Nicolas Mathieu: “Seremos un archipiélago con herramientas que nos alejan de las relaciones humanas”
El ganador del Goncourt con 'Sus hijos después de ellos', sobre el desmoronamiento de la clase obrera, lo colectivo y la industrialización, explica los hilos literarios de esta obra tan elogiada.
Por Winston Manrique Sabogal
El hijo de una contable y un mecánico que conoció la vida difícil y el desmoronamiento de una época colectiva, obrera y de industrialización se hizo un escritor premiado, gracias, en parte, al contar todo aquello. Nicolas Mathieu (Épinal, Francia, 1978) cuenta cómo la vida es un rosario de promesas incumplidas en la clase media y baja. Pero sus padres hicieron todo lo posible por darle los mejores estudios y que él no tuviera que repetir aquella vida en eterno adiós.
Estudió Historia en Nancy y luego Cinematografía en Metz, hasta que viajó a París a dedicarse a Historia del arte. Ahí empezó una serie de trabajos temporales precarios, hasta que en 2014 vio la luz su primera novela, Aux animaux la guerre, y todo en empezó a cambiar. Tuvo buenas críticas y se convirtió en serie de televisión. Cuatro años después publicó Sus hijos después de ellos (Alianza de Novelas) y ganó el prestigioso Goncourt.
Sentado en un pupitre del Insituto francés de Madrid, Nicolas Mathieu, camisa blanca y jean, hace un acercamiento a los resortes e hilos literarios de esta novela elogiada en forma y fondo. Trata de averiguar de dónde viene el estilo, la estructura y el manejo del tiempo de una obra que recuerda los mejores mimbres de las narraciones clásicas, pero con un tema contemporáneo y muy social y político y crítico. “Todo es política”, dice.
En Sus hijos después de ellos hay un momento en que el narrador se pregunta qué estarían haciendo todos aquellos amigos de la pandilla a los que había perdido de vista en los veranos cruciales de la novela. ¿Lo mismo ha hecho Mathieu tras inspirarse, en parte, en su época adolescente para novelar los cambios de época? La prierma respuesta es una sonrisa de sopresa y luego:
“De muchos de ellos no sé nada. Pero mis amigos de adolescencia no eran exactamente esos del libro. Pasaba mucho tiempo con mi primo, que es el primo de la novela. Es agente inmobiliario. A los otros los he perdido de vista”.
La novela transcurre en varios veranos, una manera de acercarse a las diferentes clases sociales. Y con ese periodo estival Mathieu crea cuadros, asomos cinematográficos visibles y hasta existenciales. Escenario y época que tuvo claro casi desde el principio de la escritura. Y un tempo sereno, casi detenido o en bucle que guarda el alma de Sus hijos después de ellos:
“Me di cuenta de que era eso lo que quería muy rápidamente, con elipsis. Una razón que facilitaba la vinculación entre los diferentes mundos de los personajes. Era febrero, invierno, y estaba harto del frío, así es que me dije que la próxima novela transcurriría en verano. Era una provocación. Ese tiempo lento es la inercia en que están atrapados los personajes, hay una gran fuerza de inercia entre ellos, los aspira en cierta forma, es como un sumidero con el lago en el medio y la idea de la novela es salir de allí. El tiempo contemplativo es porque los personajes no tienen nada que hacer, es un tiempo en el que todo es posible”.
Una contemplación y paso del tiempo no solo en el paisaje sino también en los personajes. Una narración que zigzaguea entre la nostalgia y la melancolía que criticar un sistema. Una mirada que bien podría recordar al cine de Terrence Malick sobre quien Mathieu hizo su tesina de Cinematografía en Metz de quien toma pinceladas:
“Malick está en la contemplación claro… Bueno, sí y no… Creo que la forma de ver la naturaleza en la novela es muy de Malick. Aunque si su filmografía está atravesada por algo trascendente donde el individuo y lo natural se confunden, en mi caso la naturaleza tiene una inmanencia radical, no hay dios… Por lo tanto, al final, no creo que haya grandes cosas de Terrence Malick. Hay más cosas de Jeff Nichols, o, tal vez, de Michael Laughton y La noche del cazador, de ese estilo. De la poesía del sur de Estados Unidos. Hay de muchas películas y libros de Faulkner, esas fueron mis fuentes de inspiración para escribir el verano con esa pesadez y ahogamiento que describo de esos veranos caniculares. Ellos son prisioneros del verano, prisioneros de su condición social. Intentan evadirse a cualquier precio”.
El escritor francés Nicolas Mathieu. /Fotografía WMagazín
Una literatura vinculada al realismo y a la política y a la denuncia y al aprendizaje cuyos modelos de escritores proceden más de Gustave Flaubert y Zola que de Victor Hugo o Charles Dickens:
“Zola, Flaubert y George Perec están más presentes en la novela que otros escritores. Son autores que lograron importar a su estilo aportaciones de asuntos sociales. En esta novela hay párrafos enteros que podrían ser sociología. Annie Ernaux también está; pero menos los grandes realistas como Balzac o Dickens”.
Ernaux es uno de los autores contemporáneos más admirados por Nicolas Mathieu. Al enterarse de que la autora francesa al recibir el premio Formentor de las Letras describió su propia literatura como desclasada, una “escritura violenta” y una forma de responder a los problemas de la realidad, el ganador del Goncourt no puede estar más de acuerdo y lo dice con entusiasmo:
“Yo suscribo todo lo que dice Annie Ernaux. Considero la literatura como un arte marcial para tomar revancha y devolver los golpes a las injusticias y situaciones sociales, a las mentiras que se cuenta la sociedad a sí misma. La literatura te permite tener la capacidad de encajar los golpes que te da la vida. Hay que ver la vida como un contrincante en un ring… y nos está dando una buena tunda. Así es como la literatura permite devolver algunos golpes poniéndole palabras a las cosas, dejando un poco el tiempo que pasa ralentizado”.
Sus hijos después de ellos muestra la estela de un tiempo que se va, que se ha ido. De la patria, de los efectos, de alguna manera, de la globalización. Dos conceptos a los que se refirió recientemente Donal Trump, presidente de Estados Unidos, al decir que lo que importa es la patria no la globalización. Mathieu no comparte esa idea:
“No todo el mundo tiene los medios de ser un ciudadano del mundo. Hay personas abiertas al mundo y personas cerradas en su identidad. Hay medios intelectuales, financieros o educativos para sentirse cómodos en cualquier parte y personas que viven en el exterior como una amenaza y necesitan más protección. Al final, todos somos de algún lado. Se ha nacido en algún lado, se ha crecido en algún lado, y en esas identidades cuentan mucho la formación de nuestros afectos, nuestros sentimientos, nuestras expectativas. Es una forma particular de idiotez contemporánea plantear todo de manera binaria. La cuestión no es saber si uno es globalista o patriota. La cuestión es saber cómo se va a poder reproducir la articulación entre estos dos aspectos de la vida a los que no podemos escapar. Todos los problemas se plantean de forma dual, cuando hay otras formas de ser. Cuando me plantean elecciones o dilemas así lo que busco es deconstruirlo. ¿Por qué contentarse si hay una paleta infinita de opciones?”.
Y frunce el ceño contrariado por encima de sus grandes gafas de carey.
La primera novela de Mathieu, Aux Animaux la guerre, fue un éxito y se convirtió en serie de televisión. Entonces el escritor participó en el guión y se adentró en el mundo de las diferentes versiones y vidas que puede tener hoy un libro en tiempos de oferta de ocio incontable en la red. Esa experiencia fue definitiva para el resultado final de Sus hijos después de ellos:
“Lo que más me costó durante el proceso de escritura fue el desarrollo de las acciones porque los pensamientos y las descripciones de los paisajes son fáciles, pero para que realmente ocurra algo eso es lo más duro…
Tardé dos años y medio en escribirla. Y la hice dos veces. La escribí después de mi primera novela, unas 150 páginas, pero tuve que parar para escribir el guion de la serie. Otro mundo. Cuando volví a lo que había escrito me pareció todo despreciable y empecé de cero”.
Es cuando entra con fuerza y nitidez la transformación de una época, la mirada atrás a parte de su vida y la mirada alrededor del mundo cuando muchas cosas que costaron conseguirlas empezarona a agrietarse primero y luego a desmoronarse. ¿Nostalgia? ¿Melancolía? Un acta notarial literaria:
“La nostalgia es pensar que esa época es mejor que hoy y los personajes pueden pensar eso por momentos, pero yo no. Si hay nostalgia es de los personajes, no la mía. Lo que sí tiene es melancolía, eso sí. El paso del tiempo. Nada volverá a ser igual. La melancolía es el gusto del tiempo que pasa”.
El final no podía ser más alegórico y profundo. El mismo sitio de los veranos con el lago allí y una acción de las que Mathieu dice que le cuesta escribir en la que se juntan pasado, presente y porvenir… realidad, sueños y promesas… el no tiempo o el tiempo en una acción doden confluyen todos los sentidos, incluso el pensamiento ¿Hacia dónde irá todo ahora, en este mundo?:
“Soy mal profeta. Me cuesta imaginar qué va a pasar. Lo que sí constato es que estamos reducidos a ser más un archipiélago con herramientas alrededor y que nos alejan de las relaciones humanas. Aunque es práctico y ganamos tiempo. Pero ya no hay el aspecto colectivo, ese es un gran problema.
Mi relación ahora con la literatura es de extrema curiosidad, de irritación continua con la política. Escribir sobre el estado del mundo son revanchas que me tomo. Escribir libros sociales y políticos es una venganza”.
Y Sus hijos después de ellos también lo es frente a tantos libros.
- Sus hijos después de ellos. Nicolas Mathieu. Traducción de Amaya García Gallego (ADN Alianza de novelas).