Los enemigos del comercio: una reseña
De vez en cuando sentimos la fortuna pareja a la dicha (¿existe otra?) de dar con uno de esos libros en los que no deseamos pasar la última página. Aquellos que parecen escritos personalmente para el lector, en donde voracidad y templanza se alternan para alargar lo más posible la experiencia. Son aquellas obras en las que, una vez marcada la página, no miramos de perfil el lomo, por no enfrentarnos a que cada vez quedan menos hojas por leer. Koestler dijo que este fenómeno (el de encontrar el libro justo para el momento adecuado) lo propicia el ángel de la biblioteca. El último libro de Antonio Escohotado Los enemigos del comercio III: una historia moral de la propiedad (Espasa 2016) está más que bendecido por ese bibliófilo ser celestial.
Culminando una labor de más de 17 años de investigación, que comenzó con un año sabático en el 2000 para averiguar las causas de la pobreza y riqueza entre países que jugaban en distinta liga, llegamos al 2017 con tres ediciones ya del postrer tomo. Y las que quedan. Los apuntes de lo que iba a ser esta colosal obra sin precedentes en la bibliografía mundial bordan el texto (a ratos antropológico, a ratos biográfico y sobretodo poético) de Sesenta semanas en el trópico (Anagrama 2003), donde el autor pretendía escribir una "chalupa" que le ayudara a entender el fenómeno del comunismo.
Los enemigos del comercio se lee como si de una novela de Ken Follett se tratara, a pesar del goteo constante del dato, que va empapando el intelecto del lector según avanzan las páginas, obtenidos siempre de fuentes primarias. Hoy nos encontramos con tres tomos de más de 2000 páginas indispensables para todo aquel que pretenda conocer cómo se gesta y cómo naufraga todo propósito de crear un paraíso inmaterial (por abolición dineraria) en la tierra.
Sería imposible entrar en detalle a propósito de las inestimables aportaciones que Escohotado hace en su obra, pero quisiera, en tanto que profesor de ciencias sociales en secundaria, señalar aquellas que deberían aparecer en los libros de texto de mis alumnos y son escandalosamente omitidas:
- Los movimientos revolucionarios/comunistas aparecen en etapas de relativa prosperidad y no carestía: máximo ejemplo sería el siglo XIX en donde la exuberancia de la Revolución Industrial, que permite pasar de la estacionalidad del cultivo a la estabilidad de la fábrica, despierta los primeros ardores de estómago de los mesías rojos. Ayudados por Dickens y Víctor Hugo, que pecan de amarillismo en sus obras reflejando una sociedad que no fue la del momento, surgen los primeros grupos comunistas modernos.
- Ninguno de los grandes líderes del movimiento obrero, desde Marx pasando por Lenin o Stalin, fueron currantes, sino señoritos que vivían de sablazos o atracos, sin dar un palo al agua. Marx vive largo tiempo de dinero prestado o heredado (se pulió la fortuna de su mujer, Jenny von Westphalen), además de dejar morir a su hijo Edgar de hambre y de frío, mientras se negaba a aceptar un puesto de profesor en la academia de su amigo Wolff, a escasos metros de su casa. Otros tantos de sus vástagos fueron cayendo ante la desidia de quien pretendía salvar un grupo social al que nunca perteneció ni entendió. Además, nunca definió el concepto de "clase", que prácticamente confunde con estamento inamovible. Muere sin aclararlo.
- La I Guerra Mundial fue consecuencia del aislamiento torticero ejercido sobre Alemania (que despuntaba como la potencia económica que hoy es) por parte de Francia e Inglaterra, ante el temor de que el país teutón se hiciera con el almirantazgo, dominando también los mares. En cualquier libro de la ESO (hagan la prueba) encontrarán que el motivo fue sofocar el excesivo belicismo de Prusia.
- Durante la égida de Lenin (poco más de cinco años) murieron de frío y de hambre cerca de 30 millones de personas en Rusia. A mi juicio, uno de los datos más obviados que Escohotado rescata. Y se suponía que por la fuerza la humanidad iba ser arrastra a ser feliz (Gorki). Y a la muerte, también.
- El acuerdo Ribbentrop-Molotov (Alemania-Rusia) firmado en septiembre de 1939 para repartirse Polonia fue el detonante de la II Guerra Mundial: ¿son acaso tan distintos los nazis de bolcheviques, cuando Hitler al final de su Mein Kampf confiesa que pretende acabar con la propiedad privada?
- Para quienes duden de la semejanza entre los hunos y los otros: los estatutos de la Gestapo son un calco de los de las Chekas, siendo Dzerzhinsky el creador de las mismas a la vez que inspirador de su homólogo alemán Himmler.
- Ni Mao ni Stalin (asesinos genocidas al mismo nivel que Hitler) leyeron El Capital de Marx. ¿Cómo aplicar la teoría de aquello que ni conocen?
- El Che Guevara fue un liberticida que metió en campos de concentración (las UMAP cubanas) a no pocos homosexuales. ¿Lo saben quienes lucen hoy su efigie en camisetas en los Gay Pride?
Invito al lector a que se acerque sin pereza a esta obra. Escohotado es sin duda una de las cabezas mejor amuebladas del panorama intelectual. Autor a veces silenciado (cuando apareció el primer tomo en el 2008, apenas surgió ninguna crítica: creo que porque empezaba a meter el dedo en la llaga demasiado a fondo) y otras no reconocido en el ámbito universitario (el lector puede buscar por Youtube cuán hilarante fue su proceso a la hora de presentarse a cátedras), su pluma siempre libre ejerce un efecto purgante.
La falta de reconocimiento en pocos y reducidos ámbitos académicos es sin duda un peaje que al filósofo le sale muy barato pagar. Algo parecido le sucedió a Luis Cencillo en vida (Madrid, 1923-2008), otro monstruo intelectual y autoridad indiscutible capaz de expresarse en latín, griego, sánscrito o hebreo y escribir sobre mil asuntos (derecho, religión, psicología, lingüística, filosofía o arte) con un agudeza inaudita por infalible, a pesar de que tuvo que costearse personalmente las ediciones de sus libros. Búsquenlos en Internet: son urgentemente necesarios. Estos autores son, a mi juicio, dos meteoritos de la Ilustración que hemos tenido en suerte poder ver en el cielo de nuestro tiempo. No aparecen muy a menudo. En cualquier otro país serían el equivalente a un Premio Cervantes como poco.
Promete el maestro Escohotado un libro póstumo, una suerte de diario personal sobre su dieta farmacológica y las reflexiones, quizá inspiradas por ella, que vienen a su pluma mientras tanto. Solo por no ver su casa quemada por "una turba gris" espera a su muerte para que salga a la luz. Tengo unas ganas terribles de leerlo: ojalá tarde muchos años en publicarse