Los escenarios posibles para evitar una guerra en Ucrania

Los escenarios posibles para evitar una guerra en Ucrania

Desde la renuncia de Kiev a entrar en la OTAN a la retirada rusa, pasando por un nuevo acuerdo de seguridad, neutralidad y hasta la pervivencia del 'statu quo' actual.

Este miércoles es el día-d, según Ucrania. Aunque en realidad lo era ayer, según Estados Unidos. ¿Hay o no hay invasión rusa? Hasta Naciones Unidas ha mostrado su “profunda preocupación” por la escalada de la crisis y ha clamado: “No fallen a la paz”, pero conforme pasan los días y se endurecen las palabras más parece que estamos ante una guerra de pulsos, de aspavientos y de relato, que hay espacio para un moderado optimismo. Aunque puede llegar la “chispa justificativa” -como la llama David Trueba- y que todo salga ardiendo, claro.

De momento, en las últimas horas se han visto algunas señales que apuntan a la ansiada distensión. La más importante: Rusia ha retirado parcialmente las tropas que tenía desplegadas en las circunscripciones oeste y sur, en la frontera con Ucrania, reiterando la idea de que siempre estuvieron ahí para hacer maniobras, nada más. También el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, confirrmó el lunes que aún hay posibilidades de un acuerdo con EEUU y la OTAN sobre “asuntos clave” de las garantías de seguridad que demanda Moscú, y ha anunciado que continuarán los contactos. Lo hizo sentado a la mesa con el presidente Vladimir Putin, una reunión televisada en la que el mundo pudo ver en directo cómo dejaba la ventana abierta. Y el más explícito, el propio Putin: ”¿Si queremos una guerra (en Europa)? Claro que no”, dijo ayer tarde, cuando ha enfatizado que ve “elementos a discutir” con EEUU y la OTAN.

Más: el embajador de Ucrania en Reino Unido, Vadym Prystaiko, ha afirmado que su país estaba dispuesto a ser “flexible” respecto a su objetivo de unirse a la OTAN. Sus palabras, difundidas por la BBC, corrieron como la pólvora, porque justo Moscú advierte de que la adhesión de Kiev a la Alianza sería una declaración de guerra y, por eso, en sus cartas enviadas a Washington y Bruselas, reclamaba que nunca se le admita como socio. La pasada madrugada, también, el portavoz del Pentágono, John Kirby, reconoció que no creía que el presidente ruso hubiera tomado todavía una decisión “definitiva” sobre si invadirá Ucrania, mientras el canciller alemán, Olaf Scholz, visitaba el Kremlin, en un nuevo intento diplomático de arreglar las cosas.

No, no todos los analistas defienden que habrá una invasión. El problema es cómo poner sobre la mesa soluciones parciales que congelen la crisis , porque todas necesitan de renuncias, mucho diálogo y mucha paciencia.

Ucrania renuncia a la OTAN

Entre las posibilidades que se manejan como escenarios posibles está la adelantada por el embajador Prystaiko: aparcar la entrada de Ucrania en la OTAN. Hoy no es un país miembro de la Alianza pero tiene un estatus de colaborador importante. En 1991, el país exsoviético se unió al Consejo de Cooperación Atlántico Norte y en 1994, al programa de Asociación para la Paz. En 1999, apareció por primera vez de forma expresa en uno de los conceptos estratégicos de la Alianza que son sus grandes apuestas de actuación. En 1997 firmó la Carta NATO-Ucrania, adquiriendo una posición destacada respecto al resto de los socios de la OTAN. En 1999, el cuartel general de Bruselas se compromete a mantener consultas políticas y a apoyar el desarrollo económico, soberanía, independencia e integridad territorial del país.

Ya en 2008, en la cumbre de la OTAN en Bucarest, se dialogó con Ucrania y Georgia sobre la membresía plena de la OTAN, pero sin poner fecha. Desde 2010, las autoridades ucranianas han aparcado de forma temporal este objetivo, aunque han optado por intensificar la cooperación militar, enervando a Moscú. En paralelo, se inició un procedimiento de acercamiento a la Unión Europea que también desagrada al Kremlin.

  Soldados de EEUU reciben al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en su visita a la base Mihail Kogalniceanu de Rumania, el pasado 11 de febrero. En ella están concentrando refuerzos ante la crisis de Ucrania. via Associated Press

Son muchos años de relación preferente, de cooperación en misiones y maniobras, de información compartida. “Una cosa es dejar en espera el proceso y otra, renunciar a él. Sería políticamente costoso. Y, sin embargo, es inteligente, por racional y práctico”, defiende el coronel español retirado Manuel Gutiérrez. Y enumera las razones: “Es un país dividido en lo territorial y en lo  cultural, con un territorio anexionado por Rusia -Crimea- y dos provincias en manos de separatistas -Donetsk y Lugansk- y al menos siete más donde la mayoría de la población es prorrusa o de fuertes raíces rusas, que no verían con buenos ojos la adhesión. La dependencia de Kiev respecto de Moscú es importante, además, sobre todo en petróleo y gas, y entrar en la OTAN le impediría acceder a todo eso”. “Es un escenario en el que difícilmente puede acceder a más, lo sensato ahora es mantener las relaciones de privilegio actuales”, añade.

