Miguel Ángel Aguilar: "Hay que devolver el prestigio a la verdad"
"Hace falta un periodismo insurgente".
"Nacido para la astronomía y degenerado hasta el periodismo". Así se define Miguel Ángel Aguilar, que ha decidido volcar en el libroEn silla de pista los apuntes que ha tomado durante décadas de profesión: desde sus inicios en el Madrid en la época final del franquismo hasta nuestro días.
Aguilar (Madrid, 1943) ha sido testigo de los principales acontecimientos de este país en los últimos cincuenta años. Siempre a pie de calle. Pisando el terreno. Y tiene claro que las relaciones entre el periodismo y el poder tienen que ser "malas", "críticas", "distantes". Porque los poderosos siempre quieren más, buscan la total adhesión. Y la profesión tiene que ser siempre "insurgente". Más en un momento como el actual, con la amenaza de las fake news, algo que solo se podrá superar de un manera: recuperando "el prestigio de la verdad".
El libro abarca desde sus inicios en el periodismo. ¡Cuánto ha cambiado España y también el oficio! ¿Cómo recuerda aquellos primeros años de profesión?
Empecé en el diario Madrid en septiembre de 1966 después de terminar Ciencias Físicas tres años antes. Luego me matriculé en la Escuela Oficial de Periodismo, y empezaba a ser un desertor de las ciencias. Venía muy imbuido por el ambiente de aquellos años de universidad, que era el único sitio donde había una actitud antifranquista clara y rotunda. Había un compromiso, del que formaba parte. Eso sin ser para nada militante de ningún partido. El Madrid fue suspendido durante dos meses, y se prorrogó otros dos. Aquel periodismo, aquella gente que entramos nos insertamos en una redacción con viejos componentes muy rodados y de un ambiente distinto. Toda la ilusión de la gente nueva, contar lo que nos quemaba los dedos, lo que estaba pasando. Nos cerraron para siempre. Era un periodismo que tenía un punto de militancia.
¿Qué militancia?
La defensa de las libertades públicas. Por otra parte, es la razón de ser de todo medio de comunicación. De todo lo demás se puede tener más o menos, se puede jugar con más o menos intensidad, pero en lo que hay que ser absolutamente indeclinable es en la defensa de la libertad de expresión y de las libertades públicas.
Dice libertad expresión. ¿Está en peligro hoy en día después de lo que hemos visto con tuiteros y raperos?
Creo que las libertades siempre están en peligro. No se consiguen de una vez para siempre, están sometidas a la erosión de la intemperie. En cuanto te descuidas, alguien se apropia de ellas o las malversa. De manera que hay que estar en permanente vigilancia. Los episodios que mencionas son superables, no parece que haya sido una pérdida irreparable.
¿Y cómo ve el periodismo que se hace en España en octubre de 2018?
Creo que se hace buen periodismo, hay muy buenos periodistas. Se atiene a las pautas indeclinables del oficio y de cómo ejercerlo. Al mismo tiempo, hay mucha confusión y contaminación. Vivimos inundados por las redes sociales: en las inundaciones lo que falta primero es el agua potable. Eso es un poco lo que nos pasa y habrá que acudir en socorro de nuestros compatriotas para proporcionarles información verificada, contrastada, con sello de calidad, que es por donde tiene salida y vigencia el periodismo que queremos.
¿Le da miedo el fenómeno de las fake news? ¿Cómo se puede combatir? ¿Es algo tan nuevo como nos venden ahora?
No es tan nuevo, siempre ha habido intoxicadores e intoxicaciones. Es muy antiguo. Ahora, la manera de manifestarse es nueva y está adaptada a las últimas tecnologías. ¿Qué hay que hacer? Intentar devolver prestigio a la verdad, a la información contrastada, hacerla deseable, que la gente se persuada. Por donde no tiene salida el periodismo es por la vertiente del low cost, cada día más barato, cada día periodistas más precarios y peor pagados. Desde la precariedad se llega rápidamente a la docilidad. Lo que nos hace falta es un periodismo insurgente.
Siempre ha estado a pie de pista. ¿Cuál ha sido el hecho que más le ha marcado escribir y vivir?
Me impresionaron y conmovieron los fusilamientos del 27 de octubre de 1975. Esa escena de desolación e impotencia. La dictadura ya había descolorido, pero cuidado 'te sigo pudiendo fusilar'. Franco termina su vida como la había empezado: fusilando. Es brutal verlo. Lo que intentamos como servicio periodístico fue estar allí.
Precisamente estos días estamos enfrascados en la exhumación de los restos de Franco. ¿Qué le parece?
No me emociona en ningún sentido. Me parece correcto que lo saquen. ¿Qué habría que hacer? A lo mejor aplicar unos barrenos de dinamita y hacer una gran explanada para un circuito de automóviles, no lo sé. Que le den el entierro donde corresponda. ¿Dónde? Tienen un panteón en Mingorrubio al lado del Pardo, donde está enterrada su mujer, y tienen otro en Ferrol. No me parece justo que lo entierren en la Almudena porque Franco estuvo cuarenta años y no terminó la catedral. Se concluyó con el Gobierno de Felipe González. No se ha ganado estar enterrado ahí. Que hagan lo que les parezca.
