premios Nobel".
González y Grandela, que rememoran su participación en la misión en el Centro de Astrobiología de Madrid, con motivo del estreno de la película First Man, se encargaban aquel día de julio de 1969 de los equipos de telecomunicaciones. "Yo estaba encargado del aparato receptor y transmisor", recuerda González, por cuya máquina pasaban en primer lugar tanto las voces de los astronautas como las órdenes desde Houston. "En ese momento", apunta Grandela, "lo único que quería era que el aparato que manejaba yo no fallase, por Dios. Y que no le pasara nada a los astronautas".
"¿Cuándo te das cuenta de que has participado en algo grandioso? Cuando Houston te dice 'muchas gracias', te retiras del micrófono y te empiezan a temblar las piernas. Ahí te das cuenta de que has participado en algo único en la historia. Es entonces cuando te sientes... ¿importante? Llámalo como quieras", revive emocionado Carlos González.
Recuerdos de una misión irrepetible
"La misión fue un gran éxito y contaba con los equipos más sofisticados de ese tiempo", relata Grandela, "pero la capacidad del ordenador del Águila, el dispositivo que aterrizó en la Luna, era de 700 kilobytes". Quizás por eso, y como refleja la película dirigida por Damien Chazelle, la misión tuvo problemas durante todo su desarrollo y estuvo a solo un paso de no salir bien.
Los dos técnicos españoles que participaron en ella recuerdan a la perfección todos los momentos de tensión. El primero, cuando el módulo Águila se desprendió de la nave para dirigirse en solitario hacia la Luna: "Vi que mi aparato perdía la señal y me asusté mucho pensando que estaba fallando. Pero el otro aparato también falló. Y el de allí, y el de más allá. Perdimos toda la señal y pensamos que los habíamos perdido". Fue Neil Armstrong el que logró recuperar la señal, corrigiendo de manera manual la posición de la antena del módulo.
Armstrong fue también quien decidió seguir adelante con la misión cuando desde Houston le recomendaron abortar, al descubrir que Águila se movía más rápido de lo esperado y aterrizaría en un lugar desconocido, unos ocho kilómetros más allá del lugar previsto para el alunizaje. "Puso la nave en modo semiautomático y Buzz Aldrin fue dándole datos de altitud y velocidad para poder posarse sobre la superficie lunar, que estaba llena de piedras del tamaño de Cadillacs. Cuando posó la nave, sólo tenía combustible para 17 segundos", evoca González. La frase del astronauta tras aterrizar, "tranquilidad, estamos bien", provocó probablemente el suspiro de alivio colectivo más grande de la historia.
"En las comunicaciones durante la misión", explica el que fuera director de operaciones del MDSCC durante más de cuarenta años, "no había emoción. El astronauta decía 'Tenemos un problema', desde Tierra se respondía 'Copy' y ya está. Pero una cosa es que lo decía la voz y otra lo que marcaban los sensores biomédicos de los astronautas, que nosotros veíamos desde aquí abajo. Ahí veíamos quién se ponía nervioso y hasta qué punto".
Armstrong, otra vez él, casi hizo estallar los sensores cuando se vio incapaz de salir por la escotilla del módulo para pisar, por fin, la Luna. "Hay un momento de la película en el que parece que a Armstrong le crecen los enanos", dice con humor González, "pero también queda claro que él ese día estaba dispuesto a pisar la Luna pasara lo que pasara". "Después lo he pensado muchas veces, y creo que yo habría hecho lo mismo. Prefiero volver a la Tierra como el héroe que murió intentando pisar la Luna que como el pringado que abortó la misión cuando estaba a punto de lograrlo", reflexiona.
Motivos para gastar el dinero
La carrera espacial siempre ha estado coreada por una pregunta: ¿por qué gastar dinero en eso y no en problemas de la Tierra? Para aquellos que siguen preguntándoselo, José Manuel Grandela tiene una respuesta contundente: la exploración espacial ha cambiado el mundo.
"La informática, la cibernética, los materiales... Todo lo que se hizo para ir al espacio está en la sociedad y la ha cambiado por completo. Desde los móviles a los trajes térmicos, pasando por los microondas. Cada uno de esos objetos es la respuesta perfecta para aquellos que preguntan si merece la pena".
Había más de 400.000 personas implicadas en el proyecto Apolo, un sueño espacial que contemplaba la realización de veinte misiones y la construcción de una base estable en la Luna. "Durante mi formación, que duró varios meses, leí la documentación sobre el proyecto con fascinación, como si fuese Las mil y una noches", recuerda Grandela, que vio cómo el final de la Guerra Fría llevaba al abandono del proyecto de sus desvelos.
"Ahora", explica Miguel Mas Hesse, director del Centro de Astrobiología, "la exploración espacial es un reto científico y tecnológico en el que la colaboración entre los países es muy estrecha". Él, marcado por la carrera de los años sesenta, apuesta por seguir yendo más allá: "Yo tenía 7 años y se pueden imaginar la fascinación que me producía esto. No recuerdo nada de Mayo del 68 ni de la Primavera de Praga, pero el viaje del Apolo 8 quedó grabado en mi memoria y por eso quizás estoy aquí como director".
La Luna vuelve a ser un objetivo, pero Marte aparece en todas las conservaciones. ¿Es posible? Todo apunta a que sí, pero Carlos González apunta a algo que será imprescindible y que no siempre se tiene en cuenta: "Había casi dos segundos de diferencia entre la Luna y Houston y, por eso, el "Houston, tenemos en problema" no era grave. Entre Marte y la Tierra habrá entre 15 y 20 minutos... Cuando control quiera contestar al "Houston, tenemos un problema", ya se han muerto todos. No podrán contar con la Tierra, así que la nave tendrá que ser lo suficientemente inteligente como para autorrepararse o para decirle a la tripulación exactamente donde está el problema". "Y esperemos que no les pase nada", zanja.