Mi voto no es mío
Si mi labor fuera únicamente la de ejercer el voto en el sentido que otros me indican, hace mucho que hubiera dejado la política.
El voto es uno los bienes más preciados que tiene el ser humano, sobre todo
para aquellos que han vivido en alguna ocasión en una dictadura y han
comprobado lo que supone no tener la posibilidad de decidir sobre tu futuro.
Cada cuatro años los ciudadanos depositan su voto en la urna y con ese gesto
están delegando, durante ese tiempo, la capacidad de decisión sobre los
asuntos que les afectan en los políticos que les van a representar en las
distintas instituciones que forman parte del Estado.
Mucho se ha hablado durante la última semana del voto de varios diputados y no por nada edificante. El foco se ha puesto en un diputado del PP que se equivocó y votó lo contrario de lo que tenía mandatado por su grupo parlamentario. Una equivocación que se ha producido en más ocasiones pero que en ningún caso anterior al del diputado del PP se había buscado desviar la atención y la responsabilidad a otros, ni a un sistema informático que nunca ha fallado ni puede fallar. Esta actitud del diputado Casero no es más que un reflejo de la deriva en la que se ha situado el actual PP, lo que le lleva a parecerse más a la ultraderecha que se ve en ciertos países que al partido de Estado que fue en el pasado.
Sin embargo, aunque el foco mediático se haya centrado en el diputado Casero, con mofas que nunca compartiré, creo que estas están haciendo pasar desapercibido lo más importante que pasó en la votación de la reforma laboral:
dos diputados de UPN, los señores Sayas y Adanero, decidieron saltarse el
mandato de los órganos de su partido, votando en contra de la reforma laboral, además lo hicieron escondiendo su verdadera intención, lo que intensifica lo nefasto de su actuación. Son muchos los que creen que esto se debe a una
compra de voluntades por parte del PP o VOX, y que por este hecho “heroico”
recibirán su recompensa. Yo no voy a entrar a valorar el motivo de su decisión,
pero reconozco que se percibe algo muy turbio y que abunda en el desprestigio de la política.
Siempre que se da un hecho de este tipo se produce el debate sobre si el voto
es de los diputados que lo ejercen o del partido político al que representan. Yo no tengo ninguna duda y así he actuado siempre: el voto pertenece al partido
por el que se presentaron a las elecciones y son sus órganos los que deben
decidir el sentido de este. Siempre he defendido que debería haber cambios en
nuestro sistema electoral para hacerlo más abierto y transparente.
Se debe mejorar la rendición de cuentas de los diputados de forma que se vean obligados a rendir cuentas permanentemente de su gestión ante los que el día de mañana van a decidir si quieren que les sigan representando. Cuando los
ciudadanos depositan su voto en las urnas, en su decisión creo que tiene
mayor peso el partido político al que elijen que la lista de diputados que contiene la papeleta. Por eso el voto de los señores Adanero y Sayas no les pertenece y deberían abandonar sus escaños como así lo han pedido los órganos del partido al que representan.
Estos diputados alegan motivos de conciencia para votar en contra de la reforma laboral y ante esto me surge la duda de qué tipo de ideología o intereses defienden, teniendo en cuenta que la reforma laboral a la que se
opusieron mejora la vida de millones de trabajadores y fue pactada por los
agentes sociales.
A algunos les servirán mis argumentos para decir que si todos los diputados vamos a votar lo mismo lo mejor es que haya un solo diputado por partido que vote y así nos ahorramos el sueldo del resto. Esto demostraría el desconocimiento que existe sobre la labor de nuestros diputados. Si mi labor fuera únicamente la de ejercer el voto en el sentido que otros me indican, hace mucho que hubiera dejado la política. El diputado tiene sobre todo que influir para que se tomen las decisiones que mejoren la vida de los que representan y eso lleva mucho trabajo oculto que por desgracias en muchas ocasiones ni se ve ni se valora.