Maricón
Grabar esta palabra significa copiar en la piel la previamente grabada en la mente por el machismo y su cultura.
La palabra “maricón” se ha convertido en una sentencia.
Con el tiempo ha pasado de ser un adjetivo y un sustantivo peyorativo, a ser el fallo emitido por el machismo cuando condena a la persona señalada a una agresión que puede llevar hasta la muerte por medio del asesinato.
Con independencia de la reivindicación que se ha hecho del término por una parte de la comunidad gay para desnaturalizar la construcción machista original, el significado y el uso que se ha dado a esta palabra refleja muy bien la realidad de la sociedad que la envuelve.
El ejemplo lo tenemos cerca. Antes de saber que la agresión contra un homosexual en el barrio de Malasaña por parte de un grupo de encapuchados no había ocurrido, se produjeron una serie de informaciones, declaraciones y reacciones que reflejan a la perfección la situación social.
Uno de los elementos más significativos del escenario creado tras la denuncia, fue que el impacto de los hechos en los medios no vino determinado por el ataque en sí, son muchos los que se producen sin ese reconocimiento informativo; tampoco por haber sido llevado a cabo por un grupo, de hecho la mayoría de las agresiones homófobas son grupales; ni siquiera por la circunstancia de haberse producido en el centro de una ciudad y a plena luz del día, elementos sin duda relevantes, pero no excepcionales. Lo que más se destacó en las informaciones sobre lo ocurrido es que se hubiera grabado la palabra “maricón” con una navaja en una de las nalgas de la víctima.
El significado de una conducta de este tipo es importante por el doble componente que guarda, por un lado, las lesiones físicas y psíquicas que produce, y por otro, el mensaje que manda a la sociedad en general, pero sobre todo a las personas homosexuales. Por eso, a pesar de que la agresión no ha ocurrido y de que se trató de una denuncia falsa, lo vivido ha puesto de manifiesto la verdad de la realidad del machismo y su homofobia.
Grabar una palabra en la piel de una persona con un objeto cortante es un hecho grave, pero la verdadera trascendencia vino dada por la palabra grabada. Si hubieran grabado, por ejemplo, “gay”, “homosexual” o “mariposa”, la situación clínica habría sido similar, pero el significado de lo ocurrido sería distinto. Por eso las informaciones se detuvieron de manera especial en el caso durante el tiempo en que se creyó que el suceso realmente había ocurrido.
Grabar la palabra “maricón” significa copiar en la piel la palabra previamente grabada en la mente por el machismo y su cultura. Porque la cultura androcéntrica lleva siglos grabando en la mente de las personas la palabra “maricón” como idea que refleja la construcción de la masculinidad, y la traición que representan los hombres homosexuales al alejarse de su definición de la masculinidad.
La esencia de ser hombre, según su concepto, es “no ser mujer”, por eso el machismo crea la palabra “marica” desde tiempos tan lejanos como el siglo XVI, donde aparece, por ejemplo, en la comedia Seraphira de Torres Naharro (1517), y en la obra “Vida del pícaro Guzmán de Alfarache” (1599), para definir esa doble tracción que supone en un hombre “no ser hombre” y “ser mujer”. Esa es la razón por la que desde su origen se busca identificarlos con lo peor que podía ser un hombre, qué era ser mujer, y los llaman “maricas” para relacionarlos con las mujeres a través de una palabra vinculada al nombre “María”, que era la manera englobarlas a todas ellas.
En ese mismo sentido, al comprobar la evolución de ese significado dado a la palabra “marica”, también se ve de manera gráfica el sentido de su construcción y la necesidad de contar con ella para resolver los “conflictos” que se producen en la sociedad machista.
Hasta el año 2001, el Diccionario de la RAE la consideraba como sinónimo de “sodomita”, una definición que, al margen del sentido peyorativo que introducía, reducía las relaciones entre hombres homosexuales al sexo anal, al tiempo que especificaba que se trataba de una conducta considerada pecado o delito. La definición actual describe al hombre “marica” como “afeminado, apocado, falto de coraje, pusilánime o medroso”, insistiendo en los matices peyorativos que lo presentan como un hombre que no es “hombre de verdad” y que se acerca más a lo femenino que a lo masculino. Porque dicha definición, por contraposición, indica que ser hombre es ser “varonil, mostrarse atrevido y con iniciativa, tener coraje, ser dominante y tener valor”, unos rasgos y características que indican que los hombres tienen a otras personas bajo su dominio, criterio y determinación. ¿A quienes?, pues muy sencillo, a las mujeres y a todas aquellas personas que el machismo asocia con ellas, bien de forma directa, como ocurre con los homosexuales, o bien de forma indirecta, como sucede con aquellas otras a las que aplica el criterio desarrollado a partir de la referencia levantada sobre las mujeres, que entiende que ser diferente en los elementos identitarios también significa “ser inferior”.
Esa visión crítica es la que el “jurado popular” de la sociedad machista lleva hasta el fallo de su sentencia, para que, luego, aquellos hombres que se
consideran ejecutores del mandato pasen a la acción siguiendo el dictado de quienes presentan a las personas homosexuales como “traidoras”, “enfermas” o “desviadas”, y en cualquier caso como un riesgo o un peligro para su modelo de sociedad.
Por eso antes de ejecutar los golpes leen el resultado de su sentencia y les dicen en voz alta “maricón”, para que ellos y el resto sepan por qué son agredidos o por qué son asesinados, como le ocurrió a Samuel Luiz en A Coruña