Las irreductibles aldeas galas del PSOE que pararon el ‘huracán Ayuso’
Así son El Atazar y Fuentidueña de Tajo, las únicas motas rojas en el mapa de la Comunidad de Madrid que el PP tiñó de azul el 4M.
Un madrileño cualquiera no tiene libertad para entrar con su vehículo en El Atazar, un pueblo de 112 habitantes a 80 kilómetros al norte de Madrid, ya en la sierra. Dos señales de prohibido el paso y una cámara ponen sobreaviso a los visitantes. Quizá por eso, el ‘huracán Ayuso’ se quedó a las puertas de este municipio, el único junto a Fuentidueña de Tajo, de 2.136 habitantes, donde el PSOE resistió y logró imponerse este martes al PP.
Las dos irreductibles aldeas galas de los socialistas tienen algo más en común: en ambas se votó menos que hace dos años pese a que el pasado 4 de mayo los madrileños rompieron el techo de asistencia a las urnas. En Fuentidueña, el último pueblo de la Comunidad a 70 kilómetros al sureste de la capital, cayó cuatro puntos (74,45%). Y, en El Atazar, cerca de diez (72,73%).
Entre los vecinos de los dos municipios causa incredulidad el revuelo mediático que han generado. No creen que el resultado de las elecciones en sus pueblos sea noticia porque los dos han sido tradicionales feudos de izquierda.
- “No entiendo qué es tan importante para que vengan tantos periodistas”, se pregunta una mujer mayor en la plaza de El Atazar.
- “Porque es que aquí es uno de los pocos lugares donde no ha ganado la Ayuso [sic]”, replica una vecina.
- “¡Pero si este pueblo es más conocido que la Ayuso [sic]!”, zanja.
Lo cierto es que se palpa la tensión entre los atazareños. Casi nadie quiere hablar de política porque el pueblo está dividido y marcado por las intrigas entre los dueños de los dos únicos bares, uno de ellos propiedad de la teniente de alcalde, Magdalena Martín. En El Atazar no hay tiendas. Tampoco hay grandes monumentos.
El atractivo del pueblo es el enclave natural que lo rodea y en el que se encuentra la presa homónima que gestiona el Canal de Isabel II, uno de los grandes empleadores de la comarca. El paisaje es el arma de El Atazar para atraer a centenares de moteros que paraban en la plaza para tomar cañas y aperitivos, una lucrativa fuente de ingresos que la prohibición de entrada libre al pueblo se ha llevado por delante.
Enrique Flores, técnico interventor del Ayuntamiento de 31 años, cuenta que, además del Canal, en el pueblo se vive “de subvenciones”. El equipo municipal trabaja duro para que no se le escape ni un euro que contribuya a impulsar la economía y el empleo. Esas subvenciones, explica Flores, son la contrapartida para dar trabajo a quienes están en el paro. La calle que lleva al Consistorio, que está en obras, es el ejemplo perfecto. Las arcas municipales en 2017, el último año del que hay datos, ingresaron lo mismo que gastaron: 261.827 euros.
“Cada uno vota lo que quiere, es que no pasa nada especial en este pueblo para que gane uno u otro partido. ¿Que por qué ha ganado el PSOE? Pues porque lo ha querido la gente”, sintetiza con cierta molestia una trabajadora municipal que insiste en que en el pueblo no hay malos rollos y que se vive tan bien que la pandemia ha provocado una eclosión de nuevos vecinos.
Según explica el técnico interventor, el Ayuntamiento ha puesto con éxito en el mercado algunas de las viviendas municipales que estaban dedicadas al turismo rural. ¿El resultado? Nuevos vecinos que se encuentran con mala cobertura móvil y sin fibra óptica, las dos grandes reclamaciones del alcalde.
“Bienvenidos a la aldea gala”
Un uruguayo en la sesentena que lleva 14 años en España regenta el Mesón Plaza de Fuentidueña de Tajo. “En el pueblo hay piques pero no va más allá de cuatro palabras. Y menos mal, porque la política se está poniendo muy dura”, dice en la barra. Un hombre vestido con mono de obra entra a comprar a tabaco:
- “Bienvenidos a la aldea gala”, dice.
- “¿Por qué dices eso?”, replica el dueño del mesón.
- “Este es el único sitio donde no ha ganado Ayuso junto a otro por allí en el norte, El Atazar”, aclara.
Y pronto, la tertulia política. Un señor mayor, entrado en años, parece dar con la clave del voto mientras revuelve la taza de café: “Si es que lo que ha pasado estaba claro. Si quieres trabajo, ¿a quién vas a votar? Al que es rico, que es el que lo da, o al pobre, que es el que no lo tiene?”. En la mesa de enfrente, Sonia Barrera, de 49 años y su marido Eduardo, de 48, no se pierden la escena. Ella, auxiliar de enfermería, cuenta que Fuentidueña “casi siempre” ha sido del PSOE.
Y razón no le falta, porque la izquierda ha ganado en Fuentidueña de Tajo todas las elecciones (municipales, autonómicas y generales) desde las primeras, las de 1977. Una señora mayor, que rehúsa dar su nombre, dice que Fuentidueña siempre ha tenido muy marcado los estragos que provocó un bando en la guerra civil; las humillaciones y las rencillas del pasado. “Casi todos los mayores han escuchado y contado historias muy duras”, dice antes de subirse al coche con su hija. Por eso, es comprensible que la derecha apenas tenga tirón.
“Este pueblo vive de la construcción y de dos o tres huertas que tiene la gente. Pero la mayoría de los vecinos tienen que ir a Madrid a trabajar. Yo misma hago cada día la hora de viaje a Madrid. A este pueblo lo mató la carretera de Valencia, porque antes era paso obligado, pero cuando se desdobló dejó de parar mucha gente”, cuenta Barrera, vallecana que se trasladó a este pueblo para vivir “mejor”. Y se nota, porque Fuentidueña está repleto de bares muertos; locales abandonados que sirvieron la última antes de la crisis.
Su marido Eduardo lamenta el tono que ha tenido la campaña: “Solo han sido insultos. Ni uno se ha preocupado de organizar un programa y proponerlo, ¿no?”. Mientras, su mujer asume la victoria de Ayuso y recalca que solo hay una cosa que le perturba: “Lo que nunca entenderé es que haya un obrero que vote a Vox. De verdad que no”.