Las enfermedades mentales hacen mella en los niños sirios por la guerra
Los menores sirios se enfrentan a una tasa de estrés postraumático 10 veces mayor que en las demás partes del mundo.
Miles de niños sirios han perdido su inocencia debido a la violencia, al abuso sexual, al sufrimiento y al dolor mientras huían de los horrores de la guerra.
De modo que, cuando llegan a un sitio donde están a salvo de las amenazas de este conflicto, empieza a desatarse otra guerra para su salud mental. Muchos niños refugiados de unos 12 años han sido testigos del asesinato de un familiar en manos del denominado Estado islámico, o han visto como un amigo muere de asfixia debido a una bomba de cloro y alcohol. Quizá entonces no es de sorprender que muchos de ellos estén recurriendo a la autolesión o incluso hayan tratado de quitarse la vida.
HuffPost Reino Unido ha averiguado que niños y niñas de apenas 6 años ya hacen frente a enfermedades tales como el estrés tóxico, la depresión y el estrés postraumático agudo. Sin tratamiento, estas enfermedades podrían asolarles durante toda su vida.
Un estudio llevado a cabo por el Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo británico analizó los casos de más de 300 niños sirios refugiados y reveló otros factores que conducían a que padecieran crisis de salud mental. Esta investigación desveló que:
- El 79% de los niños sirios ha experimentado la muerte de algún familiar.
- El 60% ha sido testigo de cómo alguien era golpeado, disparado o herido físicamente.
- El 25% declaraba sufrir dolor psicosomático en las extremidades. Uno de cada cinco decía sufrir cefaleas diariamente.
Los psicólogos del centro de UNICEF Makani ("mi espacio" en árabe) en Jordania se enfrentan a una ardua lucha en varios frentes.
La demanda de servicios está aumentando de manera vertiginosa. El personal de UNICEF está prestando asistencia a 697.000 niños y adultos mediante programas psicosociales y de protección infantil, pero han identificado al menos a otras 812.000 personas que también precisan de su ayuda.
Alrededor de un 44% de los niños sirios muestran algún signo de depresión, y se estima que un 45% están sufriendo estrés postraumático (esto es, 10 veces más que en otras partes del mundo).
Los trabajadores del centro Makani también deben ganarse la confianza de las familias, que a menudo desconfían de las autoridades: por ejemplo, al principio, muchas familias se negaron a que su hijo recibiera una vacuna por parte del gobierno de Jordania por miedo a que estuviera envenenada.
Pero el tiempo es oro y una intervención temprana resulta esencial para que estos niños se recuperen de las enfermedades mentales.
Anoud Attieh, una psicóloga de protección infantil en el centro de UNICEF Makani en el campamento de Azraq en Jordania, un área que es hogar para 30.000 refugiados sirios, admite que el trabajo que ha estado haciendo durante los últimos cuatro años le ha resultado increíblemente complicado, pero añade: "Tengo que centrarme en esos niños, necesitan ayuda y para eso estoy aquí. Eso es lo que de verdad importa".
"Muy a menudo siento compasión, pero también me siento mal por no poder ayudarles a todos a la vez. No obstante, lo que sí que está en mi mano es prestar este servicio y conseguir que los niños sientan que están en un lugar seguro y que pueden hablar con nosotros cuando quieran, sin importar lo que les haya pasado", explica Anoud.
Está psicóloga asegura que el estrés postraumático es muy frecuente: "Los niños tienen flashbacks continuamente, que suelen venir acompañados por pesadillas, y están muy aislados de los demás. Tienen muchos problemas para dormir y les da miedo cualquier cosa: un avión, las personas que hablan muy alto o cualquier agresión que puedan encontrarse". "Por ejemplo, si ven un avión, empiezan a gritar y se llevan las manos a los oídos para después esconderse. Les empieza a sudar las manos y se intensifica su respiración", relata la psicóloga.
"La mayoría de los niños que hay aquí sufren estrés postraumático o trastorno de ansiedad. Al principio, muchos eran bastante agresivos porque pensaban 'debo ser agresivo para proteger a mi hermano pequeño o a mi madre', y siempre han tenido ese sentimiento de impotencia", recuerda.
Ayudar a un niño que ha sufrido abusos sexuales resulta mucho más complejo, explica Anoud. Muchísimas mujeres jóvenes le han confesado todo lo que han sufrido en manos de la milicia civil durante su terrible viaje desde Siria a Jordania e incluso dentro de los caóticos y prácticamente ingobernables campamentos.
"Las personas que han sufrido abuso sexual necesitan ayuda a largo plazo. Muchas han creado un escudo para protegerse, tienen miedo y no confían en nadie, por lo que tienden a aislarse. Estos son los casos más complicados. El abuso sexual es una experiencia muy dura para un niño, y cuando lo experimentan pierden la confianza en cualquier persona. Cuando pasa esto, resulta muy complicado para nosotros volver a construir una relación con ellos. Es algo que requiere mucho tiempo y muchas sesiones", asegura.
