Las pensiones en España: un problema de gran envergadura
O adoptamos reformas, o el estado de las pensiones se volverá, en el largo plazo, insostenible.
Inmersos en el mayor bloqueo parlamentario de la democracia, España sigue añadiendo leña al fuego que representa la desaceleración económica del país. Un fuego que acecha a los crecimientos de la economía española, desviando las revisiones del PIB a la baja. Crecimientos que, pese a esperarse poco de ellos, siguen en tendencia negativa desde 2015, pudiendo acentuarse en el año vigente, así como los dos siguientes.
Como digo, España se encuentra en una difícil situación. Pese a poseer un crecimiento, a priori, más robusto que el resto de economías de la zona euro, no contamos con un bloque parlamentario que aporte la gobernabilidad y estabilidad que precisa el país para, en primer lugar, liderar un proyecto de gobierno (y de esta forma, un proyecto económico), y en segundo lugar, acometer las reformas pertinentes para tratar, ya no de revertir la situación, sino de paliar los efectos de la desaceleración económica.
España, como todos los países, posee un cuantioso número de fallos estructurales y coyunturales. Fallos que deben corregirse con unas políticas adaptadas al contexto político-económico y que deben ir encaminadas a provocar un mayor, y mejor, crecimiento de la economía española. Sin embargo, el problema es que muchos de los fallos que aportan una mayor vulnerabilidad a la economía española, a diferencia del resto de países de la zona euro, son problemas estructurales y de gran envergadura. Véase el caso de las pensiones, el desempleo o la deuda.
La deuda ya roza el 99% y que vuelve a los niveles cercanos, y peligrosos, a la totalidad del PIB. Una deuda que, en materia de gasto público, la lidera el cobro de las pensiones de los jubilados, con un déficit superior a los 26.000 millones de euros que representan casi el 2,14% del PIB en el país.
Las pensiones, aunque muchos no quieran verlo, son, en este momento, más que insostenibles. Podemos entrar en materia de reforma de las pensiones, tocando aspectos técnicos como la tasa de sustitución, las deducciones fiscales, el incremento de impuestos, así como todo aquello que pretende aportar una solución; sin embargo, quiero remarcar antes de nada la simple ecuación que está provocando que nuestras pensiones sean insostenibles en un largo plazo y que, además, está provocando un verdadero quebradero de cabeza a nuestros políticos, dependientes del voto de unos pensionistas que representan la mayor fuerza electoral del país (25% aproximadamente).
Las pensiones, como ocurre con todo flujo de dinero público, son una cuantía económica que depende, ni más ni menos, que del ingreso de las cotizaciones sociales para sufragarse. Unas cotizaciones sociales que no están evolucionando favorablemente tras conocerse los índices de empleo que nos dejaba el SEPE este pasado mes de agosto, junto a unas pesimistas previsiones para los próximos meses posteriores. El empleo cae, el empleo precario aumenta y las cotizaciones sociales siguen sin llegar. Ante esto, la imposibilidad de pagar pensiones requiere tirar de deuda para afrontarlas, lo que está generando este incremento en los niveles de deuda que comentábamos. Deuda que, por otra parte, acabaremos pagando todos de nuestro bolsillo y que, financieramente hablando, sigue asfixiando nuestra economía, reduciendo los márgenes de actuación ante posibles shocks en la economía.
Por otro lado, el asunto demográfico es otra realidad que está amenazando a la sostenibilidad del sistema de pensiones. La natalidad en el país ha caído a niveles de los años 40, o al menos así nos lo hacían saber desde el Instituto Nacional de Estadística. Ante esta situación, donde contamos con una pirámide poblacional invertida -donde la mayor masa poblacional se encuentra en edades avanzadas- y un problema de carácter inmediato -por la incapacidad de incorporar a recién nacidos al mercado laboral-, el debacle de las pensiones se está gestando con el paso de los meses. Recordemos que los baby boomers, cuando alcancen su edad de jubilación, estiman un pico futuro de jubilados ante el que va a ser imposible sufragar el coste con cotizaciones sociales; por lo que volveremos a tirar, si se puede y nos deja el banco central, de deuda pública para afrontarlo.
La tasa de dependencia, que mide la relación entre contribuyentes en activo y pensionistas, sigue en mínimos; previendo que para el 2050, esta se encuentre en el nivel del 100%. Es decir, por un jubilado habrá una relación de dependencia de un cotizante. Una relación insostenible, pues las cotizaciones a la Seguridad Social de un contribuyente no podrán financiar el coste de la pensión de un jubilado, al menos con tasas de sustitución tan elevadas y sin recortes en las mismas. Ante esto, como decía, nos será imposible mantener el vigente sistema de pensiones con una población activa muy limitada y que no aporta cotizaciones sociales de envergadura para sufragar el coste actual.
Y, por último, nos encontramos con el empleo. Otro motivo de que las pensiones se encuentren amenazadas; pues no solo no tenemos jóvenes –por la baja natalidad de años predecesores-, sino que casi una tercera parte de los mismos se encuentran en situación de desempleo, lo que le impide contribuir al sistema de pensiones en el país. Ante esto, con pocos jóvenes y, además, muy pocos de ellos en activo, es imposible que pretendamos sostener las pensiones, al menos al nivel que se encuentran en este momento, pues no contamos con una población activa que aporte el coste que estas suponen.
El empleo, como decía, es crucial si queremos plantearnos el continuar por la vía adoptada en el Pacto de Toledo. Es una necesidad latente que exista empleo en el país si queremos sostener el estado de las pensiones, así como su poder adquisitivo. Sin empleo, ni las subidas de los salarios, ni la natalidad, ni ninguna otra solución que se preste a solucionar el problema es una opción viable. España necesita empleo, pues seguimos con los niveles de desempleo mas elevados de Europa, únicamente por detrás de Grecia; un país rescatado de la mayor quiebra financiera europea.
Como he dicho, podemos entrar en materia de aspectos técnicos y soluciones, pero si no encontramos solución a estos tres pilares fundamentales, estaremos ante una clara insostenibilidad que, ni con declaraciones optimistas de gobiernos progresitas, acabará con el desastroso desenlace que se avecina. Las pensiones, como poco, están claramente amenazadas por una insostenibilidad real; hablar de su sostenibilidad asegurada como algunos hacen me parece, como poco, faltar el respeto a un conjunto de pensionistas a los que tratas de hacer campaña vendiéndoles una seguridad ficticia. España necesita reformas, como digo, y para ello necesitamos un bloque parlamentario estable y con la capacidad de gobernar y liderar las reformas. Pero, de no haber reformas, estaremos gestando la autodestrucción del sistema que tantos votos está dando a los partidos a lo largo de nuestra historia.