Según el diario francés Le Figaro, el presidente francés, Emmanuel Macron, planteó la semana pasada un término medio: la vía finlandesa para Ucrania. Eso consistiría en la no-adhesión de Ucrania a la OTAN, pero elevando el estatus de colaboración con la organización, más allá de los acuerdos que ya mantienen. Ahora mismo, países como Finlandia y Suecia, que no son socios de la Alianza aunque cada poco surge el debate de si quieren serlo, tienen este tipo de relación. Luego, desde El Elíseo, se negó esta noticia, pero fuentes del entorno de Macron insistieron en ella.

Ucrania puede optar por ser neutral, que es otra manera de decir no a la OTAN, al menos por un buen tiempo. Eso evitaría un desenlace militar, satisfaciendo a Putin y sin dañas las aspiraciones de la OTAN, porque nadie le veta, es Kiev quien decide soberanamente dar el paso. Problema: alejarse de la influencia atlántica supone exponerse más a la influencia rusa, y eso no es lo que desea el actual Gobierno.

Rusia repliega a sus tropas

Ya está pasando, en parte. “Las unidades de las circunscripciones militares Oeste y Sur que cumplieron sus misiones ya empezaron a montar en trenes y camiones, y hoy se dirigirán a sus guarniciones”, declaró el portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, Ígor Konashénkov, esta mañana. Entre 100.000 y 150.000 efectivos se calcula que han llegado a concentrarse en la espinosa frontera con su vecino.

Ahora empieza la pelea por el relato. El ministro de Asuntos Exteriores, Lavrov, declaró de seguido que no se debe a la “histeria” de Occidente, ya que estaba programado. “Lo hacemos independientemente de lo que otros piensan e independientemente del terrorismo informativo que se está produciendo”, dijo, en alusión a las informaciones en medios occidentales sobre una pronta invasión rusa de Ucrania, incluso esta semana. Rusia, insiste, está en su derecho de comenzar y terminar ejercicios militares en su propio territorio de acuerdo con sus planes, que es lo que lleva diciendo semanas que está haciendo, sin intención de invadir Ucrania, por más que sea eso lo que dicen los informes de Inteligencias como la estadounidense y la británica.

El repliegue puede darse por dos motivos: Moscú destensa o el bloque EEUU-OTAN se impone. O un poco de todo. “Putin está consiguiendo en parte lo que desea, que es obligar a Occidente a repensar el modelo de defensa de esa parte de Europa, que entiende amenazante”, señala el investigador Patrick Sanders, colaborador del Real Colegio de Estudios de la Defensa de Reino Unido.

“Siempre hay un elemento de disuasión que fuerza al debate. Si Washington dice que habrá 50.000 muertos puede ser excesivo, pero pone de manifiesto la gravedad que tendría la peor guerra europea en 75 años. Eso no es popular. A ello se suman las amenazas de sanciones internacionales por parte de EEUU y Europa, que en las calles rusas no están sentando bien porque se esperan fuertes. Putin se puede plantear si el coste de hacerse con una tierra que entiende suya y que no quiere cercana a Occidente es demasiado grande”, añade.

A su entender, todo depende de los “cálculos” que haga el Kremlin en cuanto a desgaste interno, coste militar y civil, economía dañada por sanciones... “Sabe que la OTAN no puede entrar directamente en el conflicto, pero Ucrania es un país inmenso, Rusia tiene muchos medios pero no tantos soldados y mantener un conflicto abierto mucho tiempo sabe que es un error”, indica.

  El presidente de Rusia, Vladimir Putin, asiste a un desfile por el Día de la Victoria en Sebastopol, Crimea, el 9 de mayo de 2014.via Associated Press

Lo complejo es cómo dar el paso sin que suene a retirada, cómo vender que se hace porque hay poderío para tomar decisiones y porque sus diplomáticos han hecho bien el trabajo y tienen garantías del adversario de que no habrá agresiones. “Moscú tratará de insistir en que sus preocupaciones son legítimas y hay que escucharlas, que están ahora en un primer plano, que Occidente ha entendido que no puede ponerle los tanques junto a su casa, que Ucrania le pesa en la historia y no va a renunciar a ella. Otra cosa es que los críticos vendan lo contrario, que es un fracaso, que ha triunfado Joe Biden”. La pregunta siguiente sería hasta cuándo esperará Moscú para hace otra “intentona” porque, si su empeño es controlar Ucrania y desgastar a la OTAN, la amenaza de repetir la jugada se mantiene.