A lo largo de su carrera ha tenido contacto con la gente más poderosa del país. ¿Cómo es el poder español?
El poder se parece mucho en todas partes. El poder es insaciable, siempre quiere más, toda adhesión le parece insuficiente y toda crítica le parece excesiva. Los periodistas siempre saben qué Gobierno habría que hacer y los políticos siempre saben cómo debería titular el periódico del día siguiente. Esas relaciones para que sean sanas tienen que ser malas, sin llegar a pésimas. Pero tienen que ser distantes, críticas. El idilio entre el Gobierno y los medios siempre es patológico. Lo que es sano es el contraste, la diferencia, la crítica y la distancia.
¿Alguna vez lo han intentando comprar desde el poder?
Me han ofrecido algunas posiciones como director general o secretario de Estado desde el Gobierno y también me han ofrecido empresarios trabajar para ellos. Lo cuento en el libro, y no me ha interesado. No tengo nada en contra de los que pasan al otro lado, pero estoy muy contento de no haberlo hecho.
Hablamos mucho de historia, pero ahora mismo vivimos momentos inéditos: el primer Gobierno que surge por una moción de censura, el primer presidente que no es diputado, se ha roto el bipartidismo. ¿Cómo es políticamente hoy España?
Es por primera vez, pero está dentro de la cobertura constitucional. Los españoles somos como somos y parece difícil que cambiemos, pues tenemos una cierta propensión crítica muy fuerte, que seguramente es ventajosa pero deja algún poso negativo. 'Es que este país'... Perdone usted, en este país hay corrupción, sí, pero no es corrupto. En un país corrupto los altos jefes de un partido que gobierna no entran en la cárcel, y aquí unos detrás de otro. Desde ese punto de vista, está dando un ejemplo.
¿Cuál fue la entrevista que más disfrutó?
Le hice una a Pinochet de la que estoy muy contento. No por lo que me dijo, sino por lo que yo le dije, él no acabó de entender hasta qué punto le estaba tomando el pelo.
¿Y el entrevistado más correoso?
Hubo una entrevista que pudo ser muy exitosa pero no lo fue porque la hice siendo director de la agencia EFE. Fue a Felipe González en el año 93 y me dijo que no se presentaría a las elecciones. Pero la secretaria de Estado de entonces, Rosa Conde, dijo que no se podía publicar. Y, claro, EFE era del Estado. Fíjate, si se publica, se hace irreversible y no se presenta, lo que nos hubiéramos ahorrado: esos finales tremebundos de Felipe González. Y hubo momentos en ruedas de prensa con León Herrera Esteban muy duros cuando los fusilamientos y los procesos a militares.
Siempre ha hecho mucho periodismo sobre las fuerzas armadas y los militares. Un tema muy complicado para los informadores, porque hay que conseguir fuentes en cuerpos disciplinados donde la orden es el silencio. ¿Cómo se hace?
Es periodismo de contacto, de cercanía, con asiduidad. Lo que pasa es que los periodistas en estos asuntos de los militares tienden a hacer un círculo separado y se quedan fuera de la tienda de la campaña metafóricamente. A mí me gustaba entrar dentro, hablar con ellos. La gente suele responder al buen trato aunque luego a mí me resultaran varios procesos militares. El cultivo amable, insistente y cuidadoso de las fuentes, de los individuos que podían contar algo.
En el actual periodismo se tira menos de fuentes y vamos más al tuit. ¿Se está perdiendo eso?
Pues sí, hay gente que se cree que lo tiene todo en el ordenador. Y se equivocan gravemente . Al final el factor humano es clave y decisivo.
¿Cómo se informa? ¿Qué lee? ¿Qué escucha? ¿Qué ve?
Ahora mismo leo por la mañana El País, al que estoy suscrito. Echo un vistazo en Internet antes de salir a La Vanguardia, El Mundo,El Periódico, El Confidencial... Y luego leo el New York Times y el Financial Times, porque son fuentes de inspiración y de criterio. No veo televisión. Y por la mañana escucho a primera hora a Pepa Bueno y a Carlos Alsina.
¿Y qué echa de menos en los medios?
Nos falta crónica parlamentaria. Si ahora lees las de Julio Camba, te das cuenta lo que era informar desde una composición de lugar.
¿Qué temas le gustaría investigar más y escribir?
No he sido un periodista de buscar un tema, sino de orientarme con el ambiente. Ahora hay que acercarse al problema más grave: la situación de Cataluña.
¿Qué consejos le daría a un joven periodista sobre lo que debería hacer y no?
Seguir las pautas básicas de periodismo: no dejarse intoxicar, verificar, contrastar y no perder de vista nuestro deber en la preservación de las libertades públicas y del civismo. El periodismo es como la energía nuclear de doble uso, puede ser medicinal o letal. Hay que saberlo cuando se escribe. Convertirse en un agente de la discordia o del cainismo es prepararnos para lo peor. No digo que nos dediquemos a ser los hermanos de San Juan de Dios, hay que ser críticos, impacientes e impertinentes, pero no hay que perder de vista donde se pasa la raya y se anima a la inquina y el enfrentamiento.