Más allá de abuelas o brujas: así han cambiado las mujeres de más de 50 en la ficción
Siguen estando infrarepresentadas pero cada vez son más los personajes complejos y con matices en pantalla.
Madres, abuelas, brujas o marujas. Los personajes de ficción cuando las mujeres pasan de 50 han estado históricamente reducidos, salvo honrosas excepciones, a esta clase de estereotipos.
A pesar de que en la pantalla todavía no se representa la diversidad de mujeres maduras que vemos cada día por la calle, la ficción avanza con la sociedad y en la última década los espectadores han podido disfrutar de personajes complejos sin importar la edad.
Siguen siendo minoría, pero las razones de esta mejoría son varios. Para Elena Neira, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y autora de Streaming Wars, en primer lugar hay que mirar a las plataformas: “Estamos a años luz de como se estaba por ejemplo en los 80 gracias a la llegada de las plataformas, a la presión y a que el streaming hace muchos más contenidos, hay mas diversificación y más producto de nicho”.
“Parece que Hollywood, a partir de cierta edad, se ha puesto a representar a las mujeres de una forma concreta o que la ficción no representaba a toda una generación. Esto ha cambiado. Ahora hay un representación poderosa de mujeres maduras, que hacen de personas de su edad”, reflexiona Neira.
Además de la irrupción de las plataformas, la guionista Olatz Arroyo también piensa que otro de los factores para el cambio ha sido “que cada vez hay más mujeres escribiendo, dirigiendo y produciendo”. “Las historias que se eligen e interesan desde los despachos son otras. Se arroja luz sobre historias que antes estaban en las sombras. Y no sólo se ve un aumento de mujeres mayores en personajes secundarios. El mayor paso adelante es confiarles papeles protagonistas”, reflexiona la escritora, que ha participado en series como Aída o Supernormal.
“En una historia el protagonista es el que ocupa la posición privilegiada del relato, es el sujeto (cuando las mujeres muchas veces son reducidas a objeto). La empatía y la identificación con el espectador recaen enteramente en el protagonista. Por eso confiar ese lugar a mujeres mayores es algo muy poderoso. Porque las convierte en personajes ricos, con objetivos claros, activos y enfrentándose a conflictos potentes. Les devuelve su lugar, reflejando mejor su realidad y derribando el estigma”, añade Arroyo.
Fátima Gil, profesora de comunicación audiovisual en la Universidad de Burgos, también cita la creciente presencia de las mujeres y las plataformas, pero también los movimientos sociales. “Su avance ha sido fundamental para la ficción, porque buscamos vernos reflejadas en la pantalla, aunque todavía queda mucho por hacer”, apunta.
La docente cree que el cambio en la televisión ha sido más notable que en el cine, y que son las mujeres en que dirigen, escriben y producen las que “están plasmando las preocupaciones, los intereses que tienen a día de hoy”.
Personajes bien escritos y con matices
Arroyo, reflexionando sobre la problemática de que la ficción no refleje la realidad y los conflictos de las mujeres de más de 50, habla de un “filtro que las simplifica y homogeniza de forma negativa”. "Eso influye en la imagen que se tiene de ellas, las infrarepresenta y no les hace justicia. Por regla general en la ficción la mujer mayor está invisibilizada y cuando aparece casi siempre es reducida a estereotipos. Por ejemplo de abuelita encantadora, bruja malvada, vieja loca, maruja... Al reducir la imagen de las mujeres mayores a un mero estereotipo se está simplificando a un grupo muy diverso y complejo, y eso redunda en poca estima social y discriminación y es terriblemente injusto”, señala la guionista.
“La ficción no es un reflejo de la realidad, es una representación que la mayoría de las veces lo que ha hecho es transmitir una imagen deformada y simplificada de las mujeres, más en el caso de las mayores. Que encima, a ojos de la sociedad machista, han perdido todo aquello que les hacía valiosas como mujeres; belleza y capacidad reproductiva”, cuenta sobre el impacto de la ficción que, afortunadamente, va cambiando. En el pasado, era prácticamente imposible encontrar personajes de mujeres mayores complejos, aunque Arroyo cita las excepciones de Jessica Fletcher en Se ha escrito un crimen y, en España de Sole en Siete vidas y Aída.