Los Acuerdos de Minsk, firmados inicialmente en septiembre de 2014, estaban llamados a poner fin al conflicto en el este de Ucrania. Fueron ampliados en febrero de 2015, ya con un aval internacional importante, el de Francia y Alemania, además de Rusia y Ucrania, el llamado grupo de Normandía. Los firmaron además representantes de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Rusia, Ucrania y los líderes prorrusos de la autoproclamada República Popular de Donetsk (DNR) y de la República Popular de Luhansk (LNR).

Gracias a estos protocolos se han reducido ostensiblemente los enfrentamientos armados en estos ocho años, pero los términos del acuerdo han sido violados en reiteradas ocasiones por todas las partes en conflicto, según ha denunciado Naciones Unidas. Más de 14.000 personas han muerto víctimas de esta guerra, hay al menos 25.000 heridos y 1,6 millones de desplazados internos a causa de la autoproclamación de las repúblicas de Donetsk y Lugansk y la anexión de Crimea, agresiones a la soberanía ucraniana que siguen hoy vigentes.

Estos acuerdos son, pues, débiles, pero siguen vivos. La esperanza, sobre todo del eje francoalemán, es la de reflotarlos y que sirvan de clavo ardiendo al que aferrarse. Este mismo martes, Kiev ha dicho que los da por perdidos después de que la Duma haya pedido a Putin reconocer a los separatistas prorrusos del Donbás. El texto no es vinculante y no quiere decir que el Kremlin vaya a respaldar de inmediato a las regiones rebeldes, pero ensombrece los intentos que se están haciendo estas semanas de salvar lo que queda y mejorarlo, si es posible.

Minsk fue una vía hacia un alto el fuego y un acuerdo político basado en una constitución más federal y con ese doble objetivo trabajan desde París y Berlín. El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo la semana pasada que estos acuerdos son “el único camino que nos permite construir la paz”. Palabras reafirmadas por el secretario de Defensa británico, Ben Wallace, para quien restaurar Minsk sería “una forma sólida de reducir la escalada”, informa la BBC. Putin sugirió ante Macron, en rueda de prensa, que el rechazo del acuerdo no es una opción. Usando un término ruso que tiene una connotación degradante y sexista, se dirigió a Ucrania diciendo: “Te guste o no, pero tendrás que lidiar con eso, belleza”.

 
  Alexander Lukashenko, Vladimir Putin, Angela Merkel, Francois Hollande y Pyotr Poroshenko posan en un encuentro en Minsk, en febrero  de 2015.Sasha Mordovets via Getty Images

¿Qué problema hay con este acuerdo, más allá de que se haya implementado fatal, que ya es grave? Pues que es muy complejo y no hay acuerdo en su aplicación. Lo que se veía sobre el papel no se ve en la práctica. Estas son sus disposiciones principales:

Acuerdos de Minsk

El Kremlin exige que Ucrania celebre elecciones locales para empoderar a los políticos prorrusos con los resultados, que espera sin duda a su favor. Kiev quiere que Moscú primero desarme y elimine a los combatientes rusos. Tampoco hay acuerdo sobre el grado de autonomía que daría Minsk a los enclaves separatistas en Donbás en juego, un autogobierno reducido, para Kiev, o la independencia plena, para Moscú. De ese punto dependería incluso la entrada de Ucrania en la OTAN.

Un nuevo modelo de seguridad

El bloque OTAN-EEUU y Rusia se han intercambiado cartas en las que se explicitan las exigencias de seguridad de una y otra parte para rebajar la tensión. No son peticiones puntuales ni pequeñas, sino un nuevo dibujo de la defensa en el continente europeo, directamente. Los atlantistas, dispuestos a extenderse al este y mantener, por tanto, su política de puertas abiertas. Los rusos quieren garantías de seguridad a Moscú ante esa expansión y que Ucrania no sea de la partida.

Así que hay margen para evitar la ofensiva si ese debate avanza. Por ahora, se sabe que se ha renunciado a lo que pedía cada contraparte, pero no ha aparecido ningún portavoz, de la parte que sea, diciendo que se rompe la baraja. Es más: hace dos días, Biden y Putin hablaron por teléfono, sin intermediarios, lo que quiere decir que la interlocución y la negociación sigue.

