No estamos locas
El documental 'Framing Britney Spears' muestra la capacidad de los medios para catapultarla a la fama y luego enterrarla alegando inestabilidad emocional.
A todas nos han llamado alguna vez locas, histéricas e hipersensibles. Una de las herramientas más recurrentes del machismo para mantenernos con la cabeza gacha —es decir, subyugadas— es desactivar todos nuestros intentos de rebelión achacándolos a nuestra inestabilidad emocional. Los filósofos denostaron nuestra capacidad de raciocinio durante siglos y nuestra supuesta naturaleza descontrolada fue uno de los argumentos utilizados para negarnos el derecho al voto.
La historia ha realizado un profundo análisis de la locura de las mujeres. Están las que se suicidan por amor, las furibundas tristes que jamás sonríen, las que tienen ideas insensatas como no casarse, no ser madres o estudiar una carrera ¡locurón! y hasta las que se inventan sus propias dolencias físicas con el objetivo de llamar la atención. Las hemos visto representadas en cuadros, textos y leyendas, pero ni una sola línea, dibujo o documental que señale las causas que han llevado a estas mujeres a comportarse de tal manera. Nada sobre el maltrato que sufrieron de los hombres que las acompañaron, ni de las imposiciones sociales que limitaron su desarrollo personal y profesional o de cómo la medicina ignoró su cuerpo. Recomiendo leer a Carme Valls.
Algo muy parecido a lo que ha ocurrido con Britney Spears, que, además de ser víctima de todas esas violencias por el hecho de ser mujer, se suma la que recibió de los medios de comunicación y la opinión pública. Esta semana se ha estrenado en España el documental Framing Britney Spears, un retrato espeluznante de cómo los medios pueden catapultarte a la fama, pero también enterrarte en vida.
Resulta curioso comprobar que la locura femenina suele venir de la mano del poder o la relevancia profesional. Cuando una mujer tiene éxito primero se convierte en sospechosa, luego en culpable y finalmente en ida. Fueron los propios padres de Britney quienes comenzaron a llevarla a castings y festivales para convertirla en famosa. El segundo paso fue contratar a una representante y poder sacar rentabilidad del talento de su hija.
Con la aparición en televisión llegaron los comentarios sexistas de los hombres y el escrutinio de toda la sociedad que cuestionaba su decencia por vestir minifalda. Fulana. Golfa. Lolita. Hasta tuvo que mentir sobre su virginidad para mantener su imagen inmaculada, como si la adolescencia no fuese precisamente una etapa de efervescencia sexual.
Los focos y los desprecios no se apagaban al bajar del escenario, la cantante era perseguida 24 horas 7 días a la semana por los flases de los fotógrafos que buscaban la instantánea más morbosa y en la que saliera peor, resulta que estas se vendían muchísimo mejor. Britney Spears en chándal. Britney Spears borracha. Britney Spears es una mala madre. Se nos da muy bien despreciar a las mujeres y su humillación sale muy rentable.
Britney no era ninguna marioneta. El documental aporta testimonios de personas que trabajaron con ella y la describen como una mujer inteligente, creativa, segura de sí misma y capaz de llevar el control de un gran equipo de personas. Si el éxito de la una mujer es algo que la sociedad no puede soportar, el escarnio público constante es algo que ningún ser humano es capaz de sobrellevar.
Sus parejas tampoco le ayudaron, uno se vengó de ella inventándose una infidelidad, otro le impedía ver a sus hijos. Britney Spears no pudo más y se reveló: se rapó su deseada melena y se enfrentó a miles de fotógrafos que la asediaban a la salida de cualquier tienda… con un paraguas. La imagen es hasta tierna: una mujer que soporta el acoso y las burlas de medio mundo se defiende con un simple paraguas verde. Este gesto desesperado e inocente es presentado como la mayor prueba de enajenación por los medios de todo el mundo y marca el declive de una mujer llena de energía y de talento. La mandan directa a los infiernos.
En 2007, Britney Spears pierde la custodia de sus hijos. En 2008, es ingresada en un hospital psiquiátrico en contra de su voluntad y su padre solicita la tutela apelando problemas de salud mental. El juzgado aprueba la petición y, además, le otorga poder sobre sus finanzas. Desde entonces, él controla su salud, sus tratamientos, su dinero, sus tarjetas de crédito, decide sobre sus visitas, sobre sus giras y también recibe un porcentaje de sus ingresos. Britney nunca quiso que su padre fuese su tutor, pero el miedo a que no le permitan ver a sus hijos provoca que acabe cediendo.
Actualmente existe un movimiento de fans por todo el mundo que piden su liberación bajo el hashtag #freebritney. Realizan manifestaciones, acuden a los juicios y analizan cada una de sus publicaciones en las redes sociales. En su opinión, la artista vive recluida en su mansión privada de autonomía y sin posibilidad de hablar. El documental acaba con una declaración de su propio hermano diciendo que las mujeres de su familia tienen “mucho carácter”, pretenden “hacer lo ellas que quieren” y eso “da un poco de asco”.
Sin voz, sin autonomía, sin libertad… Britney Spears existe en cada una de nosotras, pero no nos ahogamos solas: nos mata la sociedad.