“Históricamente la figura de la mujer era completamente plana. En la televisión americana se perpetuaba el modelo de familia perfecta y la mujer ahí no tenía matices. Por suerte ahora ya vemos personajes imperfectos, heroínas, mujeres que caen mal, o villanas, pero complejas”, señala Neira.
La experta en televisión explica que hasta que llegó Tony Soprano, “ni las mujeres ni los malos tenían profundidad”. “Tampoco eran protagonistas. Había ejemplos muy muy aislados, como El show de Mary Tyler, una sitcom en la que una mujer mayor era protagonista, pero era una rareza”, añade. Neira ve un punto de inflexión en series como Nurse Jackie en HBO. “Es una comedia fascinante en la que la protagonista tiene muchos matices y miente, engaña; es una adicta. Los papeles femeninos que antes no tenían matices, ahora sí. Como Laura Linney en Ozark, que tiene una evolución increíble en la serie y que también da una perspectiva femenina del narcotráfico, algo que es poco habitual” apunta la profesora.
Para Fátima Gil, la televisión está trazando nuevos arquetipos en base a los avances sociales. “Las nuevas ficciones presentan estereotipos, porque el cine y la televisión al final son estereotipos. Los cambios sociales inciden directamente en las ficciones y en la última década han surgido nuevos arquetipos, nuevos estereotipos que son derivados de los anteriores”, apunta.
Gil explica que ahora la mujer de 30 “busca su lugar, un buen trabajo, una pareja, digamos que está haciéndose”, mientras que la de 40 “es una todoterreno, una super mujer, que puede con todo, que es muy sexy”. En el caso de la que ya ha cumplido los 60, Gil señala que se suele mostrar a una “abuela sabia o molona”.
“Pero para la mujer de 50 años es complicado, porque llega la menopausia, entonces parece que ya no existe la sexualidad, como si ya no pudieran tener relaciones. Es una edad compleja en la mujer y muy interesante, pero no se muestra lo suficiente”, apunta la experta.
Arroyo cita, entre los buenos ejemplos de ficciones con mujeres mayores de 50 que son protagonistas, personajes como Deborah Vance en Hacks, Catherine Cawood en Happy Valley, Diane Lockhart en The Good Fight, o Grace y Frankie en la serie homónima.
“Todas tienen en común que son buenos personajes; con contradicciones, virtudes y defectos, mujeres profesionales, con conflictos muy poderosos en el ámbito profesional y personal”, apunta la guionista, que destaca especialmente Happy Valley. “Es un thriller policíaco en el que el antagonista de Catherine Cawood es un psicópata asesino. Nuestra protagonista es una policía abuela, que no se amedrenta lo más mínimo ante el asesino. Catherine es una mujer inteligente y muy dura, que no duda en cazar al malo malísimo, al que además le une un conflicto personal tremendo. Un personaje fascinante. Es más raro encontrar este tipo de personajes de mujer madura en películas de suspense, acción, aventuras y más frecuentes en comedias, dramas o historias familiares”, reflexiona.
En el cine, Arroyo destaca La familia perfecta, cinta de Arantxa Echevarría en la que participó en el guión. “Buscamos deconstruir el estereotipo de la suegra. Nos interesaba contar la historia de una mujer que comete errores y que no es perfecta. Protagonizada por Belén Rueda, al personaje de Lucía lo vemos sufrir, equivocarse y crecer”, señala.
La necesidad de más papeles
A pesar de que surgen cada vez más personajes y que estos son más interesantes, las mujeres maduras siguen estando infrarepresentadas en la ficción. La petición de más papeles para actrices que ya han cumplido 50 ha sido una constante en Hollywood, incluso para estrellas consagradas. Para interpretar a una madre de un veinteañero, aún se siguen contratando a actrices jóvenes. El último ejemplo, el de Emmy Rossum, de 35, que será la madre en la pantalla de Tom Holland, de 25.
