No todas las víctimas del covid tenían coronavirus
El miedo al contagio y el colapso del sistema sanitario fueron, en algunos casos, más dañinos que el propio virus.
Cuando Gregorio acudió esta primavera al consultorio médico de su pueblo, ya era demasiado tarde. Aparentemente, había pasado lo peor de la primera ola de la pandemia, y el hombre ya no aguantaba los dolores y el malestar que sentía desde hacía un tiempo. Más que al dolor, este albañil de 55 años, casado y con tres hijos, tenía miedo a contagiarse de coronavirus.
Cuando lo vio su médica de cabecera, lo mandó de inmediato al hospital. Tenía un cáncer de pulmón que había hecho metástasis. Murió a los pocos días. El remedio —evitar las visitas al médico por miedo al contagio— fue peor que la enfermedad. Y el caso de Gregorio no es único.
Un estudio publicado en la Revista Española de Cardiología constata que los infartos agudos de miocardio atendidos en la peor fase de la pandemia en España se redujeron considerablemente con respecto al año anterior: frente a los 1.305 pacientes que acudieron a los hospitales con un infarto en abril de 2019, en el mismo periodo de 2020 sólo lo hicieron 1.009. No porque menos personas sufrieran infartos, sino porque fueron menos las que se atrevieron a pedir ayuda.
Además, quienes sí fueron al médico lo hicieron más tarde de lo que debían, y sufrieron consecuencias más graves. “El tiempo total de isquemia [disminución del riego sanguíneo] fue significativamente más largo (un 15% adicional) en el periodo de COVID-19” —señala la investigación—, y menos pacientes con infarto sobrevivieron. El 7,5% de los ingresados murieron, frente al 5% del año anterior.
Hace unos días, la Comunidad de Madrid reveló que los hospitales de la región habían dejado de realizar 93.001 operaciones entre los meses de marzo y agosto. Abril fue el peor mes, en el que dejaron de hacerse 33.473 cirugías, el 85,8%. En los meses en los que ‘todo era covid’, no tener covid también se convirtió en un lastre.
Javier Padilla, médico de familia en un centro de salud madrileño, describe como una “lucha” la labor de los sanitarios de atención primaria para conseguir que los pacientes más vulnerables —principalmente “crónicos o personas mayores con pluripatologías”— “no perdieran el contacto con el sistema sanitario”. Aunque no siempre lo lograron.
“Por un lado, estaba el miedo de la población, que en muchos casos prefería no ir al médico para evitar un posible contagio, y que además era ese el mensaje que recibía: ‘No te acerques porque ahora mismo estamos en monocultivo de covid’”, recuerda Padilla. Por otro, estaba “la dificultad de que les atendieran por teléfono”, reconoce. Durante un tiempo, y en algunas zonas del país, conseguir cita con el médico de cabecera se convirtió en misión casi imposible.
Todo esto, unido a las citas aplazadas o anuladas, ha provocado que, una vez pasado ‘lo peor’, se acumule la llegada de pacientes con patologías no covid que han sido descuidadas estos meses. En las últimas semanas, Padilla ha atendido dos casos de personas que ya tenían programada una operación de vesícula antes de la pandemia y que, ante la imposibilidad de hacérsela, han desarrollado ahora otra enfermedad: colecistitis, una infección en la vesícula que se produce cuando se ‘atascan’ las piedras. Lo más probable es que, de haber pasado por quirófano en la fecha inicial, esas personas no sufrirían ahora estas complicaciones.
“Casos como este se están dejando ver en las consultas de forma muy clara”, afirma Padilla. “Ahora que vemos el horizonte de la vacuna, que la población ya tiene una cierta inmunidad y que conocemos mejor la enfermedad, parece que empezamos a ver que hay vida más allá del coronavirus”, comenta.
Y a esto se le suma otra preocupación. Si bien la llegada de la vacuna es positiva, el proceso de vacunación amenaza con saturar aún más los servicios de atención primaria. “Si la mayoría de las enfermeras de los centros de salud se tienen que dedicar a la vacunación, se va a prolongar el colapso sanitario, porque estas profesionales son fundamentales en el manejo de pacientes crónicos”, explica Padilla. En su centro de salud ya vieron cómo en octubre aumentó considerablemente la lista de espera de pacientes con la campaña de vacunación de la gripe. “¿Esto va a ser así durante meses?”, se pregunta.
