Lecciones aprendidas del último verano (y otras que no) para afrontar el presente en plena quinta ola
Los contagios disparados en algunos grupos de edad hacen necesarias más medidas pese a la vacunación.
Pocos confiaban hace un año en que a finales de julio, principios de agosto de 2021, contarían ya con al menos una de las dosis de la esperada vacuna contra la covid-19. Por aquel entonces, España salía de un confinamiento estricto con una cautela que poco a poco se fue relajando hasta meternos de lleno en la segunda ola.
La situación doce meses después nada tiene que ver: a día de hoy, más de 24 millones de personas ya cuentan con la pauta completa. Pero pese a la creciente tasa de inmunización colectiva frente al virus, los expertos enfatizan en que la pandemia ni mucho menos ha desaparecido y lanzan un mensaje de prudencia, especialmente a los más jóvenes para no repetir los errores del pasado.
Durante las últimas semanas los contagios han vuelto a dispararse, poniendo al límite de nuevo los sistemas sanitarios de comunidades autónomas como Cataluña, Castilla y León o Navarra, que cuentan con tasas de incidencia superiores ya a los 3.000 casos por cada 100.000 habitantes.
Ritmo acelerado
La quinta ola es un hecho y, a pesar de que la principal diferencia con las anteriores radica en su menor severidad, los epidemiólogos advierten del ritmo mucho más acelerado que presenta la nueva variante delta en comparación con las anteriores, y matizan: “sigue habiendo gente joven en las UCIs”.
Los meses posteriores a la época estival el pasado año, con la llegada del buen tiempo después de semanas de encierro y el exceso de confianza tras la relajación de las restricciones, fueron la viva imagen del retroceso. Esta vez, la ola se está produciendo en mitad del verano y no al inicio, como en aquel entonces, destaca Daniel López Acuña, exdirectivo de la OMS. “Y todavía no hemos entendido que para interrumpirla no basta únicamente con la vacunación”, resalta. “Es importante, pero no va a ser la salida a corto plazo para frenar los contagios entre la población más joven”, precisa. “Aun vacunando a todo este grupo, no tendríamos un efecto real protector visible hasta pasados 30 o 40 días”.
Para David Bernardo, doctor en Inmunología por la Universidad de Valladolid, una falta de control todavía mayor puede derivar en que la mortalidad sostenida en “meseta”, de nuevo comience a subir.
Vacunación como medida imprescindible, pero no única
“La paradoja actual es que tenemos ya un buen porcentaje de población inmunizada con las dos dosis —entre la que se encuentra la de riesgo—, sumada a la que lo está de forma natural. Salvando, eso sí, a quienes no se han podido vacunar por inmunodeficiencia o grandes alergias. Pero también sabemos que las vacunas no son 100% efectivas”, remarca. “La de Pfizer, que goza de la protección más elevada, tiene un 95% de efectividad, pero para una de cada quince o veinte personas éstas no funcionan”.
La solución, argumenta López Acuña, pasa por buscar otras alternativas. “Hay que entender que aún nos queda un segmento de población que todavía no ha recibido la segunda dosis en otros tramos de edad, y esta ola también se ha extendido a ellos. No es únicamente una infección entre jóvenes como se plantea a veces erróneamente”.
“La vacunación nos ha servido de freno para que la ola este verano sea menos severa en cuanto a muertes y hospitalizaciones, pero no en el contagio, porque no se han completado las pautas y, además, sigue desprotegido el gran grupo de 15 a 30 años”.
Mejor diagnóstico y mayores restricciones
Para el experto, lo que está ocurriendo es el producto de lo que sucedió hace doce meses y de lo que, a estas alturas, ya deberíamos haber tomado nota. “Se trata de la acumulación de relajaciones de forma prematura, de una desescalada irracional. Entonces quitamos el estado de alarma cuando la incidencia era alta y el virus circulaba. Luego levantamos los toques de queda, las restricciones al ocio nocturno, el uso obligatorio de la mascarilla y todo ello sumado a que es verano, vacaciones, y que el grupo social que más interactúa es el que no está vacunado. En definitiva, una combinación de factores que deriva en una incidencia disparada que no se para solo con las vacunas, sino con medidas”, recuerda.
Entre ellas, más pruebas diagnósticas que aíslen a los positivos asintomáticos y cribados a los grupos de edad con más riesgo. “Es necesario intensificar las medidas de salud pública, diagnosticar, rastrear y aislar, puesto que si no las tomamos, vamos a seguir con una incidencia alta durante semanas”.
Algunas CCAA como Castilla y León, Navarra o Extremadura han vuelto a solicitar el aval judicial para establecer un nuevo toque selectivo en sus territorios, mientras otras ya han dado marcha atrás con la apertura del ocio nocturno. Precauciones lógicas y “correctas”, a juicio de López, ante el desproporcionado volumen de casos notificados en los últimos días.
Los toques de queda, los confinamientos y los cierres de algunas actividades han resultado claramente eficaces frente a la pandemia, y “cuanto antes se aplican, más efecto tienen”, subrayan los expertos. Eso sí, siempre y cuando, dada su excepcionalidad, vayan acompañados desde el primer momento de apoyos económicos y mecanismos de protección social para los sectores afectados y los colectivos más golpeados.
Según el Barómetro de julio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) conocido este miércoles, un 56,2% de la población considera que se deberían tomar medidas más exigentes.
Objetivo: evitar un repunte en la presión asistencial
“Debemos evitar a toda costa volver a sobrecargar el sistema. De nuevo vemos un repunte en la presión asistencial, tanto en primaria como en atención hospitalaria, y la época del verano siempre es más complicada por la falta de personal y la reducción de camas”, destaca Mayte Rodríguez, doctora en la capital. “Con el repunte que vivimos el verano pasado se volvió a una situación de colapso asistencial a posteriori que no sólo tuvo repercusiones para los propios enfermos de covid, sino también para otro tipo de pacientes que no pudieron ser atendidos correctamente porque el coronavirus lo copaba todo”, comenta.
“En ese aquel momento todavía estábamos haciéndonos a la idea, nos costaba quizá interiorizar todo lo que estaba ocurriendo, pero la lección a estas alturas ya debería estar más que aprendida. Lo contrario a la responsabilidad colectiva ya no está justificado”, añade.
Precisamente un año después, otra de las tareas pendientes es la falta de cuidados a los profesionales sanitarios que llegan al verano, una vez más, exahustos. “Nos vuelve la avanlancha, y aunque la ola es mas baja, es una calma sostenida porque tenemos más margen de camas, pero apreciamos que se está duplicando el número de ingresos”, describe Javier Ortega, delegado de atención hospitalaria en Amyts. “Está la mitad de la plantilla y se aprecia un agotamiento crónico”, relata.
“Creo que los científicos y los medios de comunicación hemos fallado en transmitir un mensaje de calma y moderación”, añade Bernardo. “Señores, no nos dejemos llevar por la euforia porque los contagios siguen al alza. Esto no se ha acabado”.