“Las grandes figuras reclaman papeles porque hay muchas cosas que contar, y ellas ya han tomado cartas en el asunto para contar sus historias”, cuenta Fátima Gil. Es el caso de Reese Witherspoon que decidió empezar a producir series y películas, con gran éxito, ante la ausencia de roles interesantes.
Tanto Gil como Neira coinciden en señalar la necesidad de seguir rompiendo estereotipos y de que las actrices no vean que su carrera termina a los 50 o que, como sucedía hace unas décadas, hagan directamente de abuelas. “En Las chicas de oro tenían 50 pero parecía que tenían 70. En España lo mismo, las mujeres de 50 hacían de abuelitas”, señala Neira.
En este sentido, Gil apunta al nuevo papel de la mujer en la sociedad como motor de cambio de esta tendencia: “En los 80 cuando tenías 50 años tu vida se había casi acabado, tenías una familia a la que cuidar, casi ibas a ser abuela y eso era todo. Hace 30 años era más habitual que a los 50 fueras abuela y que además no tuvieras un trabajo, ahora a los 50 eres casi madre de un adolescente”.
Mujeres de 50 aparentando 50
“Lo sorprendente a día de hoy sigue siendo ver a una mujer arrugada, y eso es demostración de que todavía no estamos ahí”. Es la reflexión de Neira sobre la presión por no envejecer, especialmente en Estados Unidos, y lo habitual que es ver en pantalla a mujeres maduras con la piel estirada.
“Es muy duro verse envejecer en pantalla. Es cierto que ha habido una normalización de ver una cara con arrugas, con canas, sin operaciones, gracias en parte a las grandes damas del teatro británico, pero todavía no está asentado en Hollywood. Sigue primando ocultar el paso del tiempo”, apunta la docente de la UOC. Neira pone el ejemplo de Kate Winslet, que tuvo que pedir expresamente en Mare of Eastown, que no la retocaran, o de Amanda Peet. La actriz escribió una carta en la web de Lena Dunham en la que confesaba su frustración por verse “relegada continuamente por actrices más jóvenes”, contratadas para interpretar roles de su edad.
Peet reflexionaba sobre la presión por operarse, retocarse y hacerse todo tipo de tratamientos para ocultar el paso de tiempo. “En sus inicios, David Lynch le dijo a Laura Dern, ‘Prométeme que no te vas a operar porque vas a perder la fuerza’, y ella le ha hecho caso y por eso está inmensa en Big little lies”, reflexiona Neira, que cita Hacks precisamente como ejemplo de una serie que aborda en tono de humor la historia de una cómica que no quiere hacerse mayor.
La profesora también pone el ejemplo de And Just Like That para ilustrar esta presión: “Quiere abordar la crisis de los 50 y vemos como dos de ellas han decidido no operarse, o hacerlo muy bien, y una se ha estirado como un folio. Entonces es verdad que se han dejado envejecer, pero son millonarias y hay tramas que no tienen mucho sentido y no se parecen a la realidad, así que sigue siendo idealizado”.
Para Arroyo, en la secuela de Sexo en Nueva York “es un ejemplo de cómo la imagen de las mujeres mayores ha evolucionado a mejor”, pero pide tener cuidado a la hora de ‘obligar’ a las mujeres de 50 a parecer juveniles. “Hay que normalizar la vejez y los cuerpos maduros”, insiste. Es lo que pretendía Emma Thompson con su desnudo frontal en la cinta Good Luck to You, Leo Grande, porque “no estamos acostumbrados a ver en pantalla cuerpos sin tratar”. “Es un reto”, confesó la actriz, que ha recibido un aplauso unánime por su decisión.
“En ocasiones choca ver a mujeres mayores en pantalla, y es lo mismo que les sucede a las personas con discapacidades o al colectivo LGTBI, que a veces ven como otras personas los interpretan. Lo mismo cuando a veces hay mujeres jóvenes interpretando a mujeres mayores”, apunta Neira.
Las tres expertas coinciden en que se han hecho enormes progresos pero que todavía quedan muchas historias por explorar, papeles interesantes que dar a grandes actrices y, especialmente, que las espectadoras y sus conflictos, problemas o situaciones del día a día se vean representadas en la pantalla.