"Los niños que han sufrido abusos sexuales tienen mucho miedo por su futuro. Lo que les ha ocurrido es anormal y, por tanto, presentan síntomas anormales. Necesitan intervención psicológica, en especial, en caso de que el abuso haya sido por parte de un familiar".
Aunque los programas psicosociales dirigidos por UNICEF proporcionan asistencia vital, su futuro es incierto. Existen otras crisis a nivel global que captan la atención del público, y muchos temen que las necesidades de los niños sirios desaparezcan de la agenda.
Ettie Higgins, representante adjunta de UNICEF en Jordania, cuenta al HuffPost Reino Unido que la organización se enfrenta a un déficit de financiación catastrófico, lo que implica que deberá tomar decisiones muy complicadas acerca de los servicios que puede o no prestar.
UNICEF estima que necesitara más de 90 millones de libras (aproximadamente 102 millones de euros) en el año 2018 para poder financiar sus programas de protección infantil para niños refugiados sirios en esta región, lo que incluye Egipto, Irak, Jordania, El Líbano y Turquía.
A Anoud le resulta muy complicado escuchar esto después de toda su experiencia en el campamento, donde cuenta que algunos de los niños con los que tiene sesiones de terapia al principio eran incapaces de hablar con ella: "Hubo un niño que vino a terapia y no quería hablar con nadie, ni siquiera con su familia. Tenía 7 años. Llevaba 3 meses sin hablar con nadie, a veces le decía palabras cortas a su padre. Fue uno de nuestros casos más complicados y necesitaba terapia conductual. Estaba separado de su madre".
También nos habló del caso de otro niño de 10 años: "Él vino de un lugar que estaba bajo el control del Estado Islámico. Estaba aterrorizado y aislado. No quería hablar, no quería jugar, no quería hacer nada. Empleaba un lenguaje muy violento y agresivo, incluso con sus padres y hermanos. Tenía miedo de que algún hombre pudiera hacerle daño a él y a su familia".
Según Anoud, la depresión es algo muy frecuente.
"Una vez estaba teniendo una sesión en una caravana con una niña que tenía depresión. Perdió a su abuela en la guerra y no quería hacer nada, se pasaba el día durmiendo en la caravana, no comía y lloraba constantemente. Tratamos de convencerla para que viniera aquí, pero se negó. De modo que trajimos todos sus juguetes a la caravana y tratamos de jugar con ella. Hicimos que el interior de la caravana fuera un lugar más colorido cortando mariposas y flores de cartulinas y pegándolos en la pared. Un día vino aquí y dijo que quería apuntarse a nuestra clase de arte. Ahora ha mejorado muchísimo. Tiene un patrón de sueño saludable, ha vuelto a la escuela, come bien y tiene mucho apoyo por parte de los demás", cuenta esperanzada.
Además de impartir clases de pintura, esta organización ofrece lugares para hacer deporte, juegos, clases de teatro, salas de informática y formación en nuevas tecnologías.
Halaf tiene 14 años y huyó de Alepo el día después de que la bomba de Assad impactara en el campo, muy cerca de su casa. El niño estaba refugiándose detrás de una pared que colapso, causándole una fractura en la mano. Cuando llegó al campamento de Azraq hace 18 meses estaba frenado por el miedo constante.
"Sentía que no valía nada, solía quedarme en casa y no salía nunca, no sabía escribir ni leer. Cuando vine aquí todo cambió. Me sentí como si hubiera vuelto a nacer, al fin tenía una nueva oportunidad", explica Halaf. "Tenía miedo y solía esconderme en casa para no ver los aviones, cuando ves un avión es señal de que van a bombardear tu casa. En el centro Makani aprendí a leer y a escribir, gracias a ellos pude abrir mi mente. Me ofrecieron ayuda psicológica y hablaron conmigo en un ambiente relajado y consiguieron hacerme sentir mejor. Aquí me devolvieron la esperanza. Antes siempre tenía miedo y me dijeron que no había nada que temer".
Anoud ha sido testigo de muchos problemas de salud mental muy graves en adolescentes sirios.
La mayoría se enfrenta a trastornos psicológicos entre los 13 y los 18 años. Es un trabajo muy duro, pero resulta muy satisfactorio cuando después de las sesiones ves cómo han mejorado los niños. Se encuentran estables y tienen una vida prácticamente saludable, en especial en términos psicológicos.
Hay 236 centros Makani en Jordania dirigidos por UNICEF. 39 de ellos se encuentran en los campamentos, 69 en los asentamientos y 128 en las comunidades de acogida. Se centran en ejercer labores de protección infantil, ofrecer apoyo psicosocial y educación. No obstante, Anoud admite que su impacto es limitado.
"Al fin y al cabo, la realidad es que están en un campamento. Han dejado todo atrás, a sus familiares. Han dejado sus juguetes, su hogar, sus zonas de confort y se han visto obligados a venir aquí. Por muy bien que se encuentren aquí, echan de menos su hogar, su ciudad, sus familias en Siria. De modo que tenemos que ayudarles a adaptarse", remata la psicóloga.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino Unido y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.