Los ciberdelitos no se confinan
Este último fin de semana fui víctima de una de sus modalidades: la suplantación de identidad.
Parece que la situación global de confinamiento debido al Covid19 ha significado un aumento en los ciberdelitos que ha llevado a sus perpetradores a modificar o actualizar sus técnicas, alcanzando grados de sofisticación que preocupan seriamente.
En diversos países las autoridades, y sobre todo las entidades financieras, han tenido que sacar comunicados alertando de sus nuevas formas y estrategias que parecen especializarse geográficamente, incluso por grupos de población, edad, intereses, y cómo no, por género. Lo cierto es que con una inversión mínima en publicidad, Facebook e Instagram permiten a cualquier persona acceder a perfiles objetivos, y de la misma forma que Vox orienta sus mensajes políticos, la nueva delincuencia puede determinar sus víctimas.
Sin ir más lejos, hoy puedo contar esto en primera persona. Este último fin de semana fui víctima de una de sus modalidades: la suplantación de identidad.
A través de dos de las plataformas (Facebook y WhatsApp, del mismo dueño) que más tráfico están teniendo en estos días, en los que estamos viviendo prácticamente de manera virtual, se crearon cuentas falsas en mi nombre. Se han utilizado para conectar con una parte de mis contactos y bajo la excusa de un supuesto viaje –ojo a la actualización del mensaje– que se había visto dificultado por la pandemia. En el mensaje pedían la dirección, documento de identidad y detalles personales de mis contactos para enviar una maleta, que aparentemente la aerolínea no me dejaba llevar conmigo.
Supongo que el objetivo sería utilizar dichos datos para luego pedirles dinero para sacar el equipaje, o simplemente usar sus datos para suplantar su propia identidad. La realidad es que llegaron a usar un número de teléfono de una compañía radicada en España (y obviamente ya notificada del uso fraudulento que se estaba dando a su línea) para hacerse pasar por mí usando una vez más otra foto mía, y así poder redondear la cadena de despropósitos en esta estafa.
Para resumir lo que han sido unos días preocupantes, alguien se dio cuenta de la situación y de lo extraño que resultaba que yo estuviera pidiendo datos que en teoría conozco o que no tendría que pedir, y decide avisarme.
Inmediatamente denuncio la situación y cambio las contraseñas (que, por cierto, resulta muy sano hacerlo de vez en cuando) y procedo a subir un post donde aviso que no pienso viajar a ninguna parte, que no pienso mandar ningún paquete y que no estoy contactando con nadie para eso. Es en ese momento que me empiezan a llegar mensajes de más de una docena de personas diciéndome que también los habían recibido. Con tan mala suerte, que, algunas de ellas sí lo habían creído y ya habían dado sus datos a estos estafadores.
Denuncias van, denuncias vienen y gente que comenta que ya había visto o vivido algo similar. La línea usada en WhatsApp, en el momento en que escribo esto, aún sigue activa, pese a haber informado a Vodafone, la compañía telefónica que gestiona dicho número, y por supuesto siguen usando mi foto.
Con la cuenta de Facebook hemos tenido más suerte debido a que fue reportada por suplantación de identidad por todas aquellas personas que recibieron los mensajes de la estafa. Dicha cuenta fue clausurada a las 48 horas de empezar toda la pesadilla y por el momento parece que todo se quedó en solo un intento de estafa, pues quiero pensar que actuamos con rapidez.
Pero como si no tuviéramos ya que lidiar con la situación actual debido al confinamiento, es tremendo pensar que, abusando de nuestras amistades, este tipo de delincuentes añaden una preocupación adicional a quienes, de buena fe, caen en la trampa. Mis contactos que cayeron en la trampa, están preocupados porque siguen sin saber que podrán hacer con su información. En algunos de los países donde viven, tener tu dirección puede ser el comienzo de situaciones de acoso, extorsión o similares.
Este es solo un caso de los miles que estamos viviendo; plataformas de compra online, bancos y hasta la misma empresa estatal de mensajería Correos, están siendo falseadas casi a la perfección con logos y membretes para obtener información de quienes hacemos uso de ellas. Uno de los clientes que asesoro en temas de comunicación recientemente vivió un ejemplo de estafa usando la suplantación de identidad de un conocido banco, realizado con una sofisticación difícil de detectar.
Y es que hay que tener en cuenta que en un mundo que se está moviendo en su mayoría a nivel digital y través de la virtualidad, es fundamental saber quién es quién y si puedo o no confiar de sus comunicaciones.
En esta tesitura, es fundamental tener en cuenta que ahora mismo todas y todos estamos allí, y a través de distintos dispositivos. Nuestra vulnerabilidad hoy es mayor que nunca y afecta en mayor grado, como he podido ver en mi caso, a personas mayores que no están acostumbradas al uso de las nuevas tecnologías.
En el caso de las y los menores, según ha alertado policía, se están convirtiendo las principales víctimas delitos sexuales tecnológicos como el ciberacoso o la sextorsión (chantaje con una imagen o vídeo íntimo ante la posibilidad de compartirlo y/o hacerlo viral), y con ello también se ha denunciado el aumento de consumo de pornografía infantil en un 25%.
Todo esto está ocurriendo, más que nunca, en estos días de cuarentena.
Hacer un uso responsable de las redes, tratar de asegurar que quien nos contacta es quien dice que es, verificar que las comunicaciones que recibimos de bancos e instituciones son realmente oficiales, vigilar los contenidos que consumen y también los que publican nuestros menores, acompañar y asesorar pacientemente a nuestros mayores en el uso de un mundo desconocido para ellas y ellos... todo esto es clave ahora mismo.
El compromiso de las autoridades y el trabajo que hagan para frenar esta cibercarrera de delincuentes es crucial, pero también es indispensable que las plataformas actúen de manera rápida y eficaz ante las denuncias por estos asuntos y hagan más accesibles y entendibles los espacios de denuncia para ello, que parece que a Facebook le asustan los pezones de una madre amamantando, pero no que se use su plataforma para intentar estafar.
Y solo por anotar, y ojalá en un futuro cercano las especialistas en estos temas puedan hacer un análisis de la situación: de las personas que fueron contactadas en mi caso, el 96% fueron mujeres. ¿Será que estos canallas siguen creyendo que nosotras somos más vulnerables? Pues si me lee alguno de ellos, les aviso de que fueron ellas las que primero avisaron, así que mejor ándense con cuidado, que no somos tontas.