Las queremos vivas
Nuestro país no será una autentica democracia hasta que no venzamos a la violencia machista.
Queremos que las mujeres estén vivas, sean libres y se sientan seguras. Y debemos gritarlo alto y fuerte este 25 de noviembre y todos los días del año. Solo en 2020, 41 mujeres han sido asesinadas en España, una cifra que evidencia el tamaño de una lacra que nos condena como sociedad y como país.
No solo porque las mujeres son la mitad de la población sino también, y sobre todo, por humanidad, por respeto a los derechos humanos y por justicia, no podemos tolerar que las maten, las torturen, las humillen. No podemos tolerar que las agredan. Ese horror que comienza con gritos, con insultos, con agresiones verbales o psíquicas, con el control sobre sus actos o sus decisiones, con imposiciones y desprecios, es intolerable. Pero lo es aún más en una democracia, en una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales que no puede tolerar más la violencia de género, y debe ser un dique de contención frente al machismo, que mata a 41 mujeres por el único hecho de ser mujeres.
Esos asesinatos son la máxima expresión de una desigualdad que lleva muchos años instalada en nuestra cultura y es el peor rostro del machismo. Esa errada concepción que hace que algunos crean que cuentan con una suerte de superioridad irreal e inventada de su sexo sobre otro, que se ha consolidado con el paso de los años y que es lo primero que debemos combatir. Un machismo que es todo lo contrario al progreso, al avance y a la modernidad de una sociedad, que es más antiguo que todo lo que nuestro cerebro nos permita recordar, y que es también un signo de desprecio a la democracia.
Porque la democracia no solo nos iguala y nos hace libres a todos, hace que un país avance por el impulso y el concurso de mujeres y hombres con las mismas oportunidades y derechos. Y nuestro país no será una auténtica democracia hasta que no venzamos a la violencia machista, que es el núcleo central de esa desigualdad contra la que tanto tenemos que luchar hasta erradicarla.
Las estadísticas, los datos, no son optimistas. La violencia machista, lejos de disminuir, aumenta, lejos de estar cerca de desaparecer, sigue creciendo. La COVID-19 ha sido un obstáculo más en el camino de las mujeres para acabar con la violencia, cuyo primer paso es la denuncia, y hace más difícil la tarea colectiva que como país y como sociedad debemos desempeñar para acabar con un problema colectivo. Porque el confinamiento, la reducción de la movilidad y todas las medidas puestas en marcha para protegernos del virus han obligado a las mujeres que sufren esta violencia a convivir con un virus que era ya una auténtica pandemia para ellas.
Por eso, este 25 de noviembre debemos gritar más alto si cabe que las queremos vivas y trabajar los 365 días del año al lado de las mujeres para dar una de las batallas más importantes de nuestros días, una de las batallas fundamentales de nuestra democracia, que es la batalla por la igualdad, y que pasa antes que nada por acabar de una vez por todas con la violencia machista. Porque, no lo olvidemos nunca, sin igualdad y sin mujeres no hay democracia.