“El problema de Ucrania se puede solventar sólo si se llega a un modelo estable de seguridad en todo el este europeo. Una apuesta que calme a Rusia, que le dé garantías de que la OTAN no se va a seguir acercando a sus fronteras ni a sus patios traseros, a la zona del antiguo espacio de influencia soviética, y que a la vez dé seguridad a los países atlantistas de que no van a ser atacados por Moscú”, indica Sanders.

  Antony Blinken y Sergey Lavrov se saludan el pasado 21 de enero antes de una reunión en Ginebra. via Associated Press

Antes de que se respondiera “no” a las exigencias rusas, la OTAN y EEUU se mostraron abiertos a “restricciones” en sus movimientos, siempre que sean “recíprocas” con Moscú, en el tamaño y el alcance de las maniobras y ejercicios militares que vayan a hacer cerca de Rusia. Los documentos publicados en exclusiva este miércoles por El País dan cuenta de esa oferta parcial, acuerdos de desarme a cambio de desescalar.

Hoy eso parece nimio, en comparación con lo que se reclama, por lo que no se entiende como una solución, pero tampoco se da el portazo, y son reiteradas las declaraciones de EEUU y la OTAN diciendo que se puede encontrar un terreno común en cuestiones más amplias de seguridad. ¿Como cuáles? Gutiérrez las enumera: se podría incluir una “reactivación de los acuerdos de control de armas” -como el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, firmado por Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, que se secó en la época de Donald Trump y nunca más se supo-, reforzar las medidas de “fomento de confianza” entre las fuerzas rusas y de la OTAN, una mayor transparencia sobre los ejercicios militares y la ubicación de los misiles de las dos partes (que, en el mejor de los casos, podrían reducirse “aunque fuera simbólicamente”), la cooperación en pruebas de armas antisatélites y un impulso al llamado Consejo OTAN-Rusia, de cooperación entre ambas partes.

Lo que no se puede tocar, dicen los occidentales, son los derechos “esenciales” de Ucrania como país soberano, lo que incluye su integridad territorial y su capacidad para decidir en qué organismo internacional se enrola.

Que nada cambie

Y, claro, está la opción de que no haya ofensiva ni terrestre ni aérea contra Ucrania por parte de Rusia, pero que siga la concentración de fuerzas en la frontera y la tensión se mantenga sine die. No hay guerra, pero tampoco hay paz.

Tampoco estamos, en realidad, ante una situación tan nueva. En abril del año pasado, el máximo representante de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, ya denunciaba que Moscú había movilizado a 150.000 efectivos a la zona limítrofe con Ucrania, mientras que Kiev iniciaba ejercicios antiterroristas a gran escala para proteger sus fronteras. “Una chispa puede saltar aquí o allá”, afirmaba. Unas informaciones que ya entonces corroboraban la Inteligencia de EEUU. Ya entonces, el Kremlin dijo que estaba en su derecho de hacer ejercicios donde quisiera, en su país.

Ahora las amenazas de invasión inminente han sido ventiladas por Washington y Londres, sobre todo, a raíz de informes de sus Inteligencias que daban hasta fechas exactas de la acción. Elevaban la preocupación por el número y por el tipo de tropas, por su ubicación exacta y porque sus informantes les decían que Putin quería ya dar un golpe sobre la mesa y quedarse con Ucrania, que es lo que desea desde la crisis de 2014, indican. Luego, con los días, ha habido diferencias de criterio entre los portavoces norteamericanos sobre la inminencia del ataque, porque “es muy difícil estar en la cabeza de Putin”.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha tratado de alejarse de esta alerta roja, que le está haciendo un daño enorme a su economía, en un país que lleva casi ocho años en guerra y que está acostumbrado a mirar siempre de reojo a Rusia.

  Un militar ucraniano alimenta a un perro mientras sus compañeros comen en un refugio de Zolote, en la frontera con Rusia, el 7 de febrero pasado. Evgeniy Maloletka via AP

Así que Rusia podría retirar lentamente sus tropas a los cuarteles; quizá no todas, puede mantener parte, escudándose de nuevo en la realización de ejercicios -ahora mismo tiene unos importantes con Bielorrusia-, y también dejar armamento y material en la zona, a modo de aviso. Podría, también, seguir como desde 2014: mandando en una Crimea anexionada que supone una afrenta a la soberanía de Ucrania y que no es reconocida internacionalmente, y apoyando a los rebeldes del Donbás, sin entrar directamente a ayudarles.

Por el otro lado, la OTAN estaría como hasta ahora: con una relación fluida con Kiev, reforzando su presencia en el este y, quizá, manteniendo parte del despliegue extra que había mandado a los países bálticos, Polonia o Rumanía, a la espera de la invasión.

Por detrás, Ucrania conteniendo la respiración y los diplomáticos hablando de cuando en cuando. Un año más.  

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.