Manuel Menduiña, médico internista del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, tiene la misma sensación que Padilla, y que casi todos los sanitarios a los que se les pregunte por el tema. Durante la primera ola, el miedo frenó a la gente a ir a los hospitales y, como consecuencia, su diagnóstico empeoró. “Se dio un importante porcentaje de infartos demorados porque la gente aguantaba unos días con dolor torácico y cuando llegaba al hospital ya estaba en una situación clínicamente mala”, describe.
“También se detectaron que algunos pacientes con infecciones llegaban con cuadros sépticos graves; hubo más intervenciones de peritonitis porque las personas que tenían apendicitis demoraban su paso por el hospital. Y lo mismo ocurrió con los ictus, que requieren una actuación rápida: hubo menos casos de ictus agudos y más de pacientes que ya venían con secuelas de esos ictus, en las que muchas veces no se podía hacer nada”, señala Menduiña.
“En la primera ola, casi todos los recursos estaban destinados al covid; el 95% de las urgencias eran pacientes con coronavirus y el 5% restante, personas con otras patologías, enfermos crónicos o infartos”, cuenta.
En su hospital se desarrolló un sistema de teleconsulta que permitió agilizar la atención, y los sanitarios “redoblamos esfuerzos”, asegura Menduiña. Pero al final tienen la sensación de que no siempre fue suficiente. “Si un paciente te cuenta que le duele la barriga, tienes que tocarle la barriga; no le puedes diagnosticar por teléfono”, lamenta el especialista.
Según datos de la Generalitat de Catalunya recogidos por eldiario.es, en lo que va de año se han reducido un 33% las consultas a los especialistas. Concretamente, ha habido 604.409 consultas menos que en el mismo periodo de 2019. Y eso, sólo en Cataluña.
Muchos médicos y epidemiólogos están convencidos de que lo que no se ha tratado en estos meses emergerá con el tiempo. “Seguramente, los efectos de esas carencias en la atención empezarán a verse a medio plazo. No son casos Covid, pero sí consecuencia de la pandemia del Covid”, explica Pedro Gullón, epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública.
Precisamente con el fin de mitigar esos efectos que están por venir, en esta segunda ola se intentó mantener la actividad ‘no esencial’ de los quirófanos, a diferencia de lo que ocurrió en primavera. “Sólo por el miedo a contagiarse y porque las consultas estaban saturadas ya se produjo un efecto de cúmulo, pero si encima se para la actividad no esencial del hospital, es todavía más grave”, comenta Gullón.
A medio plazo se verán también las consecuencias sobre la salud mental, un problema que venía anunciándose desde hace tiempo y que la pandemia no ha hecho sino ahondar. “La magnitud de esta crisis se empezará a ver cuando se analice el consumo de fármacos que tienen que ver con ansiedad y depresión”, prevé Pedro Gullón.
Según publica el Instituto de Formación, Tratamiento en Terapia Familiar Sistémica y Adicciones (ITAD), durante la pandemia se han incrementado las ventas de psicofármacos, así como el consumo de alcohol. IQVIA, una compañía especializada en el mercado farmacéutico, cifra en un 4,1% el aumento del consumo de medicamentos para ansiedad, depresión y problemas de sueño.
“En esto no sólo ha influido el confinamiento, sino también la pérdida de familiares, la pérdida del trabajo, la incertidumbre sobre el futuro… todo esto tiene un impacto claro en la salud mental, y se dejará ver a medio plazo”, apunta Gullón.
La falta de socialización durante un año tan difícil es, en este caso, doblemente ‘culpable’. “En situaciones normales, muchos trastornos o sufrimientos mentales se empiezan a tratar porque en el entorno del paciente le animan a buscar ayuda; ahora mismo, el aislamiento hace que mucha gente no tenga esa interacción necesaria para romper el cascarón y pedir ayuda”, apunta Javier Padilla. “En parte, la socialización ya ha vuelto, pero se hace en un entorno en el que todavía hay riesgos, en el que además hay una crisis económica importante, etcétera. Ahora mismo hay un problema, y lo va a haber mayor y durante mucho tiempo”, augura.
Entre los compañeros de Manuel Menduiña también se comenta que “el número de pacientes que necesitan atención psiquiátrica por depresión y ansiedad ha aumentado de forma importante” estos meses. “Y eso está relacionado con la situación de pandemia que vivimos”, afirma el internista.
A Menduiña sólo le queda insistir en que “se ha hecho lo que se ha podido”, tanto con el covid como con las patologías que no eran covid. “Todos hemos intentado que no hubiera retrasos en la atención, pero el impacto se verá, no de forma inmediata, pero sí dentro de un tiempo”, dice.