Los estadounidenses de la decadencia
Los bárbaros de la nueva decadencia imperial, como ocurrió con los romanos, estaban ya dentro del limes.
Pocas veces un libro ha sido tan oportuno como lo es hoy: Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, de Edward Gibbon. Contaba el historiador que la idea del libro surgió en las ruinas del capitolio romano. Los imperios no suelen darse cuenta de que están en decadencia, es un lugar común de la historia. Normalmente son los historiadores los que lo narran a toro pasado. Sin embargo el día de Reyes se ha visto en directo algo excepcional: una multitud ocupando el Capitolio del actual imperio. Las fotos son lo más impactante de los últimos tiempos, y en 12 meses hemos visto camiones cargando féretros, ciudades deshabitadas y otras maravillas trágicas. Pero no habíamos asistido la decadencia de un imperio.
La primera idea ante las pantallas fue un golpe de estado. En realidad durante unas horas este se produjo por inacción en el retraso en movilizar a la Guardia Nacional. El cobarde incitador jugó con unos tiempos que deberían llevarlo al vertedero de la historia tanto si sale bien como si sale mal, que es lo que parece lógico deba ocurrir. La democracia norteamericana ha sobrevivido a guerras civiles, mundiales, violencias y fascismos, crisis, hambrunas, a una pandemia, a crisis económicas mundiales y a cuatro años de un Gobierno que ha trabajado contra la democracia para sufrir una embestida final de efectos imprevisibles. Es algo para lo que no estábamos preparados, por eso, vivimos esto en directo con el estupor de las grandes tragedias, como la caída de las torres o Tiananmen. La realidad se ha vuelto a convertir en ficción para nosotros y se supera de nuevo.
Más allá de las repercusiones de esta violencia provocada por lo que Machado llamaba “el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza”, estos white trash no han medido las repercusiones de la profanación de su templo sagrado de la democracia. Una vez fuera, siempre quedarán las imágenes de borrachos armados robando símbolos del imperio, como el estrado del speaker, banderas o escudos. Los bárbaros de la nueva decadencia imperial, como ocurrió con los romanos, estaban ya dentro del limes. La historia de las caídas imperiales se escenifica en humillaciones a los símbolos, por eso los bárbaros de la cuarta cruzada mataron un caballo en Santa Sofía, con lo cual el templo quedaba profanado. Hubo que volver a consagrarlo pero en la memoria de los siglos permanece la humillación.
El promotor de esto, Donald Trump, no odia la democracia, simplemente se ha convertido en un obstáculo para su deseo, así que ha impulsado todo esto conscientemente. El problema es que los efectos serán permanentes para la historia. Todos hemos visto que el emperador está desnudo, desde Pekín a Moscú pasando por cada terminal de móvil y ordenador. Podrán volver a consagrar el templo pero nunca terminarán de limpiar la sangre del caballo.
Los colonos que llegaron a EEUU a partir el siglo XVIII desde Inglaterra y Europa exterminaron a los bisontes. Solo quedaron unos pocos con los que criaron unos cuantos. También exterminaron a los indígenas. También quedaron unos pocos, etc. Sobre aquella carnicería y rapiña nació un imperio que creó determinados símbolos sagrados para su naciente cultura: bandera, capitolio, constitución, libertad...
Si lo pensamos bien, estas fotos del asalto al Capitolio lo tienen todo en la deriva actual del imperio: la decadencia. Si cualquier otro reportaje gana el World Press Photo este año estamos bien jodidos, porque mostrará algo doblemente inimaginable.