Los últimos fuimos los primeros
Desde luego que Cataluña no es "un solo pueblo", hay al menos dos, y el 21D quienes ganamos fuimos precisamente los que, hasta hace muy poco, siempre habíamos estado silenciados, meros convidados de piedra, los excluidos de todas las cuentas de los intereses políticos de los catalanes.
Porque nadie puede dejar de observar que Ciudadanos ayer arrasó sin paliativos en todas las zonas obreras de la Comunidad, en el "cinturón rojo" de Barcelona. Pero no hay que quedarse con un fotograma puntual para entender el fenómeno, sino que lo apropiado es mirar al menos un pedazo de la película política de los últimos años.
Imaginemos un país donde el 56% de la población sea pelirroja, y, sin embargo, sólo el 7% de sus representantes lo fuera. ¿Qué democracia sería esa? Una de las características principales y necesarias de la democracia es su representatividad, y si los dirigentes de un país o región no son representativos de sus gentes, entonces poco podríamos hablar ahí de democracia.
Pues eso mismo sucedía aquí justo antes de la irrupción de Ciudadanos: a pesar de que el 56% de los catalanes tenía por lengua materna el español, sólo el 7% de los diputados respondían a ese perfil decididamente mayoritario de la sociedad, tal como está bien recogido en el libro del 2006 de Thomas J. Miley, profesor de la Universidad de Cambridge. Porque no olvidemos que la cuestión de la lengua los nacionalistas la han sabido convertir en un asunto crucial: el pasaporte definitivo para definir quiénes son los buenos y quiénes son los malos catalanes (Junqueras llegó a decir que en estas elecciones del 21D esperaba que se impusiera el bien sobre el mal), quiénes son los verdaderos catalanes y quiénes lo son de mentira o de alquiler de misericordia.
Eso es como si en un triste país el 56% de sus habitantes fueran mujeres, y, sin embargo, sólo el 7% de sus representantes lo fuesen... tal como seguro sucedía aquí en España y en toda Europa hasta hace poco, y todavía hoy hay brecha por cerrar... Por eso también es que el triunfo de Ciudadanos no es sólo de nosotros, los hasta ahora silenciados, sino que lo es de la democracia catalana en su conjunto, en cuanto que la hace más representativa, incluyente y progresista.
De verdad que no está nada mal que partiendo de 3 diputados en las elecciones del 2006 (la espiral del silencio todavía era muy espesa), pasando por 9 y luego por 25, ayer se haya podido llegar a 37 diputados, siendo así ahora el primer partido político del Parlament catalán.
Tampoco debería extrañarnos: los 20 primeros apellidos más comunes de Barcelona son los mismos 20 apellidos más comunes de Madrid, siendo así que un García es muchísimo más representativo de Cataluña que no un Puigdemont o un Junqueras, por más contra-intuitivo que nos parezca. En Cataluña somos más los pelirrojos, por más que nuestros dirigentes siempre solían ser rubios todos ellos. Y lo principal: la gran mayoría de los pelirrojos conformamos la mitad inferior de la escala social catalana, y es a nosotros a quien ahora representa Ciudadanos, y por eso el partido arrasa, no entre los empresarios, como el PSC, sino entre la clase trabajadora catalana.
Sin embargo, no es así como lo ven los nacionalistas catalanes, aquellos que piensan que Cataluña es "un solo pueblo", bajo el sobrentendido de que quienes no son nacionalistas es porque "en realidad" no son catalanes. Hace pocas semanas Núria de Gispert, la anterior presidenta del Parlament, le espetó por Twitter a Inés Arrimadas un "¿Por qué no te vuelves a Cádiz?", ilustrando con ello la arraigada idea nacionalista de que Cataluña es su cortijo heredado de familia y que todos lo que vengan llegando (a pesar de que las oleadas migratorias internas comenzaron ya hace más de un siglo y medio), han de quedarse siempre calladitos y muy obedientes.
Tal como me decía el otro día un amigo escritor catalán, muy conocedor de los usos y costumbres locales: "No te creas que es tan extraño lo que la Gispert le soltó a la Arrimadas: de toda la vida así están acostumbrados a tratar al personal de servicio". Y ayer mismo a un querido amigo catalán que tuvo un pequeño encontronazo en un colegio con un apoderado nacionalista, para zanjar una discusión tuvo que escuchar cómo le decían "Oiga, que yo estoy en mi país...".
Pero ayer ganamos y hoy estamos felices y contentos. Es un triunfo de los García por los García para los García. Entre los réditos de nuestra victoria ojalá se encuentre que en el resto de España jamás se vuelva a decir o pensar cosas como "los catalanes quieren la independencia", o "los catalanes" tal, o "los catalanes" cual, concediendo con eso, entonces, que Cataluña es un "solo pueblo", u otorgando a una sola parte la representatividad del todo.
En Cataluña es cierto que hay muchos nacionalistas —la mayoría de los cuales se encuentran en la mitad superior de la escala social catalana—, pero el 21D quienes les ganamos a todos y cada uno de los partidos identitarios fuimos los otros catalanes, los que llegamos de "últimos" y solemos estar abajo, y, sin embargo, ayer ya comenzamos a quedar de primeros.