Ni épica de la desobediencia ni épica de la fuerza: épica de la convivencia
En las crisis de Estado donde ha predominado la dinámica de amigo-enemigo, ha sido muy largo, dramático y difícil reconducir la situación hacia el diálogo y, finalmente, hacia una solución satisfactoria. El coste no ha sido la de unos dirigentes políticos u otros con mejores o peores resultados electorales, sino una sociedad dividida.
Por el contrario, en aquellos casos donde la política ha tomado las riendas, donde han actuado la generosidad y la inteligencia y se ha ensalzado lo que nos une, aunque diversos, se ha sido capaz de llegar a soluciones de consenso gracias al diálogo.
¿Qué más esencial debe platearse un gobernante que la convivencia pacífica de sus ciudadanos en toda su heterogeneidad? ¿Qué país soñamos? ¿Qué país podremos construir si la gran aportación del 1-O termina siendo que tengamos a los catalanes divididos?
Somos muchos los que asistimos impotentes a la confluencia de una doble irresponsabilidad.
Por un lado, el Govern de la Generalitat, que ha decidido situar a Catalunya fuera de la ley. Ha hecho saltar por los aires la institucionalidad del país, faltando al respeto a su Parlament, vulnerando los derechos de los representantes y rompiendo el orden constitucional y estatutario. Han pasado de la "revolució dels somriures" a una supuesta épica de la desobediencia, acabando así con las garantías democráticas de todos los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya. Hoy nos saltamos las leyes que impiden nuestro objetivo, la independencia, y mañana... ¿cuáles?
Por otro lado, el Gobierno de España ha asistido impertérrito a años de desafección, distanciamiento y desconexión de una parte de la sociedad española con el orden constitucional. Ha abdicado de la política y ha delegado toda acción al ámbito jurídico. Provocar el despertar de la épica de la fuerza puede ser la puntilla final de los despropósitos.
La petición de diálogo no es retórica. Cuando los socialistas lo reclamamos es porque estamos convencidos de que es la única vía para resolver el problema. Llevamos años convencidos de ello. Desde luego, liarnos a banderazos colgados de los balcones no resuelve nada.
Las dos sábanas solitarias que aparecieron en la Gran Vía de Madrid, "PARLEM?" y en Barcelona, "HABLEMOS" son la poca luz que he encontrado estos días. Soñé esa noche que me despertaba al día siguiente y de manera espontánea había miles de sábanas blancas por toda España ofreciendo: "PARLEM?" y que con la misma espontaneidad un montón de catalanes y catalanas respondíamos a esa oferta con determinación: "HABLEMOS".
Porque el diálogo es y debe ser el medio irrenunciable en un país democrático de Derecho como el que queremos que sea España. El diálogo entre distintos, la deliberación, la palabra es la esencia de la democracia (no la sordera y la confrontación que llevan manteniendo de manera sostenida los gobiernos español y catalán). Por eso la política es la expresión más noble de esa voluntad de entendimiento y acercamiento al que piensa distinto. Por eso es desde la política desde donde podemos construir la Épica de la